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El Papa con sacerdotes de Roma: que la homilía no sea un «show»
20 - 02 - 2015 - PAPADOS - Francisco

Celebrar la Misa es «entrar y hacer entrar en el misterio». Lo dijo Papa Francisco, que, como siempre al inicio de la Cuaresma, se reunió esta mañana con los sacerdotes de su diócesis, Roma, en una audiencia, a puerta cerrada, dedicada al “ars celebrandi” (el arte de celebrar rectamente la Santa Misa ) y, en particular, a la homilía. Entre los presente se encontraba un ex-cura quien le preguntó al Papa si la Iglesia podía readmitirlo al sacerdocio.

El momento central de la celebración, la homilía, no debe ser ni «sofisticada» ni un «show», sino, indicaron diferentes sacerdotes al salir del encuentro que se llevó a cabo en el Aula de las audiencias, debe estar arraigada en la vida, en la oración y en la capacidad del ministro de entrar en comunión con el «pueblo de Dios», hasta el punto de llorar con él. Durante las dos horas del encuentro, las preguntas de los sacerdotes (algunas preparadas y muchas, por voluntad del Pontífice, espontáneas) tuvieron un gran espacio. Al responder, Jorge Mario Bergoglio, con la claridad que lo distingue, afrontó temas como los sacerdotes que han dejado el sacerdocio porque se han casado, los fieles migrantes y el peligro (que debe ser evitado) de hacer entrar a los seminarios a personas con desequilibrios psíquicos.


Después del saludo inicial del cardenal Vicario Agostino Vallino, vicario del Papa para la diócesis de Roma, Papa Francisco «introdujo el encuentro –según indicó la Sala de prensa vaticana– refiriéndose a una intervención que hizo el primero de marzo de 2005 ante la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos sobre el tema del “Ars celebrandi”», cuyo texto fue distribuido a todos los que participaron hoy en el encuentro y publicado por “L’Osservatore Romano”. Con este texto, indicó el mismo Jorge Mario Bergoglio, se ganó un “jalón de orejas” del cardenal alemán Joachim Meisner «y también del entonces cardenal Ratzinger, que me dijo que faltaba una cosa importante del “ars celebrandi”, que era sentirse frente a Dios: y tenía razón, yo no había hablado de esto».


En su discurso introductivo, el Papa reflexionó sobre dos temas: la homilética («para cada sacerdote la homilía es un desafío») y el “ars celebrandi”, es decir el arte de celebrar, cuyo núcleo es «recuperar la fascinación de la belleza» y «la sorpresa, esa que se siente en el encuentro con Dios», un sentimiento que «atrae y te deja en contemplación». En este sentido, «celebrar es entrar y hacer entrar en el misterio: es simple, pero es así». El Papa después comparó la oración y la celebración: «Cuando encontramos al Señor en la oración sentimos este estupor, cuando rezamos formalmente o formalísticamente, no». De la misma manera, en el “ars celebrandi” «hay que rezar frente a Dios con la comunidad, pero normalmente como se reza». Al contrario, «cuando encontramos a sacerdotes que celebran de manera sofisticada, artificial, o que abusan un poco de los gestos –subrayó el Papa–, no es fácil que se dé el estupor», y así, «si yo soy excesivamente rígido, no hago entrar en el misterio», y, «si soy un “showman”, protagonista de la celebración, no hago entrar en el misterio». Jorge Mario Bergoglio también citó ejemplos negativos para explicarse mejor: el papá de un sacerdote que se alegra porque encontró con sus amigos una Iglesia en la que «se celebraba la Misa sin predicar la homilía», y la misma sobrina del Papa, que se quejaba porque en lugar de la homilía había soportado «una lección de 40 minutos sobre la “Summa” de Santo Tomás».


El sacerdote, por el contrario, debe provocar a los fieles si él mismo vive, en la oración y en la contemplación, una relación con Dios. En este sentido, el “ars celebrandi” no es «“ars restaurandi”», sino propone a los fieles lo que el sacerdote mismo ha vivido. Para subrayar que la homilía tiene tanto un valor litúrgico intrínseco como un contributo del sacerdote que la pronuncia, el Papa explicó que no es, como pensaba Lutero, solo «“ex opere operatur”» (cuando la gracia es transmitida por el simple hecho de hacer la acción), ni «“ex oper operantis”» (cuando la disposición del sujeto que celebra determina la transmisión de la gracia), sino «mitad y mitad». Jorge Mario Bergoglio, que puso el ejemplo de los sacerdotes que se preparan para la homilía dominical desde el lunes anterior, para que «madure» dentro, también sugirió la lectura de dos libros sobre la predicación: uno de Domenico Grasso y otro de Ugo Rahner («No Karl Rahner: Ugo –bromeó–; se distingue de su hermano porque escribe claro»). El Papa, que citó el directorio homelético publicado recientemente por el Vaticano, también subrayó la necesidad de una «pastoral litúrgica de formación», tanto para el pueblo de Dios como para los sacerdotes y seminaristas, e insistió en el magisterio de los Papas sobre la homilía en la Misa.


Después del discurso introductivo del Papa, el encuentro prosiguió con las preguntas de los sacerdotes y las respuestas del Pontífice. Fue Francisco quien, después de las primeras cino o seis preguntas “prefabricadas”, animó a los sacerdotes a hacer preguntas espontáneamente. Y se animaron unos siete u ocho. Los argumentos afrontados fueron diferentes. Se volvió a la invitación que hizo ayer el Papa en la ceremonia del Aventino, para el Miércoles de Ceniza: «llorar con el pueblo de Dios» para no ser «hipócritas». El Papa subrayó la necesidad de que un sacerdote llore con los fieles, en comunión con la comunidad que se le ha encomendado. También afrontó el tema de la formación de los sacerdotes, y el Papa subrayó que, debido a la carencia de vocaciones, un obispo tiene que tener mucho cuidado para que no entren al seminario personas que eligen el camino sacerdotal para esconder «desequilibrios» de naturaleza psíquica. Francisco también subrayó que si la homilía está «bien hecha», incluso los fieles más no tan constantes o distraídos, como los que solo van a misa cuando hay un funeral o un matrimonio, pueden ser atraídos por la Palabra de Dios, en lugar de quedarse afuera de la Iglesia fumando un cigarro. Un sacerdote preguntó al Papa por qué había dicho una vez que la homilía era un «acto de justicia», y el Papa le explicó, citanto a San Pablo, que la homilía nos justifica, es decir nos vuelve justos, porque representa el momento en el que la gracia de Dios entra en nosotros, el momento en el que su Palabra desciende hacia nosotros, y recordó que en la celebración es el Señor quien celebra en nosotros: es Él «el altar del pueblo».


Tomó la palabra, de entre los sacerdotes, Giovanni Cereti, que fue dispensado después de haberse casado, y preguntó si la Iglesia puede readmitirle al sacerdocio; el Papa, según indicaron los presentes, explicó que se trata de un problema cuya solución no es fácil, y recordó que lo está estudiando la Congregación para el Clero, pues es una cuestión importante para la Iglesia. Otro sacerdote indicó que asisten a Misa fieles de diferentes culturas y orígenes (chinos, africanos, convertidos del islam…), y preguntó cuál era la actitud que había que asumir. El Papa respondió afirmando que no tenía soluciones, pero que considera que el sacerdote debe «entrar en la historia», «sumergirse en la historia» y encontrar soluciones en el Espíritu.(Iacopo Scaramuzi-VATICAN INSIDER)