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Daño de las drogas en números
19 - 09 - 2013 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

A las veces-diría Sancho Panza- los números son más elocuentes que las palabras y en este trabajo se distingue el tipo de daño y cuánto acortan la vida los estupefacientes.

Un estudio aparecido en The Lancet (Revista del Reino Unido) trata de cuantificar el daño en la salud que provocan las drogas ilegales en todo el mundo. Aunque se trata solo de una aproximación, los datos son suficientemente relevantes.

La tasa de dependencia subió más de un 20% entre 1990 y 2010, debido fundamentalmente a los opiáceos
Años perdidos
Las unidades empleadas para medir el daño de cada droga han sido los
1- AVD (Años Vividos con Discapacidad, es decir los años vividos con una discapacidad motivada por la dependencia de la droga) y
2- AVP (Años de Vida perdidos, los años de vida perdidos debido a una muerte prematura –por la misma razón– de acuerdo a la esperanza de vida previsible).
 3- AAD (Años afectados por la Droga ), que suma los dos factores.
Por ejemplo: si una persona que por sexo, grupo social, etc. tiene una esperanza de vida de 80 años, muere a los 50 años por una causa directamente relacionada con su dependencia, se cuentan 30 AVP; si además ha sufrido durante sus últimos diez años algún tipo de discapacidad motivada por la droga, se sumarían 10 AVD En total, 40 AAD. Sumando los AAD de todos los dependientes –obviamente, utilizando muestras de población– se obtiene el daño total causado por las drogas en el mundo.
El cannabis produce tanta discapacidad por consumidor dependiente como la cocaína y las anfetamina
La epidemia que no cesa
Desde 1990 a 2010, el número total de AAD creció más de un 40%; aunque si se descuenta el efecto del crecimiento de la población, el aumento queda en un 22%. Los opiáceos tienen gran culpa de esta tendencia, ya que los AAD producidos por este tipo de dependencia subieron un 40% –sin contar factores demográficos–. En total, en estos veinte años se produjeron casi 20 millones de AAD: la suma de 3,5 millones de “años muertos” (AVP) y de 16,5 millones de años de discapacidad (AVD).

El mayor número de dependientes –que no de consumidores, donde el cannabis mantiene un indiscutible primer puesto– lo ocasionan las anfetaminas (más de 17 millones), seguidas de los opiáceos y el cannabis (15,5 millones y 13 millones respectivamente). El número de dependientes de la cocaína es bastante inferior: cerca de siete millones. Uno de cada tres dependientes es mujer, aunque la proporción es algo mayor –pero siempre por debajo del hombre– en el cannabis y las anfetaminas.

Aunque las anfetaminas provocan el mayor número de casos de dependencia (uno de cada tres), los años de discapacidad (AVD) atribuibles a esta droga solo representan el 15% del total, y el número de “años perdidos” es apenas significativo, pese a que es la sustancia más claramente asociada al suicidio. En cambio, el daño de los opiáceos, aunque menor en extensión, es más intenso: aunque esta droga supone el 29% de las adicciones, su representación tanto en los AVD como sobre todo en los AVD es mucho mayor, un 43% y un 55% respectivamente. Es decir, más de la mitad de los años muertos se deben a los opiáceos. Otro significativo 43% es atribuible al grupo de sustancias que el informe engloba en “otras drogas”: éxtasis, alucinógenos, uso no médico de fármacos como la benzodiacepina, etc.
Cannabis: droga blanda con duras consecuencias
La imagen social del cannabis es mucho más positiva que la de la cocaína, algo que probablemente tenga que ver con una supuesta mayor facilidad para consumir cannabis sin llegar a ser dependiente. Los números del informe –que se refieren solo a los casos de dependencia– señalan no obstante que el número de dependientes de la cocaína es apenas la mitad que los del cannabis.

Es cierto que el consumo de cannabis apenas produce AVP, entre otras cosas porque su relación con el suicidio o con algunas enfermedades de corazón no está aún lo suficientemente demostrada. Sin embargo, la proporción de años de discapacidad por cada dependiente es muy similar a la de la cocaína, y solo ligeramente inferior a la de las anfetaminas.
Como efectos indirectos sobre la salud, más allá de la propia dependencia, el cannabis solo se ha relacionado fehacientemente con la esquizofrenia: tanto su agravamiento como su temprana aparición. No obstante, la proporción de casos es poco significativa. Nada que ver, por ejemplo, con el principal “daño colateral” producido por las drogas ilegales: el VIH.

Según el informe, las infecciones de VIH debidas al consumo intravenoso (fundamentalmente de opiáceos) supusieron entre 1990 y 2010 un total de 2,1 millones de AAD, más del 10% del total. De ahí que los autores centren sus recomendaciones en este tipo de sustancias. En concreto, proponen fomentar el uso de sustitutivos a los principales opiáceos como forma de desenganchar a los dependientes, y facilitar el tratamiento con antirretrovirales a los infectados por VIH.(Aceprensa)