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Fragilidades y sufrimiento en la Iglesia caldea
30 - 01 - 2015 - IGLESIA - Asia

Un sínodo extraordinario para encontrar soluciones al conflicto que explotó entre el Patriarca Louis Raphael y el obispo Jammo sobre la cuestión de los «clérigos vagantes» que migraron a los Estados Unidos sin permiso. E involucran a la Santa Sede

La cita será en Baghdad el próximo 7 de febrero. El Patriarca Louis Raphael I Sako convocó a un Sínodo extraordinario de los obispos dela Iglesia caldea, que consagrará a dos nuevos obispos. Y la reunión en la capital iraquí se anuncia como un ajuste de cuentas. El argumento principal son las tensiones que desde hace tiempo involucran al Patriarca, a los obispos y a sectores de la diáspora caldea en los Estados Unidos. Se trata de una contienda que podría tener efectos devastadores, en una época en la que los problemas y las emergencias que vive el Medio Oriente están acelerando la fuga de los cristianos autóctonos de las tierras de la antigua Babilonia.


El “casus belli” son el grupo de los sacerdotes y monjes que durante los últimos años han dejado las propias diócesis y las propias casas religiosas en Irak sin el permiso de los superiores, para mudarse a los Estados Unidos u otros países occidentales, haciendo crecer las filas de las más opulentas diócesis de la diáspora caldea. En octubre del año pasado, el Patriarca publicó un decreto con el que ordenaba a todos que regresaran o que llegaran a un acuerdo con los obispos y los líderes de las comunidades para regularizar su traslado. En caso de que no hubieran seguido las disposiciones patriarcales, habrían incurrido en medidas canónicas disciplinares como la suspensión del servicio sacerdotal y la anulación de cualquier forma de retribución. Pero, en la mayor parte de los casos, las indicaciones del Patriarca fueron desatendidas. Y los sacerdotes y religiosos qu ese transfirieron a los Estados Unidos sin consentimiento encontraron el apoyo del obispo Sarhad Jammo, titular de la eparquía de San Pedro de los Caldeos, con sede en San Diego, California.


Esta resistencia ha asumido incluso los rasgos de la disputa teológica y canónica. El obispo Jammo citó los cánones del Código que limitan territorialmente la validez de las actas disciplinarias dispuestas por el Patriarca, y, como obispo católico, insistió en que debía solamente responder al Papa, y no al Patraircado. En las últimas dos semanas, los medios de comunicación de los Estados Unidos con sede en California retomaron los rumores de que la causa de los «clérigos vagantes» habría encontrado apoyo en Roma: según el “Los Ángeles Times”, habría tenido incluso resultado positivo una apelación de los migrantes, y el mismo Papa Francisco habría anulado las disposiciones patriarcales, regularizando a los sacerdotes y los religiosos caldeos involucrados en el trabajo pastoral en las diócesis de los Estados Unidos y cancelando la obligación de volver al Medio Oriente. «Decirme que vuelva a Irak es como decirme: “Suicídate”», afirmó el padre Noel Gorgis, agente de la parroquia caldea de El Cajón, que en una dura entrevista televisiva asumió el papel de víctima de órdenes desconsideradas de quienes lo querrían obligar al martirio, orillándolo a volver a las tierras ensangrentadas de las escaramuzas yihadistas. Y además, algunos medios de comunicación estadounidenses acusaron al Patriarca de insubordinación, pues se habría negado a aceptar las presuntas disposiciones del Papa.


Las indiscreciones que encontraron eco en los medios californianos parecerían delinear escenarios de controversia, con implicaciones muy poco convenientes desde el punto de vista ecuménico: si el obispo de Roma interviene verdaderamente para anular las medidas disciplinarias dispuestas por un Patriarca católico, los primeros que se frotarían las manos serían los sectores de las Iglesias de Oriente separadas de Roma que siguen denunciando el ecumenismo como instrumento de despotismo «papista»


En realidad, por el momento, no ha habido ninguna indicación papal sobre las órdenes del Patriarca. Más bien, en medio del clima exasperado de la controversia, la supuesta intervención vaticana fue fruto de una filtración parcial. La que antes de Navidad envió desde Roma una carta fue la Congregación vaticana para las Iglesias orientales, firmada por el cardenal Prefecto, Leonardo Sandri, en la que se expresaba la invitación a una solución fraternal y razonable de la controversia, autorizando, “pro tempore”, a los sacerdotes que habían incurrido en sanciones disciplinarias, permanecer en los Estados Unidos celebrando misa para garantizar el curso normal de las celebraciones litúrgicas. Pero solo temporalmente, mientras se espera una solución definitiva del caso.


El sínodo que se llevará a cabo en Baghdad en febrero deberá resolver los problemas y verificar la unión del episcopado caldeo alrededor del Patriarca, en un escenario marcado por una polarizción exasperada. Según el proprio Louis Raphael I, la única solución practicable incluiría la renuncia del obispo Jammo. Este último, con toda probabilidad, no se presentará a la asamblea sinodal, como ya hizo en las de 2013 y 2014, y seguirá sin adoptar el nuevo Misal aprobado por el Sínodo. Entonces, la Santa Sede podría verse obligada a intervenir. «Yo espero que el Vaticano apoye la línea del Patriarcado. Si no, para la Iglesia caldea será el fin», declaró el Patriarca en una entrevista con el sitio Baghdadhope, en la que también anunció que, de lo contrario, quien renunciará al patriarcado será él, puesto que «ya no tendría ningún sentido, solo el de un título honorífico».


Como sea, la polémica ha expuesto las fragilidades y los sufrimientos que desde hace tiempo afectan a la Iglesia caldea. Pero también se ha hecho evidente la relación problemática que muchas Iglesias de Oriente viven con las respectivas comunidades en la diáspora, a menudo influyentes y con mayores medios, incluso financieros.


Los sacerdotes y religiosos que se han trasladado al Occidente sin autorización, y que a veces llevan a los respectivos clanes familiares, a menudo se presentan como personas obligadas a elegir entre la desobediencia y la muerte asegurada. Una “auto-justificación” que se puede justificar fácilmente con las alarmas sobre la suerte de los cristianos en los países del Medio Oriente. Pero que suena como algo una victimización forzada y ofensiva frente a todos los sacerdotes, religiosos y religiosas que siguen sirviendo a su pueblo en las Iglesias, en las casas, en las tiendas de los campos para prófugos. En la actualidad, indicó el Patriarca Louis Raphael en la entrevista citada, «viven en Irak unos 400 mil cristianos, de los cuales la mitad es caldea, y estos últimos pueden contar con 75 sacerdotes diocesanos y 15 monjes. Una realidad que sufre, debido a los hechos de los últimos años, que necesita todas las fuerzas que la Iglesia pueda usar. Un sacerdote o un monje que huye no solo da mal ejemplo, sino que niega a los fieles en su patria ese consuelo moral y espiritual que hoy es más necesario que nunca».(Gianni Valente-VATICAN INSIDER)