«Cuando llego a casa de alguien, no empiezo dándole una lista de reglas». Comenzó en Baltimore la asamblea general del episcopado estadounidense y, en las palabras del discurso inaugural pronunciado por el presidente, el arzobispo de Louisville, Joseph Edward Kurtz, se puede ver un significativo “efecto Sínodo”: la consciencia de que el anuncio cristiano parte de la cercanía y del acompañamiento, y no de la presentación de normas y doctrinas según las cuales juzgar la vida de las personas.


Para «volver a dar esperanza al matrimonio», explicó el arzobispo, hay que animar el testimonio positivo y animar a las «familias con apoyo práctico sobre el terreno», para ser capaces de «transmitir de la mejor manera la visión extraordinaria de San Juan Pablo II sobre el matrimonio y la vida familiar, desarrollada en su teología del cuerpo».


«Puesto que, como San Juan Pablo II dijo: “La Iglesia es una casa y una familia para todos, especialmente para quienes están «fatigados y oprimidos»”, debemos sobre todo buscar a quienes sufren bajo el peso de las dificultades que encuentran las familias de hoy, recordando que primero hay que ver a las personas, caminar con ellas e indicarles la vía hacia Dios».


«Todos nosotros buscamos –dijo Kurtz– ser pastores fieles, por lo que sabemos qué es lo que significa. Piensen en las visitas a las casas que todos hemos hecho en las parroquias. Cuando llego a la casa de las personas, no quisiera empezar diciéndoles cómo arreglar sus muebles. De la misma manera, no quisiera comenzar dándoles una lista de reglas».


«Por el contrario –explicó el presidente de los obispos estadounidenses–, me gustaría primero pasar tiempo con ellas, tratando de apreciar el bien que he visto en sus corazones. Y debería reconocer que, como ellas, yo también estoy en un camino de conversión hacia una santidad más grande. Después debería invitarlas a seguir a Cristo, ofreciéndome para acompañarlas, para estar junto a ellas para seguir la invitación evangélica de abandonar el pecado y retomar el viaje. Este enfoque no está en contraste con las enseñanzas de la Iglesia, se trata de una afirmación. Nuestra llamada como obispos es la de llevar la Buena Noticia a los demás como verdaderos discípulos misioneros, inspirando a las personas a seguir adelante y hacer lo mismo».


El arzobispo Kurtz comenzó su discurso citando a un vaticanista italiano, el periodista de “La Repubblica” Paolo Rodari, con quien se reunió durante el Sínodo no para concederle una entrevista sino para intercambiar experiencias: tanto el obispo como el periodista tienen un hermano con Síndrome de Down. Kurtz preguntó a Rodari: «¿Es difícil entender a tu hermano Giovanni?». El periodista asintió. «Y tú lo entiendes?». Y Rodari asintió de nuevo. «Paolo aprendió a entender a Giovanni –concluyó el arzobispo– porque son una familia».


Un enfoque nuevo, pues, el que está surgiendo. Y no se pone en discusión ninguna de las verdades de fe; se trata, sobre todo de salir al encuentro, escuchar y acompañar antes de juzgar o de presentar listas de reglas. Efecto Sínodo, efecto Francisco.(VATICAN INSIDER)