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La conexión judía de Juan Pablo II y su correlato en el Papa Francisco
01 - 04 - 2014 - INTERRELIGIOSO - Hebreos

El 27 de abril se canonizará a Juan Pablo II y comienzan a aparecer todo tipo de anécdotas sobre la vida de uno de los papas más carismáticos que hayan pasado por el pontificado. Y una de esas historias destaca la conexión judía de Juan Pablo II a través de un amigo de la infancia, puerta por la cual se efectivizó el relacionamiento judío – católico. Esto muestra paralelismo con lo que sucede con el papa Francisco, que también tiene un gran amigo judío, el rabino Abraham Skorka, mediante el cual se siguió consolidando la relación entre las comunidades a máximo nivel.

Jerzy Kluger relata en el libro, El Papa y yo, con mucha atención, los detalles de todo tipo de cosas de su relación con Juan Pablo II, como la formalidad del Papa, su forma polaca algo pasada de moda al hablar por teléfono, – él siempre preguntaba por el “ingeniero Jerzy Kluger”- y su excelente memoria, que le permitió recuperar conversaciones de años antes.
NACE UN GRAN AMIGO JUDÍO
Jerzy Kluger amigo de la infancia con Karol Wojtyla, fue compañero de colegio del futuro pontífice en Wadowice, pasaron mucho tiempo en los hogares del uno y del otro, jugaron al fútbol juntos, lo que iba a tener resultados a largo plazo.
Muchas décadas más tarde. Kluger completó el libro El Papa y yo poco antes de morir en 2011, seis años después de la muerte de su compañero de clase, y cuenta su historia completa.
Los miembros de la familia de Kluger eran las principales figuras en la gran comunidad judía de Wadowice. El padre de Jerzy fue abogado y había estudiado en la Universidad Jagiellonian en Cracovia.
Jerzy conoció a Karol Wojtyla en la escuela secundaria y se convirtieron en grandes amigos.
El joven Kluger aprendió mucho de la historia de Polonia del padre Karol, a quien le encantaba contar historias de caballería y honor.
Hay algunas descripciones bastante emotivas de la vida pueblerina, de la escuela de danza que celebraba la finalización de los exámenes, y de sus debates sobre el futuro, sus esperanzas y planes.
LA GUERRA
Como sabemos, el futuro iba a ser mucho más sombrío que para cualquier colegial en Polonia o en otro lugar de lo que podría haber imaginado. Después de un breve período en la Universidad de Varsovia, donde los estudiantes anti-judíos lo golpearon muy mal, Kluger volvió a Wadowice. Su padre hizo arreglos para que él estudiara en Gran Bretaña, pero vino la guerra, Alemania invadió desde el oeste, el ejército soviético desde el este, y Polonia fue condenada.
Kluger y su padre fueron capturados por los soviéticos y transportados a la remota región ártica de la Unión Soviética. Nunca volvió a ver a su madre, su hermana o su abuela otra vez. Wadowice quedó bajo control alemán, y fueron llevadas a un campo de concentración y perecieron allí. Kluger escribe recuerdos particularmente tiernos de su hermana, una niña inteligente y estudiosa, que también era una excelente jugadora de tenis.
Kluger mismo fue uno de los polacos que, después de que Hitler atacó Rusia, se les permitió unirse al ejército polaco y estuvo en acción en Monte Cassino y en otros lugares.
Después de la guerra, se cumplió el plan original de su padre de ir a Inglaterra y estudió ingeniería en Nottingham. Se casó con una chica inglesa y crió dos hijas, tuvo un negocio exitoso y, finalmente, se estableció en Roma. Y aquí es donde la historia toma otro giro extraordinario.
LOS AMIGOS SE REENCUENTRAN EN ROMA
En Roma, en la década de 1960, estaba ocurriendo el Concilio Vaticano II, y el arzobispo Karol Wojtyla fue uno de los asistentes. Kluger se dio cuenta de que este debía ser el Wojtyla que había conocido en la escuela, y se puso en contacto con la casa del clero donde el arzobispo se estaba quedando. Y así comenzó un nuevo capítulo.
Hay una conmovedora descripción de cómo se encontraron y hablaron y hablaron, caminando juntos hasta que oscureció. Iba a ser la primera de muchas reuniones. En los próximos años, el Arzobispo Wojtyla y Kluger se encontraron siempre cuando Karol visitaba Roma por asuntos de la Iglesia.
Y entonces llegó el día en 1978 cuando el humo blanco indicó la elección de un nuevo Papa y el arzobispo Wojtyla se convirtió en Juan Pablo II.
LA CONSOLIDACIÓN DE LA RELACIÓN CON LOS JUDÍOS A TRAVÉS DE SU AMIGO
Como todos sabemos, uno de los grandes logros del extraordinario pontificado de Juan Pablo II fue la creación de toda una nueva relación con el pueblo judío.
Su visita a una sinagoga en 1986 fue la primera desde San Pedro casi 2000 años antes, y abrió el camino a nuevas esperanzas y nuevas posibilidades.
A través de los contactos establecidos por Jerzy Kluger, se establecieron con el tiempo, relaciones diplomáticas formales entre el Vaticano e Israel.
Los lazos personales entre ambos hombres eran profundos. El Papa Juan Pablo II se convirtió en amigo de la esposa y las hijas de Kluger, presidió la boda de la nieta de Kluger, compartió muchas comidas y charlas largas con la familia.
Cuando Juan Pablo fue a Israel, rezó en el Muro de los Lamentos y rindió homenaje a las víctimas del Holocausto, Kluger fue testigo y describe todo conmovedoramente.
Esto tiene un extraño paralelismo con lo que sucederá en Israel cuando este año el papa Francisco visite Israel junto a su amigo el rabino Skorka.
LA HISTORIA AVANZA POR LOS MISMOS CARRILES
Estos hechos extraordinarios que narra Kluger tuvieron una profundidad espiritual para ellos, que es casi inconcebible.
Lo que se jugaba en la historia no era sólo la curación de viejas heridas y el fomento de una nueva era, sino algo más, algo en el plan de Dios, algo relacionado con los grandes diseños de Dios para el pueblo de la Antigua Alianza, para el que tiene gran amor.
¿Qué pasará después? Los problemas en el Medio Oriente, los derechos y obligaciones de Israel y de los palestinos, continúan siendo una fuente de dificultades para alcanzar una paz verdadera y duradera. Y el desarrollo de la bomba atómica por Irán es una espada de Damocles que pesa sobre el pueblo judío.
La historia de Kluger / Juan Pablo II hace su propia contribución singular a la historia de dos colectividades religiosas, que se extiende a través de la tragedia de la guerra y en los misteriosos designios de la Providencia, actuando en el drama de un sorprendente pontificado presidido por un santo.
Como tantas otras cosas en la vida de Juan Pablo II, es caracterizado por una sensación de tener muy de cerca y con ternura las manos de Dios.
El resto de la misión le queda por hacer al papa Francisco y su relación con el rabino Skorka.