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Roche y el fin de Summorum Pontificum
30 - 05 - 2021 - IGLESIA - Europa
En sentido estricto, el rumor, insistente y creíble, de que el Papa proyecta acabar con la ‘liberación’ de la Misa Tradicional decretada por su predecesor y el nombramiento al frente de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos al arzobispo británico Arthur Roche en sustitución del cardenal Robert Sarah son dos noticias distintas y como tal las hemos dado. (Fuente: Infovaticana)

Luigi Casalini, quien soltó la liebre en su blog Messa in Latino, confirmaba a la periodista Diane Montagne que tres obispos y dos altos funcionarios de la Curia Romana eran quienes le habían asegurado que ya existe un borrador preparado que anula lo dispuesto por Benedicto XVI en su motu proprio Summorum Pontificum, que permitía a los sacerdotes celebrar la Misa en su rito preconciliar sin necesidad de un permiso previo, el conocido como ‘indulto’. Por otra parte, la defenestración en febrero del cardenal Robert Sarah al frente de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos se vio en su momento como una ‘muerte anunciada’, en el sentido de que el africano pegaba tanto en la Curia de Francisco como un par de pistolas en un santo, y su sustitución por Roche hace que todo cuadre. Porque Roche había servido como secretario de la congregación desde su nombramiento por Benedicto XVI, y desde la llegada de Francisco al solio pontificio se ha ido convirtiendo en el interlocutor habitual del Papa con la congregación. Sarah, que llegó a tener que publicar una rectificación de una interpretación suya de un motu proprio papal y que despertó las iras de los renovadores al presentar a Benedicto XVI como coautor de su último libro, parecía cada día más, con todo respeto para Su Eminencia, un figurón. Roche es de otra pasta por completo. Protegido del difunto arzobispo de Westminster, el cardenal Cormac Murphy-O’Connor -según el también difunto cardenal belga Gottfried Daneels, la persona encargada por el Grupo de San Galo para contactar con el entonces cardenal Jorge Bergoglio-, se le considera responsable del ‘mandatum’ que permite a los sacerdotes lavar los pies de mujeres en la liturgia del Jueves Santo, y del motu proprio Magnum Principium, que da a las conferencias episcopales mayor libertad en las traducciones litúrgicas. La iniciativa más cercana es la carta de 2020 que apoya al obispo Richard Stika de Knoxville en su prohibición de la Comunión en la boca con el pretexto de la pandemia. El poder de Roche en la congregación fue creciendo hasta el punto de que muchas de sus comunicaciones oficiales aparecían firmadas por él y no por el todavía prefecto. Y el nombramiento de Roche casa perfectamente con el rumor de una abolición de la libertad para celebrar la Misa Tradicional, un caso sin precedentes de un Papa aboliendo el motu proprio de un predecesor aún vivo. Porque una de las cosas que comparten Francisco y Roche es su gran interés por hacer ‘irreversible’ la reforma litúrgica postconciliar. En general, Francisco ha expresado en múltiples ocasiones cierta ansiedad por garantizar la irreversibilidad de toda su visión eclesial, y en este empeño, la reforma litúrgica, que exige “tiempo, una recepción fiel, práctica obediencia y una sabia aplicación en las celebraciones”, resulta esencial. El propio pontífice dijo en 2017 que la reforma litúrgica debe superar “una recepción parcial y prácticas que la desfiguren”. Y esto no puede lograrse sin el fin de la libertad de celebración de la Misa Tradicional. Porque, cuando Benedicto XVI la ‘liberó’, aún existía la percepción de que el antiguo rito languidecería hasta morir, sirviendo a comunidades excéntricas de añosos nostálgicos o fraternidades tradicionalistas muy marginales que acabarían desapareciendo. Eso es imposible mantenerlo hoy. La Misa Tradicional, aunque aún evidentemente marginal, ha crecido exponencialmente en seguimiento y quienes la siguen, lejos de ser un puñado de ancianos nostálgicos, son a menudo jóvenes y, en todo caso, feligreses que, por edad, no tienen modo de recordarla cuando era la única. En definitiva, sobre todo en Occidente, las Misas Tradicionales tienen cada vez más adeptos, al tiempo que la Novus Ordo pierde asistentes a ojos vista. Cualquiera que haya leído la disposición de San Pío V en la proclamación del rito de la Santa Misa -Misa única del Rito Romano hasta el Concilio Vaticano II- advertirá lo difícil que es hacer irreversible la nueva liturgia, viendo cómo un Papa puede deshacer lo que uno de sus predecesores impuso con la más solemne intención expresa de que durara para siempre.