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Bélgica: la Iglesia secularizada es peor que el Covid
18 - 12 - 2020 - IGLESIA - Europa
El Estado “concede” la participación de 15 personas en la misa, pero los obispos del país invitan a los fieles a permanecer en casa. Respuestas secularizadas a las últimas preguntas de los fieles. (Fuente: Infovaticana)

Tras haber anunciado que se lanzarán patrullas de las fuerzas del orden para vigilar que se respeten las medidas sanitarias durante la Navidad “si es necesario, tocando el timbre o llamando a las puertas de las personas”, el gobierno de Bélgica ha “aceptado” relajar las restricciones sobre la misa a partir del próximo domingo, permitiendo un máximo de quince personas en la liturgia. Quince (excluidos los niños con edad inferior a los 12 años), en lugar de las cuatro “permitidas” anteriormente, siempre que se respete la regla de los diez metros cuadros de espacio por persona. “Esta ligera relajación ofrece nuevas oportunidades, incluida la de ir a misa como familia o grupo”, han comentado los obispos, declarando, en un comunicado emitido por la Conferencia episcopal el 10 de diciembre, haber “tomado nota” de la decisión del gobierno; sin embargo, “esta relajación no debe dar de ninguna manera la impresión de que ha disminuido la gravedad de la pandemia”. Por consiguiente, no animarán a los fieles a participar en la misa, recordándoles más bien que las celebraciones dominicales transmitidas por la radio y la televisión “seguirán siendo el medio por excelencia para estar unidos en la Eucaristía”. La Iglesia belga suspendió las misas públicas de marzo a junio durante el primer confinamiento; las volvió a suspender a partir del 2 de noviembre, durante la segunda ola, debido a un nuevo y dramático pico de casos de coronavirus, con la intención de que no se retomen al menos hasta el 15 de enero de 2021. Sin embargo, cuando el 29 de noviembre el gobierno concedió la reapertura de algunas actividades no esenciales, un nutrido grupo de laicos católicos y de parroquias amenazó con denunciar al ejecutivo por violar la libertad de culto (dirigiendo una carta “En favor de la misa” al primer ministro que, en pocos días, recogió 13.000 firmas). Así, el 8 de diciembre, el Consejo de Estado belga ordenó al gobierno volver a estudiar la prohibición. De ahí la “relajación” permitida. Los obispos expresan su “solidaridad al gobierno” No ha sucedido como en Francia, donde el Consejo de Estado le dio la razón a la Iglesia católica, que había recurrido la decisión del gobierno francés de abrir las iglesias al culto público pero solo para un máximo de treinta personas en cada misa, prescindiendo del lugar de culto; ni como en Estados Unidos, donde el recurso contra las restricciones impuestas por el estado de Nueva York a las funciones religiosas a fin de combatir la epidemia de coronavirus (recurso aceptado por el Tribunal Supremo) surgió de la gran diócesis católica de Brooklyn y de una organización judía ortodoxa. En Bélgica, los obispos, tras reiterar la invitación a mantener abiertas las iglesias para la oración individual y recordando a los pastores de que deben atenerse a las “directrices de sus diócesis”, ante las protestas de los fieles y las concesiones de la política han respondido expresando su “solidaridad al gobierno, al sector sanitario y a todos los que luchan incansablemente contra el virus. Merecen nuestro pleno apoyo”. En Bélgica, una vez respetadas todas las peticiones del Estado, una vez que las iglesias ya son lugares seguros y desinfectados, y que no se pone en riesgo la salud de nadie, ¿quién se debe ocupar de las últimas preguntas de los ciudadanos? ¿Y quién debería responder a tales preguntas si no la Iglesia a través de lo que se vive y celebra en las iglesias? Los frailes de la eutanasia y los católicos del aborto En Bélgica, uno de los primeros países en legalizar la eutanasia (2002) y el primero en extenderla a los menores sin límite de edad (2014), y donde las víctimas de la inyección letal son ya 22.000 personas, la introducción de la eutanasia en los quince hospitales psiquiátricos dirigidos por la congregación de los Hermanos de la Caridad no le ha dejado al Vaticano más elección que la de quitarles la calificación de entidad católica en mayo de este año. En 2017, la Universidad católica de Lovaina –la misma que después de los atentados de Bruselas en 2016 tocó con sus campanas Imagine de John Lennon, «imagina que no existe el paraíso (…) y ninguna religión»–, le abrió un expediente a un docente, culpable por haber sometido a sus estudiantes a la lectura de un texto filosófico que definía el aborto como “la muerte de una persona inocente”. Este docente acabó siendo suspendido por la universidad. Sí, así es: a un docente católico culpable de haber ratificado la enseñanza de la Iglesia católica en materia de aborto, la universidad católica le respondió que “el derecho al aborto está inscrito en el derecho belga, por lo que el texto en cuestión está en contradicción con los valores que apoya esta universidad. El hecho de transmitir posiciones contrarias a estos valores durante la enseñanza es inaceptable”. No solo. También el portavoz de la Conferencia Episcopal belga, el padre Tommy Scholtès, intervino para atacar al docente, definiendo sus palabras “caricaturescas”, “el término ‘homicidio’ es demasiado fuerte”, “el papa Francisco también recuerda la misericordia; debemos mostrar comprensión y compasión”. La vaca en una cruz y la fraternidad prohibida En Bélgica, el obispo de Hasselt, monseñor Patrick Hoogmartens, autorizó en 2017 la exposición artística de Tom Herck: una vaca en una cruz delante del altar con el título “La vaca sagrada”, muerta por nuestros pecados medioambientales. Después se distanció con esta excusa: para algunos fieles “podría ser ofensivo”. La Iglesia católica belga decidió en 2016 dejar de acoger a la Fraternidad de los Santos Apóstoles, obra sacerdotal inspirada en el carisma arrollador del padre Michel-Marie Zanotti-Sorkine que, en plena crisis de vocaciones, atrajo en solo tres años a 27 miembros. La excusa: debido a que la mayor parte de sus seminaristas era de nacionalidad francesa y como “en muchas regiones de Francia no hay sacerdotes, (…) no queremos ser insolidarios con nuestros vecinos, los obispos franceses”. En Bélgica, la hora de religión en las escuelas fue sustituida en 2017 con la enseñanza de Educación a la ciudadanía por docentes que no pueden pertenecer a ninguna religión, ni haber sido educados en institutos católicos o universidades religiosas. Las últimas preguntas y la respuesta secularizada La identidad religiosa de Bélgica, país nacido en 1830 como Estado católico, que era el aglutinante de la nación, está prácticamente muerta. ¿Qué ha ocupado su lugar? Como se puede leer en la carta “A favor de la misa”, dirigida al primer ministro y escrita por religiosos y fieles después de saber que podían ir al supermercado, a la piscina o a un museo pero no a misa, la Navidad no es una fiesta “puramente comercial, ni meramente familiar”, “¡su alma es cristiana!”, celebrar y vivir los sacramentos “es fundamental” y contribuye “al bien común, si bien a algunos esto pueda no resultarles evidente de manera inmediata”. Y “es profundamente injusto ser tratados de manera peor que los demás. Sobre todo teniendo en cuenta que la libertad de culto, ya sea colectivo como público y privado, es un derecho fundamental en nuestro país. Le pedimos, por tanto, que se fie de nosotros y de los demás. También nosotros queremos el bien de nuestro país. Estamos dispuestos a multiplicar las misas y a ser creativos si nos da la posibilidad y se abre a soluciones alternativas (celebración al aire libre en Navidad, por ejemplo)». El resultado, en la secularizadísima Bélgica, donde la eutanasia, el aborto y la vaca en la cruz son católicos, es la admisión de quince personas en misa. Y la recomendación de los obispos es quedarse en casa y seguir la misa por televisión. Publicado por Caterina Giojelli en Tempi. Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.