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Wuerl responde a Burke
14 - 02 - 2015 - SINODOS - 2014-2015

El arzobispo de Washington habló en su blog sobre las críticas a Papa Francisco, recordando los ataques contra sus predecesores: «Están en desacuerdo con el Papa porque él no sigue sus posiciones»

«Una de las cosas que he aprendido es que hay un hilo común que conecta todas estas “disidencias”. Están en desacuerdo con el Papa porque él no está deacuerdo con ellos y no sigue sus posiciones». Esta es la conclusión a la que llegó el cardenal arzobispo de Washington, Donlad Wuerl, en un artículo que publicó en su blog, titulado “El Papa, piedra angular de fe y unidad”.


El comentario del cardenal estadounidense se refiere a los que dentro de la Iglesia expresan sus críticas hacia el Papa. Wuerl no cita nombres, pero dice que recibió por correo electrónico «una entrevista» y «un artículo» de «hermanos obispos». Hace pocos días, provocó algunas discusiones la entrevista del cardenal Leo Raymond Burke en un programa de la televisora France2, durante la cual el purpurado afirmó que quería «resistir» al Papa si decidía abrir la posibilidad de que los divorciados que se han vuelto a casar reciban los sacramentos.

Wuerl recuerda que siguió el domingo pasado el Ángelus del Papa, frente a decenas de miles de personas, y recordó que «este popularísimo y veneradísimo sucesor de Pedro» habló sobre «la ternura de Jesús, sobre su compasión amorosa y, al mismo tiempo, sobre nuestra necesidad de ser atentos y compasivos con los demás seres humanos». Pero, observó, la admiración que se siente en todos los rincones del planeta hacia Francisco «no es compartida por todos».


«Mientras estaba viendo al Santo Padre por la televisión, mi bandeja de entrada se estaba llenando con un número de correos, entre los que había una entrevista y un artículo de hermanos obispos que son mucho menos entusiastas con Papa Francisco». Estos correos hicieron que Wuerl recordara sus años de joven seminarista, cuando experimentó por primera vez la “disidencia” frente «a la doctrina y la práxis de un Papa». Ese Papa era Juan XXIII, y la enseñanza que no fue «bien recibida por todos» fue la encíclica “Mater et magistra”. Uno de los “disidentes” usó una expresión que tuvo cierto éxito en algunos círculos: la Iglesia, «madre, sí; maestra, no». «Junto con cierto número de compañeros de clase, recuerdo que quedé escandalizado por este rechazo de la encíclica».


Pero un sacerdote del seminario regañó a Wuerl y a sus compañeros por su ingenuidad, y les explicó que «siempre ha habido una corriente de “disenso” en la Iglesia», incluso en el Colegio cardenalicio. «Fue entonces cuando escuché hablar del cardenal Louis Billot –escribe Wuerl–, que era muy poco discreto en su oposición frente a Pío XI, que condenó el movimiento político y religioso de la Action Française». El arzobispo de Washington recuerda que Billot fue «convencido de abandonar su dignidad cardenalicia» y volvió a ser un simple padre jesuita.


Los disgustos con respecto a la postura del Papa en relación con temas doctrinales, pastorales, canónicos o incluso simplemente relacionados con su forma de vestir, «parecen siempre haber existido de alguna manera. En 1963 San Juan XXIII se convirtió nuevamente en el objeto de las iras de los que no querían su encíclica “Pacem in Terris”, así como el beato Pablo VI por su encíclica “Populorum progressio”, de 1967, y, ciertamente, por su encíclica “Humanae vitae” de 1968. El “disenso” de algunos religiosos frente a la enseñanza de la “Humanae vitae” los llevó a abandonar su ministerio sacerdotal».


Pero Wuerl, con importantes y evidentes referencias a todos los que se han aficionado a ciertos paramentos del pasado, añade: «en un nivel mucho menos importante, hubo un notable desconcierto entre algunos en 1969, cuando el Secretario de Estado de Papa Pablo VI publicó una instrucción sobre el hábito de los obispos y de los cardenales. El esfuerzo por racionalizar y acabar con cosas como la capa magna (el largo manto de los obispos y cardenales con una larga, larguísima, cola)».


El cardenal estadounidense recuerda que el breve Pontificado de Papa Luciani «no dejó de tener críticas. Algunos escribieron que consideraban su sonrisa poco digna de un Papa, pues disminuía la gavitas (seriedad) de su oficio».

Y luego, recuerda Wuerl, llegó San Juan Pablo II. «Todo lo que escribió recibió algunas críticas, desde sus encíclicas sociales, como “Laborem exercerns” de 1981 o “Sollicitudo rei sociales” de 1987” de 1987 o “Centesimus annus” de 1991, hasta su encíclica sobre la permanente validez del esfuerzo misionero de la Iglesia, “Redemprotis missio”. Hubo algunos que lo criticaron constantemente por sus viajes, aunque hubiera en sus casi 27 años como Papa revitalizado a la Iglesia. Personalmente, siempre he considerado las críticas a San Juan Pablo II particularmente dolorosas, porque tengo tanto afecto y admiración por él».


El cardenal recuerda, para concluir, todas las críticas que acompañaron el Pontificado de Benedicto XVI, «buen, brillanre y santo pastor de la Iglesia». No es ninguna sorpresa, pues, que Francisco se vea expuesto a este fenómeno. «Una de las cosas que he aprendido en todos estos años, a partir de esos primeros e ingenuos días de 1961, es que, al examinar con mayor atención, se encuentra un hilo común que conecta todas estas “disidencias”. Están en desacuerdo con el Papa porque él no está de acuerdo con ellos y no sigue sus posiciones. El “disenso” es, tal vez, algo que siempre tendremos, deplorable en cuanto tal, pero tendremos siempre a Pedro y a su sucesor como una roca y piedra angular de nuestra fe y de nuestra unidad».(Andrea Tornielli- VATICAN INSIDER)