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La postura de Biden sobre el aborto contradice su catolicismo
20 - 02 - 2021 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Vida
A raíz de las declaraciones del presidente Biden afirmando que “acepta” las enseñanzas de la Iglesia sobre el aborto pero que, al mismo tiempo, se niega a “imponérselas a los demás”, Robert P. George y Ramesh Ponnuru han publicado un demoledor artículo en las páginas de opinión del Washington Post. (Fuente: Infovaticana)

Ramesh Ponnuru es miembro del American Enterprise Institute y columnista de Bloomberg Opinion. Robert P. George es profesor de jurisprudencia McCormick en la Universidad de Princeton. Según este último, la postura de Biden “se basa en un malentendido -en realidad en una tergiversación- de lo que son realmente las enseñanzas de la Iglesia. No se trata de un malentendido inocente. Biden sabe perfectamente cuál es esa enseñanza; la está tergiversando por razones políticas. En sustancia, el apoyo de Biden al aborto prácticamente sin restricciones es profundamente injusto. Al exponer a todo un grupo de seres humanos inocentes a la violencia letal, comete una grave injusticia contra ellos. La injusticia se ve agravada por la decisión de Biden de subvencionar esa matanza con el dinero de los contribuyentes”. A continuación reproducimos el artículo de George y Ponnuru: “Joe Biden es el segundo presidente bautizado como católico de los Estados Unidos, y el primero desde que el aborto se convirtió en una cuestión central de nuestra política. La oposición de la Iglesia Católica al asesinato deliberado de niños no nacidos es firme y conocida. Pero Biden apoya un derecho casi ilimitado al aborto y la financiación federal del mismo. Esta combinación ha vuelto a poner sobre la mesa el debate sobre las obligaciones morales de los ciudadanos católicos, incluidos los funcionarios públicos. Algunas noticias presentan la llegada de Biden a la presidencia como el renacimiento de una versión políticamente liberal del cristianismo que pone más énfasis en cuestiones como la pobreza y la inmigración que en la moral sexual. Al parecer, los obispos católicos están divididos sobre cómo responder a esta nueva situación. Es un momento para que los católicos, tanto los laicos como el clero, sean claros sobre lo que enseña la Iglesia. El catolicismo es muy amplio: en él hay espacio para muchas tendencias políticas. Un católico puede creer en buena conciencia que el gobierno federal debería hacer más para regular los mercados con el fin de servir al bien común, o que la regulación excesiva ha contribuido a la pobreza y debería reducirse, o alguna posición intermedia. El catecismo enseña que “las naciones más prósperas están obligadas, en la medida de sus posibilidades, a acoger al extranjero en busca de la seguridad y los medios de subsistencia que no puede encontrar en su país de origen”. Sin embargo, lo que esto significa en la práctica para la política de Estados Unidos es algo en lo que católicos igualmente fieles pueden discrepar razonablemente. Por tanto, en principio no hay nada malo en que católicos liberales y conservadores se expresen con voces distintas. Pero la enseñanza católica impone límites a las políticas que pueden apoyarse. Ningún católico debería, por ejemplo, aprobar una política que conduzca a la separación habitual y a gran escala de niños de sus padres en nombre de la lucha contra la inmigración ilegal. De hecho, los católicos están llamados a oponerse a cualquier política de este tipo. En la medida en que no cumplamos con este deber -por partidismo, timidez, dureza de corazón o cualquier otra razón- no estaremos cumpliendo con lo que exige nuestra fe. Lo mismo ocurre con el aborto. Biden está entre los católicos que han contribuido a la confusión en este punto. Ha dicho que su fe enseña que la vida humana comienza en la concepción y ha declarado: “Lo acepto en mi vida personal”. Pero no lo “impondrá” a los demás. Sin embargo, es la ciencia, y no ningún catecismo, la que nos enseña que en la concepción nace un nuevo y distinto miembro de la especie Homo sapiens. Lo que la Iglesia católica añade es que tenemos la solemne obligación de hacer lo que podamos para que se haga justicia a todos los seres humanos, incluidos los que se encuentran en las primeras fases de desarrollo. (Los católicos, por supuesto, y afortunadamente, no son los únicos que ven este imperativo). En la visión de la Iglesia, el aborto no es sólo inmoral como lo es el tomar el nombre de Dios en vano o cometer adulterio. No es en sí mismo una cuestión de ética sexual. Es una grave injusticia de la misma manera que lo es realizar cualquier acto destinado a matar a un ser humano inocente. Las leyes que lo permiten, o que lo consideran un derecho, son también gravemente injustas, del mismo modo que sería injusto que las leyes permitieran el asesinato deliberado de cualquier otro ser humano inocente, especialmente a escala masiva. Por ello, el Papa Francisco ha hecho un llamamiento a “todos los políticos, independientemente de sus convicciones religiosas, para que traten la defensa de la vida de los que están por nacer y entrar en la sociedad como la piedra angular del bien común.” Biden, por muy cumplidor que sea en otros aspectos, no acepta la enseñanza de la Iglesia sobre este tema. La rechaza flagrantemente. Es posible que desee sinceramente que nadie realice un aborto, y en ese sentido estar “personalmente en contra” al aborto. Sin embargo, está a favor de excluir a una grupo concreto de seres humanos de la protección contra el homicidio que apoya para el resto. Habla a favor de esa injusticia y trabaja para fomentarla. Nada en la enseñanza de la Iglesia sobre el aborto implica que sea la única cuestión que deba preocupar a los ciudadanos y funcionarios católicos. Tampoco impide colaborar con el gobierno de Biden en iniciativas que puedan promover el bienestar general, o elogiarlo cuando lo merezca. Sin embargo, estamos obligados a decir la verdad sobre el aborto y lo que la Iglesia enseña realmente sobre él, a decírselo a nuestros hermanos en la fe y al resto de nuestros conciudadanos. Se lo debemos a los no nacidos. Se lo debemos a nuestros conciudadanos con quienes compartimos el ideal de una nación comprometida con la “justicia para todos”. Y se lo debemos, también, al propio presidente Biden, que en este tema es culpable de causar una profunda injusticia.”