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Cardenal Zen ¿tú no crees en los milagros?
19 - 02 - 2015 - IGLESIA - Asia

Los católicos chinos (incluidos los obispos «clandestinos») empiezan a hablar en primera persona sobre las relaciones entre Pekín y La Santa Sede. Pero el cardenal Joseph Zen quiere seguir «dictando línea» desde fuera y critica las entrevistas de Vatican Insider (y también al Secretario de Estado Pietro Parolin). Recibimos y publicamos el texto del sacerdote «clandestino» Paul Han

Una premisa. Inmediatamente después de que Vatican Insider publicó las dos entrevistas a Giuseppe Wei Jingyi y Giuseppe Han Zhi-hai, el cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, publicó en su blog un artículo titulado «Parece que alguien quiere que nos callemos». Zen criticó a Giani Valente, colaborador de Vatican Insider y autor de las entrevistas, acusándolo de usar las palabras «obispos que son fieles al Papa y han sido encarcelados debido a su fe» para «tapar la boca» a los que no se sienten optimistas en relación con el diálogo entre China y el Vaticano. Al mismo tiempo, Zen dijo que estaba «preocupado» por las palabras que el cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin ha dicho en diferentes ocasiones en relación con esta cuestión. Según Zen, Parolin representa a los que están «demasiado metidos en compromisos» y a quienes «ya han cedido demasiado». Dejo a un lado las críticas del cardenal Zen a Gianni Valente y al cardenal Parolin. Si lo consideran necesario, podrán expresarse al respecto. Pero no puedo dejar de decir mi opinión sobre Wei Jingyi y Han Zhi-hai, los obispos que concedieron las entrevistas. Después de haber leído las palabras del obispo Wei en internet, me alegré e inmediatamente escribí un artículo titulado «La iglesia en China necesita más obispos como Wei Jigyi».


En todos estos años hemos escuchado muchas cosas sobre la situación de la Iglesia en China, muchas opiniones ambiguas y controversias de los medios de comunicación, de organizaciones y personajes de la Iglesia que viven y operan fuera de China.


En cambio, últimamente hemos visto que personas como el obispo Giuseppe Wei Jingyi, que concedió una entrevista sincera, abierta y al mismo tiempo digna, humilde y auténtica, para expresar todo lo que vive y sufre. Todo esto mi hizo pensar en el hecho de que hasta ahora hemos ofrecido y seguimos acreditando la impresión, errónea, de que los pastores y los laicos católicos chinos son «inmaduros» y que por ello se necesitan «hombres con voluntad» que den instrucciones desde fuera. Con el tiempo, esta falsa impresión se ha consolidado en las mentes de las personas y de enteros grupos fuera de China. Y, desgraciadamente, a veces esta situación ha influido en los pastores y en los laicos católicos de China. Entre ellos, hay algunos que están convencidos de que no están a la altura y de que siempre necesitan personas que intervengan desde fuera para hablar en su lugar. Sin darse cuenta, asumen las opiniones y las advertencias que llegan desde fuera como si fueran criterios que indicaran la línea correcta. Aunque nosotros contemos con nuestra experiencia y comprensión de las cosas, debido a un inducido complejo de inferioridad, nos sometemos a los dictámenes de aquellos y nos quedamos en silencio, condicionados psicológicamente por el miedo de equivocarnos. Censuramos incluso el pensamiento de tratar de construir algo con base en nuestro discernimiento. Este fuerte sentido de inferioridad, que se puede encontrar en los pastores y en los lacios católicos de China, nos ha impulsado a buscar otros puntos de apoyo para mantener el equilibrio psicológico. Este, claramente, no es el mejor método, porque así no vamos a ninguna parte. Así nos dañamos a nosotros mismos y a la comunidad.


Por los motivos antes indicados, cuando leí la entrevista del obispo Wei, publicada en Vatican Insider, me alegré al ver a un obispo chino, uno de la «comunidad clandestina», listo para hablar con sinceridad y con el corazón abierto, con humildad y dignidad, sin ningún complejo de inferioridad. Me dio una nueva esperanza, y quise expresarla escribiendo un pequeño artículo. Al mismo tiempo, todo esto me llenó de grandes expectativas por el futuro. Nació en mí una cierta confianza; tal vez en el futuro haya más obispos chinos dispuestos, como el obispo Wei, a alzar la voz y a hablar abiertamente incluso sobre las relaciones entre China y la Santa Sede. Esto forma parte de lo que Dios quiere de ellos, porque esta también es su misión, y responde a las expectativas que nutre la comunidad eclesial. Además, y principalmente, forma parte de la responsabilidad y de la misión que tienen en el presente. Por ello, cuando vi publicada, de nuevo en Vatican Insider, una segunda entrevista concedida por el obispo Giuseppe Han Zhi-hai de Lanzhou, me volví a alegrar, sabiendo que no había dependido de mi artículo.


Sin embargo, esta alegría duró poco. Un artículo del cardenal Zen, titulado «Parece que alguien quiere que nos callemos», sentenció duramente: «Los que van a entrevistar a personas eclesiásticas de China, pertenezcan a la Iglesia oficial o a la Iglesia clandestina, pero de esa zona ‘gris’ (un poco ‘arriba’ y un poco ‘abajo’), deben recordar bien que estas no son personas libres, que cuando hablan en público no pueden decir lo que quieren». Entonces, escribió Zen, «es ingenuo suponer que pueden hablar libremente. Hacerles una entrevista es cruel, cuando se sabe que no pueden decir todo con el corazón abierto. Estas entrevistas engañan a los lectores».


Si comprendo bien, desde hace varios años el cardenal Zen repite a todos, fuera de China, que los obispos chinos solo son «personas con identidad de esclavos y son como perros falderos que salen a pasear con la correa» (palabras del artículo de Zen de 2010 «¿Donde está el diálogo; donde está la contraposición?»). Entonces, todos los que tratan a los obispos chinos como personas libres y capaces de pensar, y los entrevistan, solo pierden el tiempo y las energías. «Engañan a los lectores». Los que quieran hacer una entrevista, deben hacerla con una persona libre, con alguien que tenga las ideas claras, como las del cardenal Zen. Efectivamente, ha concedido muchas entrevistas, y cada vez ha provocado enormes polémicas. Desgraciadamente, en varias ocasiones, la realidad de los hechos ha demostrado cuándo eran correctas las sospechas de esos «engaños a los lectores».


El 13 de febrero de 2012, por ejemplo, en el periódico «Ming Bao», fue publicado un artículo titulado: «Zen: los comunistas chinos se infiltraron en la Santa Sede». El título, evidentemente, llamó la atención de muchísimos lectores y provocó fuertes discusiones en las comunidades eclesiales tanto dentro como fuera de China. Todo duró hasta el 22 de febrero, cuando el cardenal Zen finalmente difundió una declaración pública para aclarar las cosas. «Yo -dijo el cardenal en esa ocasión- estoy convencido de ser una persona inteligente y aguda, pero a veces no lo soy tanto. A veces he provocado incomprensiones e inconvenientes, y por ello pido perdón». Para justificarse, Zen explicó cómo había sido la entrevista que había concedido. Dijo que el cocinero del noviciado salesiano se había ido de vacaciones a principios de ese año, por lo que él se ocupó de la cocina («mi plato era el cerdo agridulce») el cuarto día del nuevo Año Chino. Acababa de cocinar. Pero en ese momento lo llamaron del periódico para la entrevista. «Al día siguiente», dijo el cardenal, «descubrí que había un problema con el título de la entrevista. Pero no le di importancia. No quería crear polémicas. Y, de cualquier manera, las personas de Hong Kong saben que a los redactores de los periódicos les gusta inventarse ‘scoops’…»


A mediados de marzo de 2013, cuando fue elegido Papa Francisco, el cardenal Zen explicó a la BBC que el nuevo Pontífice era «una persona conservadora». Pero los hechos han demostrado que no era así. En casi dos años de Pontificado, Papa Francisco ha demostrado que su estilo no es el re un reaccionario. Es más, hay muchos que se preocupan porque está avanzando demasiado, en la vía de la reforma. Y por esto resisten.


Desde 2014, el cardenal Zen ha declarado varias veces a los medios de comunicación que había sugerido al Papa que no visitara China, para no ser manipulado. Zen dio a entender que Francisco no ha escuchado sus «sugerencias». El Papa, en ocasión de su viaje a Corea del Sur, cuando su avión estaba sobrevolando el territorio chino, dirigió dos veces sus saludos a los dirigentes y al pueblo chinos. Durante el viaje de regreso, al responder a las preguntas de los periodistas, dijo que le gustaría visitar China, «incluso mañana mismo». Luego, el 16 de septiembre, el sitio argentino Infobae reveló que Papa Francisco había escrito al presidente chino Xi Jinping, invitándolo a reunirse con él en el Vaticano para hablar sobre la paz en el mundo. El Papa también escribió que está dispuesto a visitar Pekín, sobre todo s su presencia facilita las relaciones bilaterales.


Tal vez, debido a que sus sugerencias no han sido escuchadas por el Papa, el cardenal Zen, despechado, no ha dejado de demostrar su disgusto frente a ciertas decisiones que ha tomado el Sucesor de Pedro. Por ejemplo, cuando Zen vio que el Papa no había recibido en Roma al Dalai Lama, que estaba en la ciudad para participar en otras iniciativas, publicó inmediatamente un artículo en su blog sobre el fallecido cardenal Paul Shan de Taiwán, recordando que él se había encontrado en público con el Dalai Lama y que era «un hombre valiente, un chino que no cedía a la fuerza». Daba a entender, con este comentario, que Papa Francisco era uno que temía y que cedía frente a la súper-potencia china. Al respecto, respondiendo a los periodistas durante el vuelo de regreso de Manila a Roma, el Papa dijo: «Vi que algunos periódicos dijeron que no lo recibí (al Dalai Lama, ndr.) por miedo de China: esto no es cierto». En esa ocasión, el Papa aclaró que «el motivo no era el rechazo de la persona o el miedo a China», y añadió «estamos abiertos y queremos la paz con todos». Después, respondiendo a una pregunta sobre las relaciones con China, insistió: «El gobierno chino es educado. También nosotros somos educados y hacemos las cosas paso a paso, como se hacen en la historia, ¿no? Todavía no se sabe, pero ellos saben que yo estoy dispuesto recibir o a ir. Lo saben».


Todos estos hechos demuestran que el cardenal Zen cree que debe ser él quien se ocupe de administrar las cuestiones de la Iglesia, sobre todo las que tienen que ver con la iglesia en China. Él habla fuerte y a veces grita, sin considerar los hechos, y mucho menos la dignidad y las dificultades de los obispos de la Iglesia en China, sucesores de los Apóstoles. Por este motivo, su voz ensordece las voces de los obispos y de los laicos de la China continental. Su voz no está en sintonía con la del cardenal John Tong, el obispo titular de Hong Kong. Su voz parece alejada de la voz del Papa y de la del Secretario de Estado. De cualquier manera, la voz del cardenal Zen y de los que lo apoyan encuentra a menudo muchos canales y muchos instrumentos para ser difundida en todas las latitudes. Y la cosa funciona bien si uno participa en algún encuentro o simposio internacional, y, sobre todo, si se publican las fotos de sus intervenciones en alguna conferencia.


Las imágenes plásticas y las consignas contribuyen a conferir una impresión de autoridad y de superioridad con respecto a los demás. En cambio, la voz de los obispos, de los sacerdotes y de los laicos de China se pierden en la inmensidad del mundo digital y en el océano infinito de las palabras. Mientras yo me alegraba de haber descubierto el espacio que nuestros dos «obispos clandestinos» encontraron en los medios de comunicación internacionales, el cardenal Zen, al contrario, se quedó con un sabor amargo en la boca. Sintió la necesidad de decir que Gianni Valente no había seguido las reglas de su profesión. También criticó al Secretario de Estado, el cardenal Pietro Parolin, por su «estilo» erróneo. Zen quiere enviar también una advertencia a los dos obispos clandestinos Wei y Han, y a los demás obispos chinos que crean poder expresar sus pensamientos sobre la Iglesia en China: quiere advertirles que ellos no conocen «las reglas del juego», que no son dignos de ser entrevistados, porque no son «personas libres» y tienen «identidad de esclavos», son solamente «perritos falderos» de los demás.


Por último, el cardenal Zen no dejó de usar los casos de los obispo Su Zhi Ming y Shi En Xan (dos ancianos obispos que desaparecieron hace tiempo) para atemorizar a Gianni Valente y a los «representantes de la Santa Sede». Como si dijera: si no logran ni siquiera saber dónde están los dos obispos y asegurar que se encuentran sanos y salvos, entonces no pueden hacer ninguna entrevista y no deben perseverar en su «actitud positiva». Tengan cuidado, de lo contrario pongo en marcha la máquina mediática para denunciar a los «malos» y a los que han traicionado a la Iglesia fiel. De cualquier manera, el cardenal Zen parece haber olvidado que él tampoco sabe dónde están los dos ancianos obispos, ni si están vivos o muertos. Para saberlo, no es suficiente llevar a unas cuantas personas a las manifestaciones en las que se gritan consignas contradictorias.


Para obtener resultados positivos, es necesario mostrar a la nación, al gobierno y al pueblo que nosotros los católicos no somos antagonistas de nadie y que no pertenecemos a una «religión extranjera». Debemos ofrecer el testimonio de que trabajamos sinceramente por una nación independiente, íntegra y grande. Que somos chinos que contribuyen a la armonía, a la prosperidad y a la estabilidad de la sociedad. ¿Acaso no es lo que dicen los dos obispos Wei y Han, si uno lee atentamente el contenido real de sus entrevistas? ¿No es este acaso el mensaje que el Papa y el Secretario de Estado Parolin siempre han tratado de enviar? ¿Por qué, cardenal Zen, dices que los obispos chinos no deberían ser entrevistados? ¿Por qué las palabras y las declaraciones de Papa Francisco y del Secretario de Estado no te tranquilizan? ¿Por qué te consideras el único parámetro de la verdad, como una especie de ‘canon humano’ que tiene el poder de juzgar lo que es correcto o incorrecto?


Como sea, antes de concluir, no puedo dejar de expresar que concuerdo con el cardenal Zen en un punto: actualmente, como él dice, la situación de la Iglesia en China es «gravemente anormal. Es el gobierno el que administra la iglesia. Y para que la Iglesia vuelva a encontrar un camino normal, se necesita un milagro». Esta consideración da en el blanco, sobre todo por un detalle: nosotros creemos en los milagros, y por ello queremos dejarnos guiar por la luz de la fe. Para continuar con el diálogo incesantemente, diálogo tras diálogo, hasta que llegue el día del milagro. ¿Acaso, cardenal Zen, tú no crees en los milagros?

 

*El sacerdote chino Paul Han Qing Ping proviene de una familia católica. Estudió (entre 1996 y 2006) misiología e historia de la Iglesia. Después de su ordenación sacerdotal volvió a China y trabaja para un ente pastoral caritativo que ofrece servicios de asistencia social a los pobres y a los que se han visto afectados por los desastres naturales. Además es profesor de historia de la Iglesia en un seminario y se ocupa de los retiros para los laicos y para las comunidades religiosas. Su blog personal es blog.sina.com.cn/blessedone. Come “blogero” es conocido con el nombre de Gan Pao Lu. Paul Han forma parte del área eclesial llamada «clandestina», expresión desafortunada y confusa, utilizada sobre todo para indicar a los obispos, sacerdotes y fieles que no se someten a los órganos ni a los métodos de la política religiosa de Pekín. (Paul Han-VATICAN INSIDER)