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Marcello Pera: mi amigo Joseph Ratzinger
19 - 06 - 2014 - PAPADOS - Benedicto XVI

¿Quién es Marcello Pera? 71 años, filósofo y político italiano, es conocido por la amistad que nació en el periodo de presidencia del Senado (2001-2006) con el entonces cardenal Joseph Ratzinger. Amistad que perdura y que se ha traducido en un encuentro, en este mes de junio, en el monasterio Mater Ecclesiae dentro del Vaticano, lugar que el Papa Emérito eligió para vivir. Amistad entre un no creyente y un creyente, ambos preocupados por una Europa que entiende mal su "alma" cristiana, estando ya a la deriva del gran mar relativista. Entrevista.

La colaboración recíproca se ha expresado sobre todo en tres ensayos: Sin raíces (2004, Mondadori), La Europa de Benedicto (2005, Cantagalli, de Joseph Ratzinger con introducción de Pera), Por qué debemos decirnos cristianos (2008, Mondadori, de Marcello Pera con introducción de Benedicto XVI). Hemos estado con Pera en Roma, en el primer piso del Palazzo Giustiniani, en su oficina de presidente emérito del Senado. Con él hemos hablado del origen y el desarrollo de esta relación, de sus contenidos, de la renuncia al papado de su interlocutor o de la triste condición de hoy en día de la Europa política y cultural.

                                                     

Senador Pera, ¿cómo conoció al cardenal Joseph Ratzinger?
-- Pera: Fui a verlo a su oficina del prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, me había quedado impresionado por muchos de sus escritos. Y de forma particular su libro Fe, verdad, tolerancia. No pensaba que el relativismo hubiera penetrado también en algunos sectores de la teología cristiana y él mi iluminó y me preocupó. Si también los cristianos renuncian a la idea de verdad, ¿a qué se reduce nuestra religión? Entonces: ¿qué consecuencias tiene para nuestra identidad un cristianismo confinado solo a una 'narrativa', como se dice hoy, buena como cualquier otra?

¿Qué le impresionó en primer lugar del cardenal?
--Pera: El hombre y el intelectual. Vi en seguida una personalidad de máximo nivel. Lúcido, claro, directo, con un pensamiento sistemático y muy claro. Considera con atención y respeto a su interlocutor y no se esconde ningún problema. Habla como escribe, no por homilías o catecismo, sino por conceptos y razonamientos rigurosos. Escucha las preguntas y no elude ninguna dificultad. Me he sentido siempre cómodo, como delante de un maestro. En mi vida, he conocido a algunas personas de primera magnitud, como Popper, y él es uno de ellos. No es solo un teólogo, sino un gran filósofo, abierto, crítico, profundo, y con una gran cultura en muchos sectores. Y tiene una dote personal que solo tienen los grandes: tiene modestia intelectual, que le permite casarse con el espíritu crítico y también autocrítico con la verdad en la que cree. Está después el aspecto personal: es cortés, disponible, atento, escrupuloso. Y sobre todo franco. Puedo decir que, apenas comenzamos a hablar de la cuestión del relativismo, que era el objeto de mi primer interés por él, observé con cautela que me parecía que era necesario por parte de la Iglesia más fuerza de reacción. Él me sorprendió porque me respondió: "A muchos de nuestros obispos les falta la valentía". Yo lo pensaba, pero él lo dijo.

¿Cómo se desarrolló la relación entre ustedes?
--Pera: Nos hemos visto más veces, nunca discutiendo de cuestiones políticas en sentido estricto. Un tema entonces a la orden del día en el parlamento era Europa. Y un día, precisamente sobre la situación cultural y espiritual de Europa, lo invité a dar una conferencia en la biblioteca del Senado. Y así nació Sin raíces: una conversación ya no privada, sino pública y escrita.

¿En qué temas se han encontrado en sintonía?
-- Pera: Además de Europa, la relación entre laicos y creyentes. También esto es una marca característica del trabajo de Ratzinger: hablar con los laicos y desafiarlos. De todas, la pregunta para el laicos es: ¿sobre qué se fundan esos valores a los que dice estar unido particularmente? ¿De qué forma los argumenta y defiende, hoy que son atacados desde dentro y desde fuera? Conocemos la respuesta, que es siempre la misma desde el Iluminismo: la razón. Ya, pero ¿qué ofrece la razón cuando está en discusión la razón misma? No basta decir "diálogo", como no solo los laicos, sino también mucha parte de la Iglesia dice hoy: el diálogo no es un diálogo si no existe un criterio para dialogar. ¿Este criterio está construido por la razón o la razón lo descubre? ¿Y si lo descubre, de qué forma? ¿Con qué iluminación? Y sobre este punto, Ratzinger -que también es tan amante de la razón como el último de los laicos- lleva al terreno de la discusión la verdad. Y así se vuelve a los límites del relativismo. Problemas fascinantes, y de la máxima actualidad política, también si aparentemente no lo parece.

¿La relación continuó cuando Joseph Ratzinger se convirtió en Papa? ¿De qué forma?
--Pera: Sí, nos hemos visto también después, y continuó con el tiempo. Le doy las gracias todavía y estaré siempre en deuda con él por las ocasiones que me ha dado de encontrarnos. No era fácil para él, pero siempre ha sido generoso. No lo olvidaré nunca. Así como no olvidaré nunca el prólogo que él quiso escribir para mi libro "Por qué debemos decirnos cristianos". Son un par de páginas, pero si uno las lee con atención puede encontrar un tesoro.

La renuncia del papa Ratzinger, ¿le sorprendió, conmocionó? ¿Cree que es un acto racional? En su opinión, ¿cuáles son las consecuencias principales del tal acto?
--Pera: Me entristeció, pero no me sorprendió. No nos sorprendemos cuando uno se hace mayor o pierde las energías, al máximo te lamentas. Pero he entendido su gesto, o he decidido entenderlo. Es como si se hubiera dirigido de rodillas al Señor y hubiera dicho: "Señor, ¿qué quieres de mí? ¿Cómo puedo servirte ahora que mis fuerzas no son las mismas? ¿De qué otra forma puedo llevar tu Cruz y cumplir las exigencias que has puesto en mis espaldas?" Muchos, también en la Iglesia, luchan por tener una razón para la renuncia, y yo también les entiendo. Pero me parece una pereza intelectual decir: 'como no se ha hecho nunca, no puede hacerlo tampoco él'. Esta pereza se puede convertir en arrogancia, es necesario sin embargo que se transforme en un acto de fe, como lo ha sido para Benedicto XVI. En cuanto a las consecuencias, no se puede hablar, simplemente porque lo del Papa ha sido un acto profético, y la profecía no se mide con los cálculos del tiempo breve. Es un diseño de Dios.

¿Tiene aún contacto con el papa emérito?
-- Pera: Sí, todavía lo veo y para mí es una gran alegría, una bendición. Nuestro diálogo y nuestra comunión intelectual continúan. Y para mí es un inmenso placer verlo en su apartamento e intercambiar opiniones con él. Tiene la misma lucidez intelectual de siempre.

Su amistad está muy bien expresada en el ya citado Sin raíces, el ensayo de hace diez años con contribuciones alternas sobre Europa, relativismo, cristianismo e Islam. ¿Desde el 2004 ha cambiado algo bajo estos aspectos en Europa?
-- Pera: Ha cambiado una cosa en particular: el Islam, las relaciones entre las culturas, la identidad europea, el rol del cristianismo, no se discute más, ni en el mundo político ni en el de la Iglesia. Ha prevalecido el miedo, la falta de valentía. Se mira para otro lado y se va hacia adelante, como si esconder los problemas contribuyera a resolverlos. Y esto precisamente mientras, por mérito sobre todo de Benedicto XVI, los mismos jefes de gobierno europeos habían comenzado a interrogarse. ¿Recuerda el laico Sarkozy venir a Roma y decir que Francia es una nación cristiana y que la laicidad no es antirreligiosa? Quizá no lo creía sinceramente, pero mientras tanto ponía el tema. Hoy nadie dice ni siquiera cosas parecidas: se teme estropear el diálogo, que significa encuentro entre mudos, o más en concreto, encuentro entre quien tiene una opinión fuerte de sí y habla o grita y occidente, que no tiene o no quiere tener una, y por eso está callado. No se escandaliza ya ni del creciente martirio de los cristianos en el mundo.(ZENIT)