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El episcopado inglés urge a los fieles a inocularse la vacuna
11 - 12 - 2020 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros
En una declaración publicada el jueves, la Conferencia Episcopal de Inglaterra y Gales saluda la aparición de la vacuna desarrollada por Pfizer contra el COVID-19 como “un importante avance en la protección de los demás, así como de uno mismo, contra el virus”. (Fuente: Infovaticana)

Los obispos de Inglaterra y Gales ‘bendicen’ una vacuna desarrollada en solo nueve meses -la media podría estar entre ocho y diez años- por una empresa, Pfizer, que ya ha tenido que pagar multas récord en sonados casos judiciales. Toda una responsabilidad. Las autoridades británicas acaban de aprobar la vacuna, saltándose a la torera las habituales precauciones que se aplican a los medicamentos en el mundo civilizado, por razones bastante evidentes. Se supone que esta aplicación de un ‘procedimiento de urgencia’ se debe a la situación de crisis provocada por la pandemia de un virus con una tasa de recuperación superior al 99%. Entre otras cosas, el mensaje de los obispos declara la licitud de estas vacunas porque no contienen partículas de fetos abortados, ignorando que Pfizer y BioNTech (su socia en este experimento) han realizado pruebas en líneas celulares fetales abortadas HEK293. Sostiene el presidente del Departamento de Justicia Social de la Conferencia Episcopal, Richard Moth, obispo de Arundel y Brighton, que la vacuna es “el medio más eficaz de proteger a otros de la infección con su serio riesgo de enfermedad y, para algunos, muerte”. Pero mientras los eclesiásticos despliegan esa seguridad, la publicación médica más prestigiosa de Gran Bretaña y una de las más importantes del mundo, el British Journal of Medicine, es algo menos optimista y más cauto. Señala el BJM, por ejemplo, que “ninguno de los ensayos actualmente en marcha está diseñado para detectar una reducción en resultado grave alguno tales como altas hospitalarias, empleo de cuidados intensivos o muertes”. En estos asuntos -como en ecología, políticas migratorias o economía-, los profesionales me ofrecen mayor garantía que los prelados, aunque en ninguno de los dos casos es una cuestión de fe. Pero sí de confianza, y eso es lo grave. Hablen o no desde la cátedra magisterial, los obispos tienden a ser autoridades naturales para sus feligreses, por lo que sus recomendaciones tienen un peso y una responsabilidad que debe tenerse muy en cuenta. Y por eso llama la atención este espaldarazo a un procedimiento médico cuyas potenciales consecuencias a largo plazo se desconocen y que deberían recomendar cautela y discreción en los prelados.