Tras un coloquio privado, tuvo lugar el encuentro público –en presencia también de una delegación de la Cmi– durante el cual el Pontífice insistió en la necesidad de no considerar las divisiones como «un componente inevitable de la experiencia histórica», porque representan en realidad «un fuerte obstáculo para el testimonio del Evangelio en el mundo».
«Si los cristianos –advirtió– ignoran la llamada a la unidad que el Señor les dirije, corren el riesgo de ignorar al Señor mismo y la salvación que Él ofrece a través de su Cuerpo, la Iglesia». De aquí la invitación a «no tener miedo» y a «seguir adelante con confianza» en el camino «hacia la comunión plena y visible», sin contentarse «de los progresos que también hemos podido experimentar en estos decenios».
Se trata de un recorrido, especificó el Pontífice, en el que permanece fundamental la dimensión de la oración. En efecto, sólo «con espíritu de oración humilde e insistente –afirmó– se podrá ver la necesaria prudencia, el discernimiento y las motivaciones para ofrecer nuestro servicio a la familia humana, en todas sus debilidades y necesidades, tanto espiritual como material».
No por casualidad el Papa aseguró expresamente su oración para que «sea posible determinar el modo más eficaz para progresar juntos en este camino». Y a los presentes les pidió oraciones, «a fin de que –dijo– el Señor me conceda ser dócil instrumento de su voluntad y siervo de la unidad».