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Gobierno Macron y católicos: una confianza que se perdió
04 - 12 - 2020 - IGLESIA - Europa
Obligado por el Consejo de Estado, el gobierno francés permite ahora las misas manteniendo la distancia social. (Fuente: Gaudiumpress)

Después de varios recursos ante el Consejo de Estado, promesas presidenciales a los obispos que no cumplieron, numerosas manifestaciones de los católicos en las calles, y amenazas veladas y no veladas contra la práctica de gestos y súplicas religiosas en el espacio público tras la ‘expulsión’ del espacio eclesial, el gobierno francés ha terminado entrando en razón, aunque a regañadientes: ayer el ministerio del interior – cumpliendo lo que le exigía el Consejo de Estado – decretó que los templos católicos podrán celebrar el culto con los fieles manteniendo la distancia prudencial entre personas o grupos familiares, y dejando una hilera de bancas vacías. Fin de un largo y virulento capítulo que hubiera podido requerir simplemente una decisión administrativa de funcionarios de segundo nivel, tras indicación superior. De esta manera se seguía lo que desde un principio pidieron los obispos del país galo, que había sido desoído por el gobierno de Macron, el cual había puesto el absurdo límite de 30 personas por celebración en toda Francia. Absurdo eran 30 en la catedral San Andrés de Bourdeaux, como absurdo eran 30 en una pequeña capilla de camino rural. Un absurdo que por lo demás no había querido imponer el gobierno a los comercios, a los que permitía un aforo dependiendo de su superficie. Pero por lo que parece de fondo, es que para los señores del gobierno la misa era un servicio no esencial, reemplazable fácilmente por asistencias vía Youtube o Facebook. Pero los católicos se hicieron sentir y le dijeron al gobierno y al mundo lo que repetían los antiguos cristianos cuando se les negaba el acceso al pan de la vida, eso de que “sin la misa no podemos vivir”. Y triunfaron, por lo menos ahora, a la espera de que Macron y gobierno vuelvan por sus fueros y decidan hacerle caso a la última directriz de la Comisión Europea, quien no quiere misas ni de gallo, ni de navidad, ni misas… En fin, la medida de ayer fue tomada tras conversaciones con emisarios del episcopado, por lo que los obispos se han mostrado chevaliers y han manifestado su alegría por el retomar del diálogo con el gobierno. Pero no se puede dejar de recordar lo que decía hace pocos días el abogado de la Iglesia Henri de Beauregard, cuando la Iglesia se preparaba para pedir al Consejo de Estado que salvaguardase sus derechos de la voracidad gubernamental: la confianza entre católicos y Estado se ha roto. Peor para Macron, cuyo débil gobierno podía haber contado con los mejores apoyos de esos disciplinados católicos que se reúnen en iglesias, sitios en los que hasta ahora no se ha demostrado que hayan sido foco del primer contagio del amenazante y fantasmal Covid 19.