En la Tierra Santa que espera a Papa Francisco hay una vigilia que no tiene tiempo para palcos ni banderas: es la de los que se han visto obligados, debido a la guerra, a abandonar sus casas. La narra Wael Suleimán, director de la Cáritas Jordania y laico de los focolares de 40 años que desde hace tres años se ocupa cotidianamente de las historias y las tragedias de los que huyen de Siria. Justamente en estos días antes de la llegada de Papa Francisco, llegó a Amán el presidente de la Cáritas Internacional, el cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, en compañía del organismo que engloba los entes caritativos de las conferencias episcopales de todo el mundo. Están analizando la situación de la emergencia en Siria, pero también las dramáticas heridas que siguen abiertas. La Cáritas está activa en Jordania desde 2012 con los campos para prófugos de Mafraq y con el de Zarqa.

«¿Cuántos son los prófugos sirios en Jordania? Las cifras del gobierno indican 1.350.00 personas –responde Suleimán. Pero no pueden entender profundamente lo que significa para nosotros los jordanos esta historia si no tienen en cuenta todo lo demás. Porque a mi país primero llegaron los prófugos palestinos en 1967. Después los libaneses en los años ochenta y los iraquíes en los años noventa. ¿Y saben ustedes que en los últimos dos años los egipcios con visados de trabajo se han duplicado? Sí, había un acuerdo entre nuestros países y muchos de los que escaparon de El Cairo debido a la violencia vinieron aquí».


Por este motivo, la delegación de alrededor de cuatrocientas personas que se reunirán con el Papa en Betania (el sitio arquológico en donde se recuerda el Bautismo de Jesús) también incluirá a los pobres y discapacitados de Jordania. De hecho, es cais imposible distinguir la frontera entre los diferentes sufrimientos. «Se dice: ustedes los jordanos no tuvieron la guerra, y es cierto –continúa el director de la Cáritas de Jordania. Pero todas las devastaciones provocadas por los conflictos en los países vecinos han tenido repercusiones muy fuertes entre nosotros. Pienso, por ejemplo, en las escuelas, en las que hoy en día tenemos 50 alumnos por aula, o en las enormes dificultades para garantizar agua o electricidad para todos. Jordania también está sufriendo. Y nos preguntamos: ¿cuál es el futuro de nuestro país?».



En Betania la gente espera una palabra de esperanza del Papa. El encuentro con los pobres se llevará a cabo en una Iglesia que todavía está en obras. El reino de Jordania ha querido pensar en los peregrinos cristianos, concediendo a cada confesión la posibilidad de construir una nueva Iglesia; la latina, cuya primera piedra puso Benedicto XVI en 2009, solo tiene los muros esenciales, pero en enero el Patriarca latino de Jerusalén, a pesar de que no está terminada, presidió la liturgia del peregrinaje anual de los cristianos al Jordán, en la fiesta del Bautismo de Jesús. Este sitio se convertirá probablemente en un símbolo de la reconstrucción humana que los prófugos y los pobres buscan hoy en todas las periferias del mundo. «Muchos de los cristianos de Siria que recibimos aquí nos preguntan: “¿Dios todavía existe?”. Es una pregunta –indicó Suleimán– que contiene toda su desesperación. Y también la dificultad que tenemos al dar una respuesta hoy».