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50 años del golpe militar y canonización del Apóstol de Brasil
02 - 04 - 2014 - IGLESIA - América

"Recordação" y "grande festa" .La conmemoración de los 50 años del golpe militar del 1º de abril de 1964 que destituyó al presidente João Goulart se superpone con los festejos por la beatificación del jesuita brasileño José de Anchieta.

 Para el primer acontecimiento hay una avalancha de evocaciones. Entre ellas la de la presidente Dilma Rousseff, detenida y torturada en esos años, que citó a la judía Hanna Arendt para recordar que es posible soportar una historia de dolor cuando se puede reconocer su significado. Para el segundo evento por “el apóstol de Brasil”, campanas a vuelo a partir de las 14 hs del miércoles 2, por expreso pedido del secretario general de la Conferencia episcopal, dom Leonardo Steiner. Dos hechos muy distintos con un denominador común: la Iglesia brasileña.

La dictadura de los militares en Brasil no fue la más feroz de América Latina, ni siquiera la más larga. Con sus 400 muertos y desaparecidos contra los 30 mil de Argentina y los 3.200 de Chile, Brasil ocupa el vagón de cola en la dolorosa procesión de las democracias abatidas en el siglo XX. Es cierto que la Comisión de la Verdad instituída por Dilma Rousseff en mayo de 2012 no considera definitivo el número de víctimas que figura en los libros de Historia. Hubo muchos más, aseguran los abogados del organismo, si se consideran las muertes “anónimas” de indígenas y campesinos a manos de los represores locales, que nunca alcanzaron la notoriedad de las crónicas. Pero aún así, las proporciones no cambian mucho.

El golpe que se consumó en Brasil hace exactamente medio siglo es “histórico” por otras razones. Fue una dictadura inédita en la geopolítica latinoamericana de la época, que inauguró una nueva filosofía de la represión, imitada después en muchas otras partes del continente en reemplazo de las obsoletas dictaduras patriarcales de principios del novecientos. En este sentido, la llegada de los militares brasileños al poder constituye una divisoria de aguas para América Latina. Militares cultos, formados en renombradas academias militares, capaces de planificar un régimen autoritario con “objetivos nacionales” ambiciosos, un nuevo estado “moderno, dinámico, eficiente y consciente” para usar las palabras que repetía la propaganda del régimen. Los militares brasileños acuñaron, perfeccionaron y certificaron el concepto de “Seguridad nacional” que hizo escuela en todo el continente. Institucionalizaron la lucha contra el comunismo en países donde los partidos comunistas en cuanto tales, como reflejo ortodoxo de la Tercera Internacional, eran realidades minúsculas a menudo opuestas a los movimientos sociales de base obrera, campesina o estudiantil. Así fue en México y así fue en Argentina, donde las convulsiones sociales se canalizaron en movimientos nacionalistas de matriz no marxista, y así fue en Brasil con el movimiento popular contra Getulio Vargas y la nueva Constitución de 1946. Los golpistas brasileños identificaron al opositor como el enemigo interno y a China y la Unión Soviética como el enemigo foráneo. Su enfoque represivo hará escuela en países como Chile, Bolivia, Argentina y Ecuador.

Brasil salió de la dictadura con un ciclo de gobiernos reformadores de izquierda o de centroizquierda que se sucedieron pacíficamente durante medio siglo, a diferencia de otros países del continente que sufrieron las convulsiones de la guerra civile antes de dar paso a gobiernos de tendencia revolucionaria. La Iglesia de Brasil fue desde el principio una fuerza de contraste del régimen militar, de denuncia y de protección para los más vulnerables, mucho más que las Iglesias de otros países del continente.

Legítimamente el episcopado brasileño reivindica hoy, a cincuenta años del golpe, un rol “imprescindible para los cristianos para la superación de este período” y pone de relieve la movilización para denunciar y perseguir los crímenes de tortura que dieron vida el famoso “Projeto Brasil: Nunca Mais”, que evoca el “Nunca Más” de la Comisión Sábato en Argentina. “Hemos conquistado una amnistía parcial, hemos llenado las plazas de Diretas Já (Elecciones ya)” se lee en una declaración publica del Consejo nacional de las Iglesias cristianas de Brasil “El proceso constituyente pudo comenzar, haciendo posible que se debatieran viejas cuestiones, como la Reforma agraria, los derechos sociales, los derechos humanos y la soberanía nacional”.(Vatican Insider)