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La Iglesia mexicana denuncia connivencia polĂ­tica con el crimen organizado
10 - 03 - 2014 - DESAFIOS - Escándalos

La detención Joaquín “El Chapo” Guzmán ha abierto una polémica sobre el deterioro de la moral social mexicana, lo que la Iglesia llama “chaponización” de la sociedad, denuncia la connivencia de políticos en el drama de corrupción y violencia mexicano, y advierte de cómo esa cultura se ha derramado por toda la sociedad mexicana.

La acción del crimen organizado que asola México ha sido posible porque el estado los ha dejado actuar e incluso favorecido durante décadas.

GÉNESIS DE VIOLENCIA NARCO EN MÉXICO
Guillermo Valdés, exjefe de la principal agencia de espionaje de México, explicó en una conferencia en Washington DC, una semana después de la captura del Chapo, que gran parte de la violencia de esta última década se debe a los esfuerzos de Guzmán y de sus aliados del cartel para reconstruir el dominio que los sinaloenses habían mantenido sobre el comercio de drogas en México durante todo un siglo.
Valdés y otros analistas señalan que el comercio controlado por Sinaloa floreció bajo el patrocinio de las autoridades mexicanas y las fuerzas de seguridad, donde ambos tuvieron un papel activo en la concesión de “plazas” o franquicias locales, a traficantes específicos. Ese sistema se vino abajo después del asesinato en 1985 del agente de la DEA Enrique Camarena, y la posterior detención del capo de Sinaloa, Miguel Ángel Félix Gallardo (y asociados).
Las diversas facciones de Sinaloa repartieron geográficamente el comercio – los Arellano Félix en Tijuana, los Carrillo Fuentes en Juárez, los Beltrán Leyva en Acapulco y Ciudad de México. Sólo la esquina del noroeste de México, cuna del Cartel del Golfo, se encontraba fuera de la órbita sinaloense.
Guzmán y sus socios de Sinaloa se trasladaron para reclamar el control, en medio de un vacío de poder dejado después de siete décadas de un gobierno unipartidista centralizado bajo el Partido Revolucionario Institucional (PRI) de Enrique Peña Nieto.
El poder político que recaía en la presidencia desde el cambio de siglo pasó a los gobernadores estatales, quienes se mostraron incapaces de mantener a los traficantes a raya. La policía federal y las agencias de inteligencia, alguna vez ampliamente temidas y profundamente corruptas, fueron retiradas en busca de una reforma democrática.
Eso fue una gran noticia para Guzmán y otros jefes narco. Después de décadas de servir como vasallos de los políticos y de la policía, se convirtieron en señores de la guerra, dictando órdenes en lugar de seguirlas.
Los subalternos asesinos de Guzmán tienen un alto grado de responsabilidad por la masacre que ha acosado a México en la última década, ya que trataron de reafirmar el dominio del Cartel de Sinaloa después de adquirir este poder.
Tras años de expandir su territorio, la organización de Guzmán hizo más que unos cuantos enemigos y produjo un negocio eficiente manejado por tenientes competentes. Tanto los rivales del Chapo como sus propios subordinados podían cortar pedazos de su imperio para sí mismos, involucrando gran cantidad de disparos, torturas y descuartizamientos.

LA IGLESIA DENUNCIA CRECIENTE “CHAPONIZACIÓN” EN MÉXICO
Sobre esta historia del crecimiento narco y violentización de la sociedad, la Conferencia Episcopal de México, Iglesia reflexiona sobre la expansión de la narcocultura y su aceptación en la sociedad, refiriéndose a las supuestamente espontáneas ‘narcomarchas populares’ en defensa del Chapo.
La Iglesia mexicana eleva su voz para advertir sobre la relación entre el narcotráfico, la política y el mundo de los negocios en el país. A pocos días de la captura de Joaquín “Chapo” Guzmán, la Arquidiócesis primada de México publicó un texto titulado “Chaponización”, en el que reflexiona sobre la “alarmante descomposición pública y gubernamental” del país.
“La aprehensión de Joaquín Guzmán, El Chapo, reveló cómo y de qué forma era protegido el criminal más buscado aquí y en los Estados Unidos”, indica el editorial de la publicación semanal “Desde la Fe”, que critica las manifestaciones durante las que se han pedido la libertad del criminal.
“¿Quiénes están a la cabeza, protegen y operan la estructura criminal de “el Chapo”? ¿Quiénes estuvieron detrás de la marcha? ¿Qué autoridades solaparon la convocatoria? ¿Quiénes fueron corrompidos por el dinero de “el Chapo” para apoyar la narcomarcha?”.
¿La respuesta?
“Proclamado como héroe, algunos cientos demostraron la falsa solidaridad por quien hizo el bien a Sinaloa, según los dichos del pueblo en las coplas de los narcocorridos”.

Sin embargo, advierte con preocupación el texto, parecería que los problemas son de una envergadura notable:
“los sucesos sociales advierten de una alarmante descomposición pública y gubernamental”.
Joaquín Guzmán, recuerda el artículo, “es el prototipo de la delincuencia privilegiada cuya influencia llegó a las portadas de revistas internacionales de negocios. Su poder es consecuencia del vacío de gobierno y la complicidad de funcionarios, quienes no cumplieron su trabajo, favoreciendo la impunidad por cañonazos de billetes, privilegios y obscenas fortunas patrimoniales”.
Y en lugar de festejar su captura, subraya la Iglesia de México, “deberíamos preocuparnos por la narcocultura y la mitificación del capo; por la corrupción de autoridades que protegen y encubren a los cárteles; preguntarnos por la situación del pueblo sinaloense manipulado y abandonado de la protección de los responsables del bien común; irritarnos por las infortunadas iniciativas del Poder Legislativo y del PRD que hacen de la legalización de la marihuana la panacea a las adicciones y violencia; en fin, preocuparnos y contrariarnos por la Chaponización de México”.(Foros de la Virgen)