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Obispo argentino elogia valentía de la neuróloga cubana Hilda Molina
19 - 06 - 2014 - CULTURA - Grandes Personajes

En su reflexión televisiva semanal en el programa “Claves para un Mundo Mejor” transmitido por América 24 TV, el arzobispo de La Plata, monseñor Héctor Aguer, valoró el testimonio de la doctora Hilda Molina quien denuncia el “daño antropológico” que el régimen castrista hizo en el pueblo cubano. La cualificada testigo del regimen cubano escribió un libro sobre su vida: "Mi verdad"

El prelado comenzó su reflexión explicando que la doctora Molina “es una disidente cubana que tiene una historia muy particular. Es emigrada que tuvo que irse de Cuba ¡cuando la dejaron salir!”.

“Hilda Molina -añadió monseñor Aguer- adhirió a la revolución al entrar Fidel Castro en La Habana el 1 de enero de 1959, cuando el dictador Fulgencio Batista huyó dejando un vacío de poder, y Fidel Castro, que estaba luchando en Sierra Maestra, se apoderó del país” e instauró la dictadura castrista.

“Si escucharon la fecha -señaló el arzobispo- verán que hace 55 años que dura esta otra dictadura. Hilda Molina tenía 15 años y adhirió de corazón al nuevo régimen. Hizo toda la carrera que podía hacer una militante comunista en aquel tiempo. Pero ella tenía una gran ilusión: favorecer al pueblo de Cuba. ¡Creyó en la Revolución como la vía para que Cuba saliera de su pobreza, pudiera progresar, para que el pueblo sencillo pudiera vivir dignamente y sobre todo contar con atención de la salud y una mejora concreta!”.

“Por eso estudió medicina, se especializó en neurología y el régimen castrista se dio cuenta de la importancia de esta mujer que se convirtió en una gran investigadora, y que podía prestarle un importante servicio. Ella tenía frecuente contacto con Fidel Castro. Contaba, en su conferencia, que calcula haber hablado con Castro unas 800 horas en su vida y Castro le tenía mucha confianza.

“Hilda fundó entonces un centro de investigaciones y Castro la apoyó porque creía que esa institución podía ser útil para que gente rica del extranjero viniera a Cuba a hacerse tratar en neurología y el régimen pudiera recibir divisas, es decir, que entraran dólares a la isla”.

“Poco a poco la doctora Molina se fue dando cuenta de que al régimen no le importaban los pobres, y que ella había hecho todo ese esfuerzo para favorecer, después de todo, a los ricos extranjeros con los cuidados más exquisitos que su centro neurológico brindaba. Paralelamente a esa decepción comenzó, en especial con la asistencia de su mamá que la acompañaba en todo, a recuperar la fe católica que había perdido; volver a la fe católica, a la devoción a la Patrona de Cuba, a la Virgen de la Caridad del Cobre”.

“Ese cambio hizo que Hilda empezara a resultar molesta para el régimen. Ella se había dado cuenta de estas cosas y las decía. Estaba tan molesta que dejó de adherir al gobierno castrista y entonces comenzó la persecución, las amenazas, las presiones. Pudo hacer que su hijo y su madre salieran de Cuba y finalmente Castro la dejó salir a ella, pero con la condición de que no volviera más”.

“La doctora Molina no era una disidente cualquiera: es un testigo presencial de lo que significó en Cuba el régimen comunista. Y ella lo manifestó por escrito en un libro precioso sobre su vida que se llama “Mi Verdad”.

Monseñor Aguer continuó diciendo que había oído a la doctora Molina hablar del daño que Castro y el régimen hicieron a Cuba, del daño antropológico como ella lo llama; no solo del daño material, de la pobreza que reina, del enriquecimiento de la burocracia comunista, sino el daño en la personalidad del pueblo cubano. Ella lo llama “daño antropológico” y cita una frase de José Martí, fundador de la independencia cubana a fines del siglo XIX: “No puede asegurarse la libertad política si no hay verdadera libertad espiritual”.

“Lo que falta en Cuba es libertad espiritual, libertad de pensar y de querer libremente lo que uno siente. Esto confirma lo que decía Pío XI en su Encíclica sobre el comunismo Divini Redemptoris promissio, la Promesa de un Redentor Divino, porque el comunismo es un mesianismo que promete la redención y lo que da es el estancamiento progresivo y la muerte de la nación. En esa encíclica el Papa Pío XI decía que “el comunismo es intrínsecamente perverso”.

“Los dejo con este comentario, porque me extendería un buen rato en exponer sobre la formidable conferencia de la Dra. Molina y su valiente testimonio. Espero que les sea útil a ustedes también, porque el comunismo castrista ha pensado desde siempre una difusión en toda América Latina y lo ha intentado, ¡vaya si lo ha intentado!”.

“Para el pueblo cubano -concluyó el arzobispo platense- ese régimen es una cruz que dura 55 años. A lo largo de la historia muchos cristianos sufrieron la cruz. Después de todo, estamos llamados como cristianos a llevar la cruz si nos cae encima por obra de la Providencia de Dios”.(AICA)