Daniel Adame llegó de San Rafael, Mendoza, con 75 personas más. “Conocíamos a Brochero, y muchos ya habíamos venido a las fiestas patronales. Esta es una nueva bendición para Argentina, y lo estamos celebrando” dijo.
Ángeles Piedrabuena y su marido Marcelo llegaron a la madrugada desde Paraná, Entre Ríos, y entraron directamente al predio. “Vinimos porque el cura Brochero es testimonio para nosotros, queremos formar una familia bajo la espiritualidad de la fe, tenemos mucha emoción porque aquí vemos la Iglesia viva”, dice la joven con los ojos húmedos.
Desde Córdoba, Mabel Benítez, de 75 años, llegó con su silla de ruedas y se ubicó en un sector del predio destinado para personas con su dificultad. “Vine con mi hija y con mis nietos para pedir por la paz en la familia y por la salud, tengo un hijo preso y el padre Brochero se ocupaba de quienes estaban privados de libertad, tengo mucha esperanza a partir de ahora”.
Desde Concepción, Tucumán, María Belén de Turello llegó con 33 personas. Luego de pasar la noche en el predio, explicó: “Vinimos porque amamos la vida de este beato cordobés que muy pronto va a ser santo, y yo en lo personal vine a pedirle por mi marido, que padece esclerosis múltiple”.
Nelly de Allende y su esposo Rubén tuvieron la oportunidad de presenciar de cerca la ceremonia de beatificación. Son los propietarios del campo donde se dispuso el predio que sirvió para el evento más multitudinario que en su historia ha vivido el valle de Traslasierra.
Con los rostros conmovidos, hablaban como si no pudieran creer lo que veían: los potreros llenos de caballos y mulas se habían convertido en un templo gigantesco al aire libre. “Jamás nos imaginamos que veríamos así nuestro campo, tenemos una emoción que no nos deja hablar” musitó Nelly, recordando que nunca dudaron en prestar el lugar: “Somos brocherianos de alma, él ha sido siempre nuestro santo”.(La Voz del Interior)