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Francisco: «No al mal, a los abusos y a la violencia»
26 - 07 - 2014 - PAPADOS - Francisco

En la región italiana que se ha convertido en Gomorra, ensangrentada y envenenada por el clan mafioso de los casaleses, Francisco exhorta «a la valentìa de  vivir una vida de servicio a los demás y en favor de la legalidad y del bien común».

Esta es la región italiana en donde las “ecomafias” entierran venenos y deshechos toxicos en el subsuelo, provocando enfermedades mortales en la población inocente, y desde allí, el Papa invitó a los 250 mil fieles que acudieron a escucharlo a «salvaguardar la vida y la salud respetando el ambiente y la naturaleza». De hecho, advirtió, «esto es particularmente importante en esta su hermosa tierra que exige ser tutelada y preservada, exige tener la valentía de decir “No” a cualquier forma de corrupción e ilegalidad, exige a todos ser servidores de la verdad y asumir en cualquier situación el estilo de vida evangélico, que se manifiesta en la entrega de sí y en la atención al pobre y al excluido».


A bordo del “papamóvil”, el Pontífice atravesó la Plaza de la Reggia de Caserta saludando a la multitud que, a pesar de la lluvia, lo estaba esperando entusiasmada. Se aprecian muchas banderas del Vaticano y de Argentina a su paso. Después del encuentro con los sacerdotes, a las 18.00 hrs, Francisco presidió la celebración eucarística para los fieles de la diócesis de Caserta hoy, día en el que la ciudad celebra a su patrona, Santa Ana. El obispo Giovanni D’Alise pronunció un discurso para saludar al Papa. Durante la celebración, después de la proclamación del Evangelio, el Pontífice pronunció una vibrante homilía: «Jesús se dirigía a los que lo escuchaban con palabras simples, que todos podían entender –recordó el Papa. También esta tarde Jesús nos habla a través de parábolas breves, que se refieren a la vida cotidiana de la gente de aquella época». En las historias del tesoro escondido en el campo y de la perla de enorme valor se ven involucrados un pobre trabajador y un rico mercader. «El mercader lleva toda la vida buscando un objeto de valor, que apague su sed de belleza, y viaja por el mundo, sin rendirse, con la esperanza de encontrar lo que está buscando –subrayó Bergoglio. El otro, el campesino, nunca se alejó de su campo y trabaja como siempre, con los mismos gestos cotidianos. Sin embargo, para ambos, el resultado final es el mismo: el descubrimiento de algo precioso, un tesoro para uno y una perla de enorme valor para el otro». Ambos sienten una misma emoción: la sorpresa y la alegría por haber encontrado finalmente lo que sacia la sed de su deseo. «Los dos no dudan en vender todo para adquirir el tesoro que han encontrado –añadió el Papa. Mediante estas dos parábolas, Jesús nos enseña qué es el reino de los cielos, cómo se encuentra, qué hay que hacer para poseerlo. ¿Qué es el reino de los cielos? Jesús no se preocupa por explicarlo». A pesar de que lo anuncia desde el principio de su Evangelio, nunca lo muestra directamente, sino como en un reflejo, en las parábolas que narran cómo se comporta un dueño, un rey o diez vírgenes.


«Prefiere dejar que se intuya, con parábolas y semejanzas, manifestando sobre todo sus efectos: el reino de los cielos es capaz de cambiar el mundo, como la levadura escondida en la masa; es pequeño y humilde como un grano de mostaza, que llegará a ser grande como un árbol –explicó Francisco. Las dos parábolas sobre las que queremos reflexionar nos hacen entender que el reino de Dios se hace presente en la persona misma de Jesús. Es Él el tesoro escondido y la perla de gran valor. Se comprende la alegría del campesino y del mercante: ¡lo han encontrado! Es la alegría de cada uno de nosotros cuando descubrimos la cercanía y la presencia de Jesús en nuestra vida. Una presencia que transforma la existencia y que nos abre a las exigencias de los demás hermanos; una presencia que invita a acoger cualquier otra presencia, incluso la del extranjero o del inmigrante».


«¿Cómo se encuentra el reino de Dios? Cada uno de nosotros tiene un recorrido particular –indicó el Papa. Para algunos, el encuentro con Jesús es algo esperado, deseado buscado largamente, como nos muestra la parábola del mercante. Para otros, sucede de repente, casi por coincidencia, como en la parábola del campesino. Esto nos recuerda que Dios se deja encontrar de cualquier manera, porque es Él en primer lugar quien desea encontrarnos y trata de encontrarnos: ha venido para ser el “Dios con nosotros”. Es él quien nos busca y hace que incluso quien no lo está buscando lo encuentre. A veces Él se deja encontrar en ugares insólitos y en tiempos inesperados». Cuando se encuentra a Jesús, es imposible resistir la fascinación, y es una alegría dejar nuestra forma normal de vida, a veces árida y apática, para abrazar el Evangelio, para dejarnos guiar por la lógica nueva del amor y del servicio humilde y desinteresado.

«¿Qué hacer para poseer el reino de Dios? Sobre este punto, Jesús es muy explícito: no es suficiente el entusiasmo, la alegría del descubrimiento –insistió Bergoglio. Es necesario anteponer la perla preciosa del reino a cualquier otro bien terreno; es necesario poner a Dios en primer lugar en nuestra existencia, preferirlo a todo. Dar la primacía a DIos significa tener la valentía de decir no al mal, a la violencia, a los abusos, para vivir una vida de servicio a los demás y en favor de la legalidad y del bien común». De hecho, «cuando una persona descubre a Dios, el verdadero tesoro, abandona un estilo de vida egoísta y trata de compartir con los demás la caridad que viene de Dios». Y, los que se convierten en amigos de Dios aman «a los hermanos». Por este motivo, dijo el Papa, la fiesta de Santa Ana, patrona de Caserta, reunió en la plaza frente a la Reggia a diferentes representantes de la Comunidad diocesana con el obispo y con la presencia de las autoridades civiles y de los responsables de diferentes realidades sociales. Al concluir la homilía, el Papa animó a todos los presentes a «vivir la fiesta patronal libre de cualquier condicionamiento, expresión pura de la fe de un pueblo que se reconoce como familia de Dios y refuerza sus lazos de fraternidad y de solidaridad».



Al reunirse con los 19 obispos y un centenar de sacerdotes locales, el Papa había pedido perdón por visitar esa «hermosa tierra» y provocar un poco de “ruido” durante la fiesta de la patrona de la ciudad Santa Ana. Francisco, con vibrantes palabras, indicó que la devastación ambiental en esta región italiana es una terrible afrenta. «Es terrible –dijo– que una tierra tan hermosa esté arruinada por la falta de respeto al medio ambiente».(VATICAN INSIDER)