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Perspectiva de género LGBTI: La cultura de la cancelación
31 - 08 - 2020 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

Impera en nuestra sociedad de una manera opresiva la ideología de género, tanto en su aplicación feminista como en las identidades de género LGBTI. Cada vez se parece más a los métodos del régimen soviético en su fase final, cuando las persecuciones se realizaban sobre todo por la vía del castigo administrativo, la exclusión laboral y el señalamiento público como sujetos antisociales. (Fuente: Forumlibertas)

 La llamada cultura de la cancelación tiene mucho de aquellos procedimientos.

La diferencia fundamental radica en que en el estado soviético el control público de toda la actividad económica condenaba al hambre al excluido, mientras que nuestra sociedad de mercado la posibilidad de recuperarse es extraordinariamente más amplia, si bien en determinadas actividades relacionadas con el mundo de la cultura, el espectáculo y la comunicación, estar estigmatizado, cancelado, dificulta mucho encontrar un nuevo trabajo.
Venga esta consideración a cuento del reciente caso del locutor Thom Brennaman, profesional de Fox Sports, y que retraNsmitía el partido de futbol americano entre los Cincinnati Reds y los Kansas City Royal. En un corte para la publicidad, y creyendo que el micrófono estaba cerrado, produjo un comentario origen de todos sus males: “Kansas City es una de las capitales mariquitas del mundo” Sin duda, es un comentario inapropiado, nada respetuoso, pero muchos como estos y peores se vierten en la intimidad, incluso en público -en relación a otros sujetos que no sean mitos de género, eso sí-. Porque la cuestión, nada menor, es que su autor no tenía la menor intención de decir lo que dijo en público. Formaba parte de su intimidad… pero fue oído.

¡Y entonces, se desencadenó el Armagedón! No le sirvió de nada pedir disculpas después en directo, declarase avergonzado por haber llamado capital de mariquitas a Kansas City, de expresar que lo sentía con todo su corazón, todo esto dijo, pero no le sirvió de nada. Como no le sirve publicar incluso un mensaje en The Washington Post disculpándose ante toda la comunidad LGBTI. La sentencia estaba dictada. Sin perdón, por mucho que te arrepientas y humilles, porque el perdón está excluido de la perspectiva de género, como la misericordia, la compasión, la concordia, todo aquello que nos humaniza. El locutor fue inmediatamente despedido, la franquicia Cincinnati Reds publicó una declaración en la que se consideraba “conmocionada por el comentario homófobo horroroso” que había hecho el desgraciado de Thom Brennaman, y se disculparon ante la “comunidad LGBTI+” “de todo el país y mas allá”. Ahí es nada. También la Fox Sports cargó contra el estigmatizado comentarista, que ya forma parte de la lista negra de los cancelados.

La cuestión es esta: ¿un comentario privado, si es escuchado involuntariamente en público, ha de ser objeto de medidas tan extremas, como dejarte sin trabajo y exponerte con saña a la picota pública? ¿La privacidad si es escuchada contra tu voluntad carece de significado? ¿Es tan grave -maleducado sí que es- decir que los de Kansas, el equipo adversario, son unos mariquitas? ¿Qué sucedería si se despidiera a alguien por quemar la bandera del propio país, o por insultar al jefe del estado? Nada, todo se saldaría con la libertad de expresión, pero si esta se aplica a la galaxia Gender todo cambia, todo se vuelve muy grave, hasta decretar el pacto del hambre y el destierro interior. ¿Dónde está el poder? debéis preguntaros ¿quién manda y para qué, y cómo es posible?

¿Por qué este rigorismo ultracalvinista no se aplica a ningún otro ámbito? Quizás si se hubiera referido a ellos como “nenazas” también hubieran caído rayos y truenos, pero cada día, tanto aquí como en Estados Unidos, la gente se despacha en público y a sabiendas, con insultos terribles; la Iglesia y los católicos lo hemos sufrido con los casos de pederastia y no pasa nada.

Los “curas son unos pederastas”, y todos tan panchos, los del Kansas son mariquitas, y cae Satán como un rayo, y parte a la víctima previamente humillada, por la mitad.

A ver si tomamos conciencia de que nos han metido en una dictadura y actuamos en consecuencia.