A través de la carta titulada ‘El día del Señor’, los obispos rindieron homenaje a todos los que, en este momento difícil, trabajan incansablemente en hospitales, residencias de ancianos, escuelas y cárceles, también expresando su gratitud por los “inmensos esfuerzos” de quienes proporcionaron alimentos a los más necesitados. “La generosidad mostrada en la distribución de tantas comidas dio expresión elocuente a la misericordia, el amor y la compasión que hay en el corazón mismo de Dios. Muchos fueron conmovidos por la alegría de encontrar a Cristo en los pobres; y muchos de los pobres por la alegría de encontrar a Cristo en parroquianos abnegados”, señalan. Comunidades católicas en el mundo pos-pandemia Reflexionando sobre el mundo pos-pandémico, los obispos destacaron los desafíos que enfrentan para llevar a las comunidades a una práctica aún mayor de la fe. Luego describen grupos de personas a las que se debe llegar. El primer grupo está formado por aquellos que han perdido el hábito de ir a la iglesia. Estos son llamados por los obispos “los curiosos de la Covid”, ya que muchos pueden haberse encontrado con la Iglesia Católica por primera vez durante la pandemia. Un segundo grupo es el de aquellos que pueden no querer restablecer un patrón de culto católico porque han visto una brecha que se ensancha entre la dimensión espiritual de sus vidas y cualquier expresión comunitaria de esta búsqueda espiritual. La importancia de la misa dominical Los prelados señalan la Eucaristía como un instrumento para responder a estos desafíos. “Es la Eucaristía, la celebración de la Misa, lo que hace a la Iglesia; y es la Iglesia, en el don del Espíritu Santo, quien hace la Eucaristía. El Santo Sacrificio de la Misa es la fuerza vital de la Iglesia. Requiere nuestra participación activa y, para ser plenamente celebrado, nuestra presencia física”, destacan. La importancia de la misa dominical y la necesidad de que se sitúe en el centro de nuestra vida son otros puntos que destacan los obispos, que subrayan que el domingo debe ser nutrido como “un don semanal de Dios a su pueblo”, algo de lo que no podemos prescindir. Finalmente, instan a los fieles a mirar el domingo como “el alma de la semana, dando luz y sentido a todas las responsabilidades que vivimos cada día; ver la Eucaristía dominical como alimento para la misión única a la que hemos sido llamados”. (EPC)