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Sarah: guerra litúrgica, crítica del Papa, islamismo
05 - 03 - 2015 - VATICANO - Organismos

El nuevo prefecto de la Congregación para el culto divino y la disciplina de los sacramentos, el cardenal Robert Sarah, responde a cuestiones actuales en la siguiente entrevista a Aleteia.

Eminencia, en su libro Dios o nada se refiere varias veces a la “guerra litúrgica” que divide a los católicos desde hace décadas, guerra muy desafortunada, dice usted, ya que sobre esta cuestión deberían estar especialmente unidos. ¿Cómo salir hoy de estas divisiones y reunir a todos los católicos en torno al culto dado a Dios?

El Concilio Vaticano II nunca ha pedido rechazar el pasado y abandonar la misa de san Pío V, que ha engendrado numerosos santos, ni tampoco dejar el latín. Pero al mismo tiempo hay que promover la reforma litúrgica querida por ese concilio.

La liturgia es el lugar dado para encontrarse con Dios cara a cara, entregarle toda nuestra vida, nuestro trabajo, y hacer de todo ello una ofrenda a su gloria.

No se puede celebrar la liturgia armándonos: llevando sobre nuestros hombros un armamento de odio, de lucha, de rencor. Jesús mismo lo ha dicho: “Antes de presentar tu ofrenda, ve primero a reconciliarte con tu hermano”

En este “cara a cara” con Dios, nuestro corazón debe ser puro, libre de todo odio, de todo rencor. Cada uno debe eliminar de su corazón lo que puede ensombrecer este encuentro. Esto supone que cada uno sea respetado en su sensibilidad.

¿No es justamente lo que Benedicto XVI deseaba?

Sí, este es el sentido del motu prorio Summorum Pontificum [julio de 2007, n.d.r.]. Benedicto XVI puso mucha energía y esperanza en este proyecto. Por desgracia, no fue totalmente un éxito porque unos y otros están “aferrados” a su rito excluyéndose mutuamente. En la Iglesia, cada uno debe poder celebrar según su sensibilidad. Es una de las condiciones de la reconciliación.

También hay que llevar a la gente a la belleza de la liturgia, a su sacralidad. La Eucaristía no es una “cena entre amigos”, es un misterio sagrado. Si se celebra con belleza y fervor, se llegará a una reconciliación, es evidente. Sin embargo, no hay que olvidar que es Dios quien reconcilia, y esto lleva tiempo.

En un capítulo sobre los Papas, se refiere a las críticas de las que han sido objeto, incluso dentro de la Iglesia. Francisco tampoco se escapa: algunos católicos critican su estilo, lo que hace, lo que dice, sus expresiones,… Se dice por otra parte que una parte de la Iglesia no confía en él para guardar el depósito de la fe. ¿Cuál debería ser la actitud de los fieles en relación al Papa? ¿Un católico puede criticar al sucesor de Pedro?

La respuesta es muy simple, está en estas preguntas: ¿qué pensar de un hijo o una hija que critica a su padre o a su madre públicamente? ¿Cómo podría la gente respetar a esa persona? El Papa es nuestro padre. Le debemos respeto, afecto y confianza (aunque las críticas no parezcan molestarle).

A través de ciertos escritos o declaraciones, algunos podrían tener la impresión de que él podría no respetar la doctrina. Personalmente, yo confío totalmente y animo a todo cristiano a hacer lo mismo.

Hay que estar sereno y tranquilo porque en la barca que él dirige, Jesús está con él, Él que ha dicho a Pedro: “Yo he rezado por ti, para que tú refuerces la fe de tus hermanos”.

Un cónclave es una acción de Dios, es Dios quien da un Papa a la Iglesia. Dios nos ha dado a Francisco para dirigir la Iglesia hoy.

¿Qué decir a los que dicen que él no es el “candidato del Espíritu Santo”?

Yo les planteo esta pregunta: ¿están ellos en contacto directo con el Espíritu Santo?

Respecto a “poderes que en Europa buscan impedir a los católicos usar su libertad”, usted escribe: “La Manif pour tous da un ejemplo de iniciativas necesarias. Fue una manifestación del genio del cristianismo. Eminencia, ¿apoya a los cristianos que han salido por miles a la calle para manifestar su compromiso con la familia y decir que cada niño necesita un padre y una madre?

Nuestra misión como cristianos es dar testimonio de nuestra fe. Sabemos que la familia es una realidad querida por Dios. Sabemos lo que representa para la Iglesia y la sociedad: sin ella no hay futuro, ni para la una ni para la otra.

La Manif pour tous entra por tanto en el testimonio de fe de los cristianos, que defienden esta realidad. No dudo en afirmarlo: apoyo totalmente esta manifestación en sus distintas ediciones. Son expresión de la fidelidad a la Iglesia y a la fe.

Sin embargo a primera vista ¡han fracasado!

Cristo también, aparentemente, fracasó: ¡después de tres años de vida pública, lo mataron, lo pusieron en una tumba y la tumba fue sellada! Pero resucitó y ha vencido al mal.

La Manif pour tous, en sus diferentes expresiones, no ha podido impedir las decisiones de los políticos. Pero ha obtenido una gran victoria: ha logrado dar vigor a las familias. Esta es su gran victoria.

Por ello debe seguir. No es un acto puntual. Hay que continuar escribiendo, saliendo, manifestándose. También hay que alentar a los hogares sólidos a luchar para que el amor continúe y no muera.

¿Qué quiere decir?

El amor es como una flor en el desierto, que hay que regar y cuidar para impedir que los animales se la coman. ¿Con qué cuidar el amor? Con atención cotidiana. ¿Con qué regarlo? Con el perdón.

También hay que velar porque esta planta sea cuidada por la oración, el encuentro y el diálogo. Sin ello, la planta, el amor, mueren. Una planta no puede sobrevivir si no se la mantiene. Sin embargo, el gran jardinero es Dios. Si una familia Le rechaza, no dura.

Manifestarse está bien. Pero hay que cuidar a nuestras familias. Hay que velar porque el amor, don precioso, se mantenga vivo en el corazón de los cónyuges y vivido en familia.

En Europa, el lugar creciente del islam y su radicalización en la sociedad suscitan inquietud. ¿Cuál es su sentimiento, usted que viene de un país de mayoría musulmana donde cristianos y musulmanes viven en paz y que habla del islam como “una religión fraterna y pacífica”?

¿De dónde viene nuestro miedo? El islam está presente en Europa desde hace mucho tiempo y nunca ha habido miedo. Es verdad que los musulmanes eran menos numerosos. Pero en aquella época la fe era más fuerte. Tampoco existía –o poco- el sentimiento de amenaza.

En Guinea, hay un 5% de católicos para un 73% de musulmanes. Pero no tenemos miedo los unos de los otros. Al contrario, nos estimulamos mutuamente a través de la fidelidad a nuestra fe.

Frente a los musulmanes, para quienes la oración y la comunicación directa con Dios son centrales, los cristianos deben preguntarse: ¿soy yo tan ferviente, dado que creo en el verdadero Dios, manifestado a través de Cristo? ¿Ayuno yo también?

Dios no es alguien con quien se está en contacto de manera ocasional, cuando se tiene tiempo; Él debe estar primero: en la familia, en la sociedad,… Todo cristiano está llamado a acentuar su relación con Él.

La oración de unos y otros también es necesaria para que todo el mundo viva en paz. En este sentido, a usted le gusta contar una leyenda musulmana…

Sí, es la historia de una pastora considerada un poco loca, cuyas ovejas cohabitan pacíficamente con los lobos. Cuando alguien le pide explicaciones, ella responde: “

o he mejorado mis relaciones con Dios, y Dios ha mejorado las relaciones entre los lobos y las ovejas”. Dios da la paz entre los hombres a través de la oración.

¡Qué lejos de los comportamientos del islam radical! ¿Cómo explicarlo?

Las caricaturas que apuntan (entre otros) al islam no favorecen la cohabitación fraterna. El Papa lo ha dicho: que no se insulte la fe de los demás. No hay derecho, por no compartir la fe de alguien, a insultarlo y a caricaturizarlo. ¡Esto tiene que parar!

Pero los verdaderos musulmanes nunca han asesinado a nadie. Aquellos que decapitan, crucifican o masacran en nombre de Dios se hacen una idea sobre la que proyectan toda su violencia. Entre nosotros, los musulmanes están horrorizados por estos crímenes, que no tienen nombre.

Frente al islam, ¿ cree que Occidente está jugando con fuego?

Como destacó Benedicto XVI, que se preocupaba, el rechazo de Dios nunca se ha verificado con tanta fuerza como actualmente. Si Occidente no vuelve a su cultura y sus valores cristianos, puede ser un peligro mortal.

Pero creo que vendrá un tiempo en el que tomará conciencia de que no se puede continuar viviendo sin Dios. En este sentido, África puede ayudarle.

En su libro habla mucho de África, de sus sufrimientos, del colonialismo ideológico del que es objeto, pero también de sus valores. En su opinión, ¿qué puede aportar hoy al mundo y a la Iglesia?

Dios siempre ha implicado a África en su proyecto de salvación. Es ella quien salvó a Jesús en el momento de la huida a Egipto. También es un africano, Simón de Cirene, quien le ayudó a llevar su cruz.

África ha sufrido mucho. Sus valores han sido negados (y lo son todavía, a través de lo que Francisco llama el colonialismo ideológico, que concierne por ejemplo a la teoría de género).

Ha conocido la esclavitud. Su sufrimiento hizo decir a san Juan Pablo II [quien además anunció que sorprendería al mundo, n.d.r.] que está “grabada en la palma de las manos de Cristo crucificado”.

Pero en unas décadas, la Iglesia se ha desarrollado mucho, con numerosas vocaciones sacerdotales y religiosas, hasta el punto que el beato Pablo VI la llamó “la nueva patria de Cristo”.

Y como por otra parte, el africano es profundamente religioso y no se le puede separar de Dios, es él quien va a devolver a Dios al mundo entero.

¿Podría también dar el próximo Papa a la Iglesia?

Ríe. ¡Pero esta no es la pregunta! Reflexiona. Es Dios quien da el Papa…(ALETEIA)