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Asociación de exorcistas cuestionan una beatificación papal
20 - 07 - 2020 - VATICANO - Causa de los Santos

El Papa ha decidido beatificar al médico venezolano José Gregorio Hernández Cisneros, un devoto católico con fama de santidad a caballo entre los dos siglos pasados. Pero la Asociación de Exorcistas Italianos cuestiona la oportunidad de la decisión, visto que el aspirante a beato es frecuentemente invocado en sesiones de brujería. (Fuente: Infovaticana)

La Iglesia no ‘hace’ santos, sino que los reconoce en casos muy especiales, para proponerlos como ejemplo a los fieles y medios de intercesión. Eso quiere decir que -afortunadamente-, millones pueden estar en el cielo y aun gozar de fama de santidad sin que Roma lo haya proclamado oficialmente.

El proceso oficial tiene varias fases, la penúltima de las cuales es la beatificación. Y beatificar a José Gregorio es lo que ha decidido el Papa, y lo que preocupa a la Asociación Italiana de Exorcistas, que no tienen nada que decir contra las heroicas virtudes cristianas del personaje ni de su probable estado de beatitud eterna. ¿Entonces?

José Gregorio lo tiene todo para que se inicie su beatificación. Ferviente católico que vivió en Venezuela entre los siglos XIX y XX, puso su saber a disposición de los pobres, los ‘descartados’, a los que dedicó una incesante labor caritativa. Segundo requisito, el médico goza ya desde su muerte fama de santidad, existe un ‘cultus’ en torno a su memoria e incluso se le atribuyen numerosos milagros. Así que la Iglesia de Venezuela ha aprobado que se inicie el proceso y lo ha remitido a Roma. Nada extraño en todo eso, y nada a lo que tengan que poner un ‘pero’ los exorcistas.

Lo que inquieta a los exorcistas es la oportunidad del acto. Porque resulta que hay una verdadera plaga en Venezuela y otros países de su entorno, y es la santería, un culto sincrético de brujería que aparta a muchos humildes de la sana doctrina, además de arruinar a algunos la escasa economía o la salud. Y resulta que Hernández es frecuentemente invocado por los ‘santeros’ en sus nocivos hechizos. ¿No podría dar esta beatificación un espaldarazo indeseado a esas prácticas, que se extienden como un incendio por la zona?

La beatificación o canonización de un difunto es un acto religioso, pero la decisión de llevarla a cabo depende a menudo de consideraciones de prudencia que poco o nada tienen que ver con las virtudes del difunto o su destino eterno. Sabemos de personajes cuya causa está iniciada y detenida desde hace tiempo por consideraciones de este tipo. Es el caso de Isabel la Católica, que lleva medio milenio esperando, o, más recientemente, de G.K. Chesterton.