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Vacunas contra el Covid-19 y el uso de tejidos de abortos
19 - 06 - 2020 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

Durante los últimos días se ha cargado duramente en la prensa y en las redes sociales contra el cardenal Cañizares por afirmar en su homilía de Corpus Christi que se usan células de fetos abortados en la investigación de vacunas contra el coronavirus. (Fuente: Religionenlibertad)

Pese a las burlas, las críticas e incluso calificar de bulo sus palabras la realidad es que las revistas científicas y los expertos sí confirman que es cierto que se realizan vacunas con líneas celulares obtenidas de abortos provocados.

Para arrojar luz en este polémico asunto el doctor Justo Aznar, experto en Bioética, actualmente director del Instituto de Ciencias de la Vida de la Universidad Católica de Valencia y en el pasado jefe del Departamento de Biopatología Clínica y Coordinador de la Unidad de Investigación Bioquímica del Hospital Universitario ‘La Fe’ de Valencia, ha querido hacer una explicación de esta polémica desde dos vertientes: científica y moral.

El avance para la obtención de una vacuna

De este modo, el doctor Aznar específica que la parte científica aborda la situación de cómo se encuentran las investigaciones para la obtención de una vacuna contra el COVID-19, y en la que se especifica en qué vacunas se han utilizado para su producción líneas celulares obtenidas de fetos de abortos humanos provocados, y una segunda en la que se reflexiona desde un punto de vista moral sobre si estas últimas vacunas pueden ser o no utilizadas.

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Desde el punto de vista científico, este médico miembro también del Observatorio de Bióetica de Valencia especifica que la OMS asegura que en el momento actual existen 136 proyectos en marcha para desarrollar una vacuna contra el COVID-19. De ellos, según se indica en la revista Science del 12 de junio de 2020, solamente en seis se están utilizando, para la producción de la vacuna, líneas celulares obtenidas de fetos humanos de abortos provocados.

Células de abortos provocados en décadas pasadas

Justo Aznar señala que “no se trata de células obtenidas de abortos actuales, sino de células producidas a partir de dos líneas celulares fetales generadas en las décadas de los 70/80 del siglo pasado a partir de abortos provocados”.

De este modo, este experto indica que la primera de ellas, la HEK-293, se obtuvo de riñones de un feto abortado. Es ésta una línea celular que ha sido ampliamente utilizada en la investigación científica y en la industria. La segunda es la PER-C6, línea de células producida por la firma farmacéutica Janssen, filial de Jonhson & Jonhson, se obtuvo de células de retina de un feto de 18 semanas abortado en 1985. Ambas líneas celulares han sido desarrolladas en el laboratorio de biología molecular Alex Van der Eb, de la Universidad de Leiden, en Holanda.

“De los seis proyectos de producción de vacunas en los que se han utilizado las células fetales humanas anteriormente comentadas, hay dos proyectos, uno chino, promovido por la firma CanSino Biologics Inc., del Instituto de Biotecnología de Pekín, y otro de la Universidad de Oxford, en colaboración con la firma farmacéutica AstraZeneca que ya están en fase de ensayo clínico, el primero en fase 2 y el segundo acaba de pasar a la fase 3”, indica el doctor Aznar. Los otros cuatro aún no han iniciado los ensayos clínicos.

De los 130 proyectos que no utilizan estas líneas de células fetales humanas únicamente uno se encuentra en fase 2. “Esta nos parece que es la situación científica actual de los proyectos de producción de una vacuna contra el COVID-19. Otras siete vacunas estarían siendo probadas en ensayos clínicos, en fases menos avanzadas, ninguna de las cuales se estaría investigando mediante el uso de células fetales”, afirma.

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Para hacer una explicación moral del uso de estas células fetales el doctor Aznar se remite a dos documentos de la Pontificia Academia de la Vida, que en su opinión trata el tema de una manera exhaustiva.

Qué vacunas se podrían utilizar

En el primero de ellos, de 2005, titulado, Reflexiones morales sobre las vacunas preparadas a partir de células derivadas de fetos humanos abortados”, se realiza una amplia valoración moral sobre el tema, haciendo especial referencia al tema de la “cooperación al mal” desde un punto de vista de la doctrina moral católica, estableciendo una clara distinción entre lo que es una “cooperación material” y una “cooperación formal”, a la vez que dentro de la “cooperación material” distingue dos categorías, la cooperación inmediata (directa) y la mediata (indirecta).

Por ello, Aznar indica que “tras una amplia reflexión en este sentido, el documento concluye que ‘hay que especificar que esta reflexión moral se hace al hilo de utilizar vacunas contra determinadas enfermedades infantiles’, pues entonces, naturalmente, no se había planteado la vacunación contra el COVID-19, pero la valoración moral establecida en ese documento, es a nuestro juicio, perfectamente extrapolable al juicio moral sobre la vacunación contra el COVID-19”.

El segundo documento de la Academia Pontifica para la Vida en colaboración con los obispos italianos también reflexiona sobre estas vacunas. Y este texto asegura que “hoy día no es ya necesario obtener células de nuevos abortos voluntarios y que las líneas de células en las que las vacunas han sido basadas se derivan de dos líneas de fetos originalmente abortados en la década de los 60 del siglo pasado”.

Además, el texto añade además que “a la luz de los avances médicos y otras características en la preparación de las vacunas, la valoración moral, sobre el uso de estas vacunas debería ser revisada y actualizada, haciendo especial hincapié en el hecho de que las líneas celulares actualmente utilizadas se obtuvieron de abortos provocados hace mucho tiempo y que, por tanto, una evaluación ética negativa de su uso no es fácil de establecer”.

Por otro lado, añade el documento que “la obligación moral de garantizar la vacunación para una cobertura de la salud de otros es no menos urgente, especialmente en cuanto se refiere a la seguridad de los más vulnerables, tales como las mujeres embarazadas y aquellas personas afectadas de procesos de inmunodeficiencia”.

Utilización momentánea hasta la obtención de otras mejores

De este modo, este experto médico indica que la Pontifica Academia concluye que “las características técnicas de la producción de las vacunas más comúnmente utilizadas en la infancia, nos llevan a excluir que existe una cooperación moralmente relevante entre quienes usan estas vacunas hoy en día y la práctica del aborto voluntario. Por lo tanto, creemos que todas las vacunas recomendadas clínicamente pueden usarse con la conciencia tranquila y que el uso de tales vacunas no significa algún tipo de cooperación con el aborto voluntario”.
“Resumiendo todo lo anteriormente expuesto, nos parece que si se ponen a disposición del público vacunas contra el COVID-19, en cuya producción se hayan utilizado células de fetos humanos abortados voluntariamente, estas podrían utilizarse temporalmente hasta que no haya disponibles otras vacunas similares, que se hayan producido sin utilizar tales tipos de células fetales. Es decir, siempre se trata de una autorización temporal hasta que no se disponga de vacunas moralmente aceptables”, afirma el doctor Aznar.

Sin embargo, hace una consideración muy relevante. “En los datos científicos que se han comentado, solamente existe un ensayo clínico en fase 2, el de Moderna / NIAID en el que no se han utilizado células fetales, por lo que es posible que éste esté a disposición del público paralelamente a los dos ensayos en los que se han utilizado células de fetos humanos abortados. Si en algún momento estuvieran disponibles estas 3 vacunas, indudablemente, desde un punto de vista moral, habría que utilizar la que no ha usado para su producción células de fetos de abortos humanos provocados”, asegura.

Finalmente, Justo Aznar concluye su escrito asegurando que “esta autorización moral no excluye la obligación de que científicos, autoridades eclesiásticas, organizaciones sociales e incluso individuos particulares, tengamos que animar, por todos los medios moralmente posibles, para que se pongan todos los esfuerzos necesarios en la consecución de vacunas en las que para su producción no se hayan utilizado células de fetos humanos de abortos provocados”.