Pell afirma que en el Vaticano habÃa involucrados en la corrupción
05 - 06 - 2021 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros
El exprefecto de EconomÃa asegura que los que buscaban transparencia chocaban contra los que pactaban y con los que "cerraban un ojo". Sobre su proceso, dice que fue un chivo expiatorio en medio de un ambiente envenenado contra la Iglesia en Australia. (Fuente: Valoresreligiosos)
George Pell te estrecha con Ãmpetu la mano cuando te recibe en su piso, uno de esos grandes apartamentos que el Vaticano otorga a los cardenales de la Curia romana, en la que el purpurado australiano dejó de trabajar como prefecto de la SecretarÃa para la EconomÃa cuando, en junio de 2017, volvió a su paÃs para defenderse de una acusación de pederastia.
Empezaba asà un vÃa crucis judicial que le llevarÃa a ser condenado en primera y segunda instancia, lo que le supuso pasar 404 dÃas preso, hasta que, en abril de 2020, el Tribunal Superior australiano le absolvió y ordenó su inmediata liberación. “No perdà la esperanza, aunque se habÃa creado una atmósfera envenenada contra mÃ, contra la Iglesia católica y contra sus lÃderesâ€, explica Pell, que acaba de publicar en español su ‘Diario en prisión’ (Palabra). “Fui un cabeza de turcoâ€, asegura.
En una amplia entrevista con Vida Nueva, el cardenal cuenta cómo ha salido de la cárcel, “agradecido por las muchas cosas buenas que he tenido y recibido en mi vidaâ€, y analiza la situación económica del Vaticano, cuya gestión trató de modernizar y hacer más transparente.
“No sabemos cuántas personas van al cielo o al infierno, pero al menos debemos saber si estamos ganando o perdiendo dineroâ€, dice, dedicando buenas palabras a su sucesor en la SecretarÃa para la EconomÃa, el jesuita español Juan Antonio Guerrero. “Se han dado pasos adelante y se continúa haciendo un progresoâ€.
Contra la corrupción
Pell recuerda las resistencias que encontró en parte de la Curia para lograr una mayor transparencia y asegura que no se topó con una guerra cultural, sino que se trató de un choque entre “quienes querÃamos luchar contra la corrupción, quienes estaban involucrados en ella†y los que “cerraban un ojoâ€. La mejor prueba de lo “sospechosos†que, a su juicio, resultan muchos de los que han trabajado con las inversiones del Vaticano ha venido con la compra de un edificio en Londres con fondos de la SecretarÃa de Estado, una operación que está siendo investigada por la Justicia vaticana.
Pell cuenta, finalmente, que ha decidido quedarse a vivir en Roma, aunque volverá con frecuencia a Australia, preferiblemente durante el verano europeo, para escapar asà del calor húmedo y sofocante de la Ciudad Eterna.
PREGUNTA.- ¿Cuál fue su momento más duro en la cárcel?
RESPUESTA.- De todo el tiempo que estuve allà lo más difÃcil fue cuando me sentenciaron culpable en el segundo juicio, el de apelación. Aquello fue para mà una enorme sorpresa, porque los cargos eran absurdos. Se decÃa que yo habÃa atacado a dos muchachos, a los que ni siquiera conocÃa, y en la sacristÃa, en un momento en el que allà habrÃa cuatro o cinco personas y varios cientos en toda la zona. El juez pensó que era inocente, pero tenÃa que llevar adelante el proceso por la decisión del jurado, que actuó de manera errónea y arrogante. Para mÃ, aquello fue muy difÃcil, recuerdo que les miraba a la cara diciéndoles que aquello era falso e injusto. Fue todo muy extraño, como lo eran las acusaciones.
P.- ¿Confió siempre en que al final serÃa absuelto?
R.- No perdà la esperanza. Hay que diferenciar entre la esperanza cristiana, el optimismo humano y tus previsiones de si el Tribunal te va a liberar o no. Después de las decisiones en mi contra que se habÃan tomado, estaba seguro de que no podrÃa haber más errores y que, al final, me liberarÃan. Era lo único que podÃa hacer, pues, desde el punto de vista forense y legal, la lógica decÃa que mi defensa era muy fuerte. Mis abogados asà me lo dijeron. El problema es que se habÃa creado una atmósfera envenenada contra mÃ, contra la Iglesia católica y contra sus lÃderes.
Cuando estaba en prisión y me preocupaba lo que fuera a pasar, a veces me acordaba de ese viejo filósofo británico y ateo que es Bertrand Russell, que decÃa que, en ocasiones, hace falta ser muy listo para ser muy tonto y cometer enormes errores. Todos los miembros del Alto Tribunal son personas muy inteligentes, personas de mente y actuación claras. Me habÃan dicho que en la Corte Suprema iban a ser capaces e Ãntegros, y asà fue como se comportaron.
P.- ¿Estaba preocupado por el proceso paralelo que se vivió en los medios de comunicación?
R.- Por supuesto, pero cada persona puede hacer lo que puede hacer. Aunque habÃa algunos lÃderes importantes en los medios defendiendo mi posición, la postura general era muy hostil. Hubo algunas personas en el Tribunal que incluso dijeron públicamente que yo tal vez fuera inocente, pero que era necesario que alguien en la Iglesia pagara. Fui un cabeza de turco. La acusación de que habÃa abusado de dos personas después de misa en la sacristÃa, que estaba llena de gente, resulta increÃble para cualquier persona que haya ido a misa. Una dificultad del proceso fue, precisamente, que muchos miembros del jurado no van nunca a la iglesia y tienen la idea de que una catedral puede ser un lugar cerrado y oscuro. Es un detalle interesante.
P.- ¿Qué opinión tiene de quien le denunció?
R.- Nunca cometà ninguna violencia contra esa persona, que tiene muchas enfermedades psicológicas debido al uso de drogas. No creo que esté en paz ni siquiera ahora. Tal vez haya creado toda esta historia como una fantasÃa, le pasó lo que dice con otra persona o haya establecido un paralelismo con otro suceso similar acaecido en Estados Unidos, que luego se supo que también era falso. Las acusaciones son muy parecidas. La persona que me acusó ha cambiado 24 veces su declaración, tal vez alguien la ha dirigido, pero no sé de quién puede tratarse.
DifÃcil perdón
P.- ¿Le ha perdonado?
R.- Algunas veces perdonar resulta difÃcil, pero es una decisión que tomas porque eres cristiano y decides hacerlo.
¿Qué les dirÃa a las asociaciones de vÃctimas?
R.- Siento una gran simpatÃa por las vÃctimas auténticas y pienso que la mejor protección es siempre la verdad. Tenemos que trabajar por ella, la verdad tiene que ser la base de la justicia. En mi recorrido como obispo, siempre he estado a favor de las vÃctimas, como ocurrió en Melbourne, cuando pusimos en marcha un proceso de justicia con las vÃctimas, a las que pagamos compensaciones. Una acusación siempre tiene que ser evaluada, aunque haya ocasiones en las que algunas personas mientan o su mente les juegue malas pasadas debido a la droga, al alcohol o a otros motivos.
P.- ¿Sintió el apoyo del Papa y del Vaticano durante su permanencia en prisión?
R.- Siempre sentà un fuerte apoyo, tanto del papa Francisco como de Benedicto XVI, que también me mandó un mensaje. Estoy muy agradecido por ello. Los comunicados vaticanos, en cambio, eran algo más tibios y reflejaban también un respeto por la justicia australiana que podrÃa resultar demasiado optimista.
P.- ¿Cómo le ha cambiado personalmente esta experiencia?
R.- No estoy seguro de que haya salido mejorado por haber estado en la cárcel, pero de lo que estoy seguro es de que estoy más agradecido por las muchas cosas buenas que he tenido y recibido en mi vida. Ha sido una vida muy buena, trabajando y sirviendo en diferentes mundos. Le doy las gracias a Dios por todo ello y creo que ahora entiendo mejor el papel que el sufrimiento tiene en la redención.
Tal vez por ello mi fe ahora es todavÃa más fuerte. Entre los agradecimientos que tengo que hacer, no quiero olvidarme de Felipe Fernández-Armesto, historiador y profesor en la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos), por su apoyo recibido. Fernández-Armesto es un hombre brillante, al que querrÃa dar las gracias públicamente.
|