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El cardenal Stella y los seminarios
20 - 10 - 2020 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros
A finales de julio sorprendió la noticia del anuncio del cierre del Seminario Diocesano de San Rafael. El decreto fue publicado el 6 de agosto, pero tanto en el mismo como en el comunicado del 27 de julio se insistía en que la iniciativa de tal decisión era de la Santa Sede. (Fuente: Infovaticana)

En el decreto se mencionaban comunicaciones con el cardenal Stella, prefecto de la Congregación para el Clero. A pesar de las insistentes declaraciones tanto del obispo Taussig, como del portavoz del obispado, José A. Álvarez, de que el prelado sanrafaelino obraba por simple obediencia, y pedía igual obediencia, surgían las dudas dudas. Sin embargo, la noticia reciente de una carta de la Congregación del Clero al presidente de la Conferencia Episcopal Española, invitando a los Obispos a aceptar un proceso de unificación de seminarios da mayor credibilidad al hecho de que sí habría una influencia vaticana, pero no sería del Papa -al menos directamente- sino uno de sus colaboradores. Lo que la Congregación del Clero debería hacer Según leemos en el perfil del organismo (sección 1: Oficio del Clero, final), una de sus tareas es: “promueve una más adecuada distribución del clero en el mundo”. Desde el año 2013, la Congregación para el Clero ha recibido el encargo de velar por los seminarios, que antes, según la Constitución “Pastor Bonus” (del año 1988), entraban en el área de acción de la Congregación para la Educación Católica. Pocos días antes de anunciar su renuncia, el Papa Benedicto XVI dispuso que esto fuese de la jurisdicción de la Congregación del Clero (Carta Apostólica en forma de Motu Proprio del 16 de enero de 2013). Por lo que se ve, el cardenal Stella, actual prefecto, considera que para una mejor distribución del clero es preferible que los sacerdotes sean pocos. En efecto, no se entiende que sirva para una mayor cantidad de operarios el cerrar centros de formación. Lo que el Prefecto para el Clero de hecho hace El berretín de cerrar seminarios diocesanos para promover “seminarios regionales” no es nuevo en el cardenal Stella. Hace ya un par de años, en 2018, lo había intentado en España, siendo rechazada su propuesta en la Asamblea Plenaria. Ahora parece que para doblegar las voluntades episcopales estaría la amenaza de las ya tristemente famosas “visitas fraternas”, cuyos resultados suelen ser diócesis descabezadas (ejemplos: Ciudad del Este, en Uruguay, San Luis, en Argentina) y congregaciones “misericordiadas”. También para Argentina se viene insistiendo con los “seminarios interdiocesanos”, algo sobre lo que otro miembro de la misma Congregación, precisamente el Secretario para Seminarios, en varias oportunidades habría afirmado en las reuniones de la O.S.Ar. (Organización de Seminarios de Argentina): “los seminarios interdiocesanos nunca funcionaron” (ver final de este artículo publicado en este mismo portal) «Crónica de una extinción anunciada» Hace exactamente medio siglo (1970), Editrice Ancora publicaba el sabroso “Quinto Evangelio”, del cardenal Giacomo Biffi en el que iba desgranando para solaz e instrucción del creyente “inoculado con el bacilo del humorismo” (contraportada… ahora que estamos atiborrados de información sanitaria) un crudo análisis de las gélidas perspectivas de la anunciada primavera posconciliar. Un estudio no por entretenido menos doloroso: necesario para conservar la esperanza, sin perder la lucidez. El fragmento 20, precisamente, toca nuestro tema: «¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y pierde una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en el monte y se irá a buscar la que falta? Y sí llega a encontrarla, os doy mi palabra de que se alegrará más por ella que por las noventa y nueve que dejó» (Mt 18, 12-13). * * * “El reino de los cielos se parece a un pastor que tenía cien ovejas y, habiendo perdido noventa y nueve, reprende a la última oveja por su falta de iniciativa, la echa fuera y, después de cerrar el redil, se marcha a la taberna a discutir sobre los problemas de su vida de pastor”. Los que ya han leído el librito saben que, después de cotejar el “antiguo” texto evangélico con cada nuevo “hallazgo”, el autor hace un humorístico comentario, que invitamos a disfrutar (leyendo, e intentando descargar) en el siguiente enlace (aquí). “cada cual atiende su juego…” Los Cardenales, así como la Curia Romana, están para colaborar con el Papa en su tarea de apacentar al rebaño de Cristo. Pero a veces parece que más bien atienden a su propio juego, como en el divertimento infantil del “Antón pirulero” ¿Cuál será la prenda que pretenden no pagar? ¿O será que su único interés es agradar a quien dirige el juego desde la Silla de Pedro? En esta actitud de congraciarse con el poder, se nota una prisa por “adelantarse a sus deseos”, como quizá intentó Taussig, poniéndole fecha de vencimiento a una floreciente casa de formación (su expresión habitual era “mi seminario”) por considerar que a lo mejor forma sacerdotes demasiado rígidos. Hay que reconocer que la responsabilidad no es sólo ni principalmente de quienes así se descarrían y descarrían (escandalizan) a otros, sino de quien ha recibido la autoridad suprema para la misión que se le ha confiado, el Sucesor de Pedro, cuya tarea es “confirmar en la fe a sus hermanos” (cfr Lc 22, 32).