Secondin expresó estas preocupaciones en la primera meditación de ayer, que, después de los momentos dedicados a la verdad interior y a la libertad personal, abrió el camino hacia la propuesta del Señor

El punto de partida fue la historia del profeta Elías, que lucha con determinación pero con un egocentrismo exagerado para defender la alianza entre Dios y su pueblo, para acabar derrotado, cansado y atemorizado en una caverna del monte Oreb.


En el encuentro del martes 24 de febrero por la tarde, Secondin concluyó la propuesta de «examinar la propia consciencia» afrontando la trágica situación de Elías, que, como narra el capítulo 19 del Primer Libro de los Reyes, se encuentra en un estado de «depresión mortal», en fuga, desilusionado por el propio fracaso. Una depresión que, dijo el padre Secondin, no es tan rara, «incluso en la vida sacerdotal. Muchos desfallecen, incluso entre los sacerdotes». Por ello es necesario estar atentos a ciertas señales que podrían provocar dificultades interiores.


En primer lugar: «el miedo». El temor lo encontramos cuando pensamos en el futuro, o asumiendo responsabilidades. Y el miedo va acompañado normalmente por la «soledad», por el «sentido de vacío» en una vida desilusionada por los fracasos, por el «desfallecimiento psicofísico» y por la «auto-acusación» (el mismo Elías dice: «No soy mejor que mis padres»).

Todo esto puede provocar una fuga (concreta, imaginaria o psicológica) o la repetición maníaca de ciertos gestos (como el consumo de alcohol y comida o las evasiones en el mundo virtual), e incluso el «deseo de la muerte». Para afrontar estos dramas humanos, psicológicos y espirituales, Secondin indicó que es importante llevar una vida en la que «la relación entre el trabajo, el reposo, la oración y las relaciones sociales» sea «bien equilibrada».


Es importante reconocer ciertas dinámicas interiores, señaló el predicador carmelita, siguiendo con la historia del profeta Elías, invitó a transformar la «fuga en peregrinación», alimentándonos de la Eucaristía y sabiendo regresar a las raíces de nuestra fe.


Después de haber encontrado la verdad interior, estamos dispuestos a la escucha de la Palabra de Dios, afirmó el padre Secondin. Podemos realizar la experiencia de la «manifestación misteriosa» que vivió el profeta Elías en el Monte Horeb, la experiencia del «susurro del viento, de un brisa ligera» donde el Señor se manifiesta. El diálogo entre el profeta y Dios, caracterizado por el fracaso de Elías y por sus acusas al Señor, han sido fuente de inspiración para las sucesivas meditaciones del carmelita. La pregunta que Dios hace al profeta: ¿Qué haces aquí? Nos muestra como Dios se presenta en este coloquio con una pregunta y obliga al hombre a mirar dentro de sí, a dar espacio a las inquietudes interiores.


A veces, dijo el padre Secondin, también para nosotros Dios se convierte en una especie de títere, y corremos el riesgo de «manipularlo» con la misma furia que envuelve al profeta. Pero Dios es libre, el fracaso de Elías no afecta a Dios, que ya tiene un designio para su pueblo que ha permanecido fiel. El profeta es interpelado interiormente. El viento impetuoso, el terremoto, el fuego en el cual Elías no encuentra a Dios podría ser, dijo el predicador carmelita, «las proyecciones de estados interiores» de la persona. De esta lectio, explicó el padre Secondin, deben surgir preguntas personales: ¿Estamos obsesionados por los problemas, por la carrera? ¿Cómo es nuestra relación con Dios? ¿Sabemos estar en adoración temerosa de Dios? O tenemos voces ensordecedoras como: el suceso, la vanidad, el dinero, la culpa de los demás. Finalmente, recordando los 7 mil israelitas que permanecieron fieles al Señor, el predicador carmelita dijo, que ellos pueden representar la «fidelidad silenciosa del pueblo». Por ello, es importante comprender esta fidelidad, ser capaces de escuchar las voces de los pobres, de los sencillos, de los pequeños que son dones preciosos y no fragmentos perdidos de la sociedad.

Y si, como dice Elías, nos encontramos desilusionados, cansados, nos creemos mejores que todos y pensamos que el mundo está habitado solamente por diablos sueltos», hay que «dejarse sorprender por Dios» y comenzar un nuevo recorrido.

Secondin terminó de esta manera la meditación: «¡Regresa sobre tus pasos!», invitación que enriqueció con sugerencias: comparte tus bienes materiales con los más pobres, «hay que abrir los armarios llenos de cosas inútiles» y darlos, hay que abrir los brazos para «hacer la paz sincera con quien no logramos soportar», hay que abrir los horizontes «a la verdad polifónica, a la belleza de las culturas y a la riqueza de las tradiciones» para admirar todo lo hermoso que ha hecho el Señor. «Mueve tus pasos en las periferias –fue la última exhortación–, ve a celebrar en las barracas, almuerza con quien tiene poco de comer. Entenderás en dónde te espera Dios».(VATICAN INSIDER)