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Obispo estilo Francisco en USA
14 - 11 - 2014 - IGLESIA - América

El neo-arzobispo de Chicago habla sobre las reacciones a su nombramiento y sobre la decision de vivir en un pequeño departamento en lugar de habitar la residencia arzobispal. Primera parte de la entrevista

El pasado 20 de septiembre, Papa Francisco nombró a Blase Joseph Cupich, de 65 años, noveno arzobispo de Chicago. Tomará posesión el próximo martes 18 de noviembre en la catedral del Holy Name. Sustituye en la cátedra al cardinal Francis George, que “gobernó” la arquidiócesis durante los últimos 17 años y actualmente está luchando en contra del cáncer.

El nuevo arzobispo se convertirá en el pastor de la tercera diócesis más grande de los Estados Unidos: una diócesis que tiene 2,3 millones de católicos, 383 parroquias y un sistema sanitario y de educación que es uno de los más grandes de todo el país.

Su nombramiento fue recibido con entusiasmo tanto por los eclesiásticos como por los laicos de la “Ciudad del viento”. El 22 de octubre Cupich acabó en las primeras planas de los periódicos nacionales porque había anunciado la decision de vivir en un departamento de la canonjía de la catedral en lugar de ocupar la casa arzobispal, en donde habitaron sus predecesores desde 1885.

En esta entrevista, el arzobispo apenas elegido habla sobre los desafíos que deberá afrontar en Chicago, sobre los puntos que fortalecerá con su nuevo rol, sobre su compromise a favor de la cultura del encuentro y sobre su posición con respecto a cuestiones como la migración, la pobreza y el racismo. También explica por qué decidió renunciar a la residencia arzobispal.

Cuando el 20 de septiembre el cardenal Francis George lo presentó a la prensa de Chicago como su sucesor, usted reveló que se sorprendió mucho cuando el Nuncio apostólico, el arzobispo Viganò, lo llamó para decirle que el Papa lo había elegido como nuevo obispo de la ciudad. ¿Por qué se sorprendió tanto?

Me sorprendí porque sabía que había muchos otros obispos y arzobispos en la zona que, según mi opinión, merecían ser tomados en cuenta. Yo estaba ahí, en el “lejano oeste”, en una pequeña diócesis y me parecía que había muchas otras personas más adecuadas para ese puesto. Y luego, sinceramente, nadie habría apostado que mi nombre habría aparecido en esa lista. Es decir, me sorprendí porque pensaba que el Santo Padre habría elegido entre muchas otras personas con talento.

¿Qué es lo que más admira de Francisco?

Admiro que sea él mismo. Creo que se siente a gusto consigo mismo. En un mundo que favorece la cultura de la celebridad, él no hace las cosas para impresionar a nadie, para ser notado. No hace las cosas para atraer reflectores. Simplemente es él mismo: paga la cuenta del hotel, quiere estar cerca, de alguna manera, de los que sufren, los llama por teléfono tal como haría pastor. Y admiro que permanezca en contacto con sus amigos porque confía en ellos y porque sabe que no van por ahí contando lo que se dicen en sus conversaciones. Parece que tiene un grupo de amigos con los que puede hablar. Y así, su vida sigue normal. A pesar de que tenga un papel importantísimo para la vida de la Iglesia y del mundo, no parece aplastado por todo el peso de la responsabilidad; en él no hay afectaciones. Es una persona que no tiene ningún problema en ser él mismo, y todos nosotros, creo, deberíamos seguir su ejemplo.

Después de haberse acostumbrado a la idea de que será arzobispo de Chicago, ¿cómo se siente?
Ha pasado un poco de tiempo, por lo que ahora estoy más sereno. Sé que es una gran responsabilidad, pero tengo confianza: no en virtud de mis capacidades, sino porque en el pasado pude estar en contacto con personas de Chicago y sé que hay muchas personalidades de talento con las que puedo contar. Por ello estoy sereno.

¿Cómo mantiene esta serenidad?
Comienzo el día con la oración, para concentrarme, siempre consciente de que mi día no gira en torno a lo que yo haga sino alrededor de lo que quiere y hace Cristo. Es muy simple. He aprendido mucho gracias a las reflexiones de los Santos Ignacio, Juan de la Cruz y la “pqueña flor” (Teresa di Lisieux).

Recientemente se ha reunido y ha hablado con muchas personas en Chicago. Sobre todo con el cardenal George, pero también con sacerdotes, religiosos, católicos laicos y demás. ¿Cómo han recibido su nombramiento?

La reacción de la prensa ha sido positiva, creo. Y esto siempre ayuda cuando uno pasa a una nueva situación. He visto una gran apertura hacia mi persona, y esto es importante para mí. Creo que mi nombramiento también fue una sorpresa en general, pero muchas personas que no conocía están dispuestas a darme la posibilidad de ser simplemente lo que soy y de trabajar con ellas; todo esto me da muchos ánimos.

¿Hay otras cosas que lo hayan tranquilizado?

Me siento animado por los que rodean al cardenal y por los que trabajan en las oficinas; son personas que saben lo que hacen. Y también hay muchas otras que seguramente podrán dar una mano. ¡Hay una cosa que no falta: recursos humanos! En Chicago hay muchísimas personas válidas que trabajan mucho en la diócesis y es una buena señal para el futuro. Y luego, también están los líderes “civiles” y otros que me han ayudado: desde los líderes elegidos hasta los ecuménicos, pasando por la comunidad judía Todos me han ofrecido un enorme apoyo. Puedo decir que me anima mucho todo este apoyo, además de la riqueza a nivel de recursos humanos.

Según su opinión, ¿cuáles son los principales desafíos que le esperan?

Creo que tendré que aprender a conocer mejor la diócesis, porque es muy compleja. Chicago es una ciudad complicada, con culturas diferentes, orígenes étnicos diferentes y barrios diferentes. Es también una diócesis como muchas otras en la actualidad, que tienen dificultades económicas, dificultades de crecimiento y en los aspectos materiales de gestión. Pero también hay 1000 sacerdotes, diocesanos y de órdenes religiosas: ¡no veo el momento de conocerlos! Entonces, en este momento el desafío es la enormidad de la Iglesia de Chicago. No digo que me acostumbraré inmediatamente, pero, por lo menos, no me dejaré sorprender. Afrontaré las cosas día a día. Debo tener paciencia conmigo mismo y no dejarme intimidar por la enormidad de la encomienda; debo estar consciente de que no puedo hacer todo, o sea conocer a todos, inmediatamente; y también debo saber que no estaré solo. ¡Es un maratón, no una carrera de velocidad!

¿Cómo fortalecerá su trabajo?

Uno de mis principales puntos de fuerza es la capacidad organizativa, pero puede constituir también una debilidad, porque tiendo a apoyarme en este aspecto, obstaculizando la necesaria colaboración. Soy hábil, pues, desde el punto de vista organizativo y en la solución de problemas, pero sé también que esta fuerza se puede convertir en una debilidad si no logro combinar la habilidad logística con la colaboración.

Usted decidió vivir en un pequeño departamento en la catedral y no en la residencia arzobispal de Chicago, en la que todos sus predecesores vivieron desde 1885. ¿Por qué?

Como escribí a los sacerdotes en la carta que les envié para anunciar mi decisión, respeto el significado histórico de la residencia. Comprendo que tenga un enorme valor simbólico para las personas de la arquidiócesis. Fue la casa de mis predecesores desde que fue construida en 1885 por el arzobispo Feehan. Allí fueron recibidos Juan Pablo II y dos de sus predecesores antes de ser elegidos Pontífices: los cardenales Pacelli (futuro Pío XII) y Montini (Pablo VI). También el presidente Franklin D. Roosevelt fue recibido en ella. Otro elemento importante es que la construcción de la residencia fue posible gracias al sacrificio de los católicos. Pero, al mismo tiempo, me conozco lo suficientemente bien como para saber que necesito vivir en un lugar en el que pueda descansar y servir al Pueblo de Dios de la manera más eficiente posible. Para mí, esto quiere decir poder tener un contacto directo con los parroquianos durante la Misa cotidiana, estar con otros sacerdotes en un ambiente común y tener acceso a mi oficina y a la vida cotidiana de la ciudad. Es tan simple que creo que mis sacerdotes han comprendido por qué planteo estas cuestiones.(VATICAN INSIDER)