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¿Cuánto vale el trabajo de un buen catequista?
05 - 08 - 2014 - GENERALES -

Hoy pude conocer una aldea más de la misión, una más de las 47 que forman nuestra parroquia. Salimos esta mañana, con el catequista Filipo y dos monaguillos hacia la aldea de Kanyenye. No es una de las más alejadas, pero tiene una historia interesante, de perseverancia, de insistencia, de protección divina.

Esta aldea tenía una pequeña capilla y un muy reducido rebaño de fieles. Pero un día el catequista de ese lugar se fue a vivir a otro lado, y quedaron realmente como “ovejas sin pastor”. Sobrevivieron un tiempo, pero en medio de un ambiente pagano, y sin nadie que enseñe, la asistencia decayó, y hasta el techo de paja de la pobre capilla cedió… parecería fiel reflejo del estado de ánimo de ese grupo de fieles.
Pero un día que la Divina providencia tenía fijado desde toda la eternidad, dos feligreses de Kanyenye tuvieron que venir al hospital de Mbika, el centro de salud más grande que está en nuestra parroquia. Eran dos hermanas, y una de ellas estaba muy enferma. Estando en el hospital encuentran al P. Johntin, el párroco, quien luego de saludarlas y preguntarles si eran católicas, les pregunta de qué aldea venían. Luego de saber que eran de Kanyenye, en tono de broma les preguntó si en ésa aldea eran todos paganos, porque los católicos no se juntaban a rezar. Ellas le respondieron que lo habían hecho hasta hace un tiempo, pero que se mudó el catequista a otra parte, y que no se juntaron mas, y el techo de la capilla se cayó… que necesitaban un catequista, y se lo pidieron con insistencia. Luego de esto, el P. Johntin encargó a Filipo que fuera a ver bien de qué se trataba el asunto. Filipo cumplió con el encargo y hasta se ofreció para ser el nuevo catequista también de esa aldea.
Así fue que comenzó una nueva historia para esta pequeñísima capilla. Porque Filipo fue y juntó a los pocos católicos que quedaban. Luego de comenzar a rezar, repararon como pudieron el techo de la capilla, con algunas hojas de palmera. Invitaron también a la gente del lugar, algunos paganos, a que se unieran a rezar. Promovió entre ellos la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, y un grupo de siete de ellos hicieron la consagración en la última solemnidad de este año. Todo iba tomando color… y los esfuerzos se comenzaron a ver coronados con frutos. Luego de más de un año sin capilla, sin catecismo, sin sacramentos, sin misas… el P. Johntin celebró una misa allí, para felicidad de los fieles y sopesa de la gente del lugar. Hoy me tocó a mí tener ésta dicha también, de visitarlos, conocerlos, y celebrar la misa y confesar.
Filipo había preparado todo muy bien… y allí se ve el trabajo de un buen catequista. En otras aldeas a las que he llegado, no muchas, no he encontrado el espíritu que había en esta. Una pobreza muy grande, una gran simpleza en la iglesia, pero mucha dignidad… y sobre todo una gran alegría y entusiasmo,y un particular clima de familia. Al llegar, veo que debajo de un gran árbol de mangos estaban cocinando para comer luego de la misa. Como era la fiesta del “matomolo”, y hemos insistido que intentemos que sea realmente una fiesta y que se revista de éseclima, es que estaban preparando para comer todos juntos. Allí comenzaron a cantar todos dando la bienvenida, grande y chicos. Luego de los saludos y fotos, me puse a confesar, sentado en una silla junto a la capilla, mientras ellos practicaban cantos parala misa, sentados en una ronda, debajo del árbol, y junto al lugar donde cocinaban.
La misa fue muy bien participada… con gran esmero en los cantos. La capilla pequeña, pero llena de gente. El sermón lo hicimos en swahili, y Filipo iba traduciendo al sukuma, porque como es gente de campo adentro, muy pocos saben swahili. En el momento de los avisos, la secretaria de la aldea cuenta la historia del encuentro con el P. Johntin hace mas de un año… y se alegraban de poder hoy estar celebrando esa fiesta, y conla segunda misa en el año. Un gran respeto en la gente, pero a la vez un trato muy cálido y sana confianza con el sacerdote. Antes de salir de la capilla, Filipo me dijo, “mire padre”, y pidió que los que se estaban preparando para recibir el bautismo levantaran la mano… y casi una veintena de manos se irguió de inmediato, de todas las edades, manos pequeñas y otras curtidas por el trabajo del campo… podemos calcular un 70% de la feligresía.
Luego de la misa y bendición de los nuevos frutos de la cosecha, expresaron la alegría bailando afuera en ronda, al ritmo de un tacho de plástico a guisa de tambor. Pero todo sirve, y el ritmo está en la sangre. Fue muy lindo esperar que la comida estuviera lista, porque todos estuvimos sentados debajo del árbol, alternando conversaciones… aprovechando a enseñar a algunos algo de catecismo, y también a aprender algunas palabras de sukuma. La comida, como decíamos, fue en gran clima de familia, todos debajo del mismo árbol, en rondas alrededor de las bandejas que ponen alcentro para que todos se sirvan con la mano. Rondas divididas por hombres, mujeres, niños más grandes, niños pequeños, varones, niñas. Todo muy ordenado, como es tradición para los sukuma.
Me he llenado de alegría al visitar ésta aldea, por muchas razones. Una de ellas, es que me han contado que en ése lugar es la única iglesia que está construida… es decir, somos los primeros. Incluso para llegar a Kanyenye pasamos por otra aldea, Bughela, que no tiene iglesia de ninguna religión… y que por lo tanto deseamos adelantarnos y llegar primeros. Hay católicos, tal vez pocos, con casi nada de formación, pero que hay que organizarlos… Rogando a Dios, que nos envíe algún otro “Filipo”.
No hay mal que por bien no venga… pensaba. Es decir, ¿qué se iban a imaginar esas dos mujeres que esa enfermedad iba a ser ocasión de que Kanyenye tuviera catequista? Y de eso, tantas gracias, como el llegar a recibir tantos sacramentos, volver a levantar la iglesia, acrecentar el rebaño de la iglesia en su aldea. Hoy las dos estabanen la misa, destacándose por su felicidad.
Y algo más todavía me hacía alegrar hoy, ver el amor de Dios hacia los más desprotegidos… una aldea, lejos y “abandonada por el pastor”, pero nunca abandonada de Dios. Él pensó en ellos. Así como piensa en cada una de nuestras aldeas… y seguro que tiene su plan para Bughela, y tantos otros lugares. Pienso que ellos no llegan a darse cuenta cabalmente del amor providencial de Dios que ha significado todo esto, que hoy estuviéramos allí, celebrado la santa misa, cuando hay tantas personas y aldeas en esta parroquia a las que todavía no podemos llegar. Aunque pensándolo bien, y al ver la alegría y clima de familia… ciertamente perciben ese amor de elección de Dios, aunque no sepan definirlo.
Les pido oraciones, porque estas obras de Dios, se apoyan también en elementos humanos tan débiles y falibles… porque así Él lo ha querido, para que recemos siempre unos por otros.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE
Misionero del Instituto del Verbo Encarnado en Tanzania
Ushetu, Tanzania, 2014