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Cardenal Zen: “Parolin está manipulando al Santo Padre”
08 - 07 - 2020 - IGLESIA - Asia

El cardenal Joseph Zen, arzobispo emérito de Hong Kong, ha aprovechado su presencia en redes sociales y en su blog personal para recordar lo que han supuesto para la Iglesia china -y, en consecuencia, para toda la Iglesia- los acuerdos secretos firmados por el Vaticano con el régimen comunista de Pekín. (Fuente: Infovaticana)

Lo que recuerda el anciano cardenal Zen de estas fechas un año atrás, concretamente del 28 de junio, es la publicación de un documento excepcional: “Guía pastoral para el registro civil del clero en China”. No es nada normal, apunta Zen, que la Santa Sede publique un documento sin especificar el departamento vaticano concreto y sin la firma de la autoridad responsable.

Y aquí inicia Zen en Twitter un hilo con sus reminiscencias de aquellos días:

“Pregunté al entonces prefecto de la Congregación para la Evangelización, cardenal Filoni: “¿Se negó usted a firmar el documento?”. Me respondió: “Nadie me pidió que lo firmase”.

Pregunté al prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe: “¿Había visto en alguna ocasión el documento antes de que se publicase?”. Su respuesta fue: “Ahora todo lo que se refiere a China está exclusivamente en manos de la Secretaría de Estado”.

Como el documento me parecía muy desacertado, tomé un vuelo a Roma al día siguiente. El 30 de junio por la mañana entregué una carta en Santa Marta, pidiendo al Santo Padre que estuviera presente, en alguno de los días siguientes, en un diálogo mío con el cardenal Parolin, autor evidente del documento.

El 1 de julio, al no recibir respuesta, envié otra carta con mis ‘dubia’ sobre el documento, que juzgaba absolutamente contrario a la doctrina de la Iglesia, porque anima a la gente a integrarse en una Iglesia cismática. El 2 de julio recibí respuesta del Papa: “Hable con Parolin”. Le dije al mensajero que me trajo la respuesta: “Sería completamente inútil, así que, por favor, dígale al Santo Padre que me vuelvo con las manos vacías”.

En la cena, muy sencilla, en la que hablamos sobre la situación de Hong Kong. Parolin no abrió la boca. Al final dije: “¿Podemos hablar del documento?”. La respuesta del Santo Padre fue: “Estudiaré el asunto”, y me acompañó a la puerta.

¿Fue esa respuesta la única recompensa de mi largo viaje? No exactamente. Durante la cena noté en el Santo Padre un gran afecto hacia mí, pero también cierto embarazo. Comprendí que la cena era un plan de Parolin, que quería decirme: “El Santo Padre tiene un gran afecto por usted, pero me escucha a mí; y yo me niego a hablar con usted sobre la Guía Pastoral en su presencia. Eso es lo que hay. Váyase a casa y no vuelva más”. Así que no regresé con las manos vacías. Tuve la ocasión de ver con mis propios ojos que Parolin está manipulando al Santo Padre.

Al no recibir ni una palabra del Santo Padre, cuando envié a todos los cardenales un ejemplar de mi libro “Por amor a mi pueblo no me quedaré callado”, inserté una carta en la que les pedía que se tomaran interés por el asunto.

Recibí unas pocas respuestas mostrando simpatía y prometiendo oraciones. Lamentablemente, el nuevo decano del Colegio de Cardenales, cardenal Re, escribió una carta a todos los cardenales criticando la mía. Evidentemente, Parolin le obligó a hacerlo. Le respondí inmediatamente, y luego complementé mi respuesta el 10 de marzo con una carta.

Ha pasado ya un año entero desde mi visita al Papa Francisco, pero aún no he recibido de él respuesta alguna. No estoy seguro de que mis cartas le lleguen, así que pongo en mi blog lo que quiero decir, con la esperanza de que tenga ocasión de leerlo algún día a través de alguien.

Durante los dos últimos años, la Santa Sede ha hecho tres cosas que han perjudicado a la Iglesia en China:

Un acuerdo secreto con el Gobierno chino sobre el nombramiento de obispos. La peculiaridad de este acuerdo es su carácter secreto. Ni siquiera a mí se me ha permitido leerlo. Estrictamente hablando, no podríamos decir nada ni a favor no en contra. Pero lo que sí sabemos es que trata del nombramiento de obispos.

El Papa Francisco afirmó que él tenía la última palabra en este asunto, pero no puedo estar seguro de eso a menos que vea la versión china del documento. De hecho, dudo de que se especifique con esa claridad que el Papa, como cabeza de la Iglesia Católica, tiene el poder supremo en los nombramientos. Ahora bien, incluso antes de la firma del acuerdo hubo un compromiso oral de elegir candidatos aceptables para ambas partes, y es por eso que muchos obispos tuvieron una doble aprobación.

La bula papal no pudo leerse durante la ceremonia de consagración, sino antes, en la sacristía; solía leerse ante los obispos y sacerdotes presentes. En cuanto a las dos recientes consagraciones episcopales, su doble aprobación se decidió hace mucho tiempo, antes de la firma del acuerdo.

No tenemos nada que decir sobre si va a renovarse o no el acuerdo, que expira en unos días, ni siquiera lo consideramos relevante.

Más dañina ha sido la legitimación de los siete “obispos” excomulgados.

Antes y después de la Revolución Cultural, el gobierno había obligado a varios sacerdotes a aceptar ordenaciones ilegítimas. A quienes se negaban se les enviaba a los campos de trabajo, donde podías morir. Muchos de los que aceptaron las ordenaciones no eran mala gente.

Durante el periodo de Política de Puertas Abiertas del gobierno, especialmente cuando era prefecto de la Congregación para la Evangelización el cardenal Tomko, muchos de estos obispos ilegítimamente ordenados tuvieron la ocasión de presentar ante la Santa Sede una humilde solicitud de legitimación. La Santa Sede, después de una investigación, aprobó a estos obispos con gran consuelo y estímulo de los obispos y sus feligrese. Desgraciadamente, tras la jubilación de Tomko a causa de la edad en torno a 2000, la gente de la Santa Sede, poniendo grandes ilusiones en la “Ostpolitik”, adoptaron la política de apaciguamiento con los comunistas. Oportunistas que veían el episcopado como una carrera se infiltraron en la Iglesia y fueron ordenados obispos. Siete de estos obispos excomulgados, que apoyaban al gobierno, desafiaban la doctrina de la Iglesia y sus leyes y trabajaban bajo la dirección del Partido Comunista chino para someter a la Iglesia al Partido.

En septiembre de 2018, la Santa Sede, además de firmar el acuerdo, también legitimó a los siete obispos de un modo sorprendente.

Al principio creímos que el Papa se limitaba a levantar la excomunión que pesaba sobre ellos, acogiéndoles de nuevo en la Iglesia. Suponíamos que habían reconocido su mal comportamiento y obtenido el perdón del Papa, pero no vimos signo alguno de arrepentimiento y gratitud.

Más tarde supimos que el Papa les dio incluso la jurisdicción sobre aquellas diócesis. Eso nos sorprendió: “¡Está entregando las ovejas a los lobos!”. Los siete obispos no mostraron cambio alguno en su conducta. Reafirmaron su lealtad al gobierno ateo. No mostraron una humilde gratitud por la amabilidad del Papa. Al contrario, volvieron proclamando su triunfo. “Mirad qué astutos somos al ponernos de parte del gobierno. Somos los vencedores. ¡Qué estúpidos esos obispos que siguieron fieles al Vaticano! Ahora tienen incluso que cedernos sus diócesis (Shantou y Mingtung)”.

Se nos ha dicho que el acuerdo es para garantizar verdaderos pastores para el pueblo de Dios en China. ¿Son esos siete sujetos tales pastores? ¡Y ahora en el Vaticano celebran que todos los obispos en China son legítimos! Simplemente, estamos confusos”.