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Italianos se oponen a la comunión con guantes y máscaras
06 - 06 - 2020 - IGLESIA - Europa

El cardenal Raymond Burke y el padre Nicola Bux describen los problemas asociados con las disposiciones que se ordenaron el mes pasado para reanudar las misas públicas en Italia. (Fuente: Infovaticana)

Casi un mes después de la entrada en vigencia de las nuevas reglas contra el coronavirus firmadas conjuntamente por los obispos y el gobierno de Italia, que permiten la reanudación de las misas públicas, muchos católicos del lugar continúan expresando su preocupación con respecto a los aspectos del protocolo conjunto.

En particular, según dos líderes conocedores de la Iglesia que hablaron con el Register, el requisito de que los sacerdotes distribuyan la Sagrada Comunión con guantes y máscaras desechables es una práctica litúrgica inaceptable.

El artículo 3.4 del protocolo, firmado por el líder de los obispos de Italia, el cardenal Gualtiero Bassetti, y el primer ministro del país, Giuseppe Conte, el 7 de mayo después de largas conversaciones, ordena que la distribución de la Comunión debe tener lugar después de que el celebrante o el ministro extraordinario de la Comunión “se hayan lavado las manos y utilizado guantes desechables”.

“Hay muchas dificultades con la práctica de los sacerdotes de distribuir la Sagrada Comunión con mascarilla y guantes”, le dijo el cardenal Raymond Burke al Register el 26 de mayo.

“Nuestra fe nos dice que el sacerdote actúa, en virtud de la gracia sacramental, en la persona de Cristo Cabeza y Pastor del rebaño. El sacerdote cumple la misión divina que le ha sido otorgada de la manera más completa y perfecta en la ofrenda del Sacrificio Eucarístico y en la distribución de la Sagrada Comunión, el fruto sublime del Sacrificio Eucarístico. Utilizar mascarilla y guantes mientras cumple con su servicio más importante a los fieles es una forma de validar su uso. Da la impresión de que el sacerdote es un mero funcionario que lleva a cabo la acción de la Santa Misa y distribuye las Sagradas Hostias, en lugar de Cristo mismo que viene a entregarse a sí mismo -Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad- a sus fieles”.

Refiriéndose a la preocupación sobre lo que sucede con las partículas de la Hostia consagrada cuando se usan guantes desechables, el cardenal Burke dijo: “Desde el momento en que el sacerdote consagra el pan y el vino, transformando su sustancia en el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Divinidad de Cristo, toma las mayores precauciones posible para que no se pierda ninguna partícula de la Sagrada Hostia, el Cuerpo de Cristo, y que ninguna pequeña gota de la Preciosa Sangre se pierda, es decir, que no sea recibida en la Sagrada Comunión y, por lo tanto, esté sujeta a la falta del debido respeto y cuidado”.

El cardenal Burke enfatizó que “desde el momento de la consagración, el sacerdote no toca ningún objeto profano, que no sea sagrado, hasta que haya purificado sus manos después de la Sagrada Comunión”. Por esta razón, explicó, que un sacerdote use guantes para tocar el Cuerpo de Cristo y dar el Cuerpo de Cristo a los fieles “es tratar la Sagrada Comunión como algún tipo de agente transmisor de enfermedad”.

El cardenal Burke añadió que “los guantes mismos tendrán, en su parte interna, partículas de quien consagra, de las manos del sacerdote y, en la externa, del contacto con la Sagrada Hostia. Esto es completamente inaceptable”.

¿Falta de formación?

El padre Nicola Bux, antiguo consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de la Congregación para los Santos, le dijo al Register que los sacerdotes “tal vez no tengan la intención de profanar el sacramento, pero no saben lo que significa tratar la Eucaristía dignamente, es decir, en relación con el valor intrínseco de la realidad en cuestión”.

El padre Bux dijo que “no es de extrañar” que algunos de los fieles estén “indignados por este tratamiento de la Eucaristía”, lo que atribuyó a “una falta de formación humana y cristiana en este sentido”.

Además, dijo, las precauciones para distribuir el Santísimo Sacramento en tales circunstancias “ya existen” y podrían implementarse, porque están “confirmadas o no negadas” por la Instrucción General del Misal Romano (2004). Dijo que estas rúbricas, que se remontan a la antigüedad, detallan cómo tratar “los vasos sagrados con dignidad sagrada, lo que también implica la purificación higiénica de las manos”.

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El padre Bux dijo, por ejemplo, que en la forma extraordinaria del rito romano, después de haber consagrado las especies, “el sacerdote mantiene los pulgares e índices juntos, para no tocar nada más hasta que la Comunión de los fieles haya terminado”.

También señaló que “en los ritos Romano y Ambrosiano”, la cobertura de los vasos sagrados y la purificación de las manos con agua (el padre Bux dijo que se podría agregar desinfectante) aseguran aún más que la Comunión se distribuye de manera higiénica. También dijo que el misal instruye al sacerdote para que purifique sus dedos en el cáliz “a fin de disolver cualquier fragmento consagrado” y que se seque las manos “con el purificador”.

“Si estas normas se pusieran en práctica, el Santísimo Sacramento sería tratado como debería y los fieles se sentirían tranquilos en espíritu y en cuerpo”, dijo el padre Bux.

Perspectiva de la Conferencia Episcopal

El Register le preguntó a Vincenzo Corrado, portavoz de la conferencia episcopal de Italia, cómo surgieron los protocolos y si se buscó algún consejo tanto de los liturgistas como de los profesionales médicos católicos antes de su firma.

En un correo electrónico del 21 de mayo, Corrado dijo que no “tenía la intención de entrar en una controversia estéril que alimenta la oposición y la división al mismo tiempo” en el momento en que se están reanudando las misas públicas.

Al señalar que las diócesis particulares tienen un margen de maniobra considerable sobre cómo implementar los protocolos, dijo que depende de ellas el cómo lo hacen.

Con respecto a las acusaciones de sacrilegio, citó a San Juan Crisóstomo: “¿Qué ventaja puede tener Cristo si su mesa [el altar] está cubierta con vasos de oro, mientras él mismo muere de hambre en la persona de los pobres? Comenzad a saciar al que tiene hambre, y luego, si aún os queda dinero, decorad también su altar. ¿Le ofrecéis un cáliz dorado y no le dais un vaso de agua fresca? ¿Qué bien hace eso? Proporcionáis velos tejidos de oro para el altar y no le ofrecéis la ropa necesaria. … Dios nunca ha condenado a nadie porque no haber dado al templo ricos ornamentos; sin embargo, amenaza con el infierno si no ayudáis a los pobres”.

Corrado dijo que el cuidado de la Eucaristía “no pone en segundo lugar el cuidado de los hombres y mujeres que se acercan a ella”.

“Los sacerdotes ciertamente sabrán combinar el respeto por las normas litúrgicas y de atención sanitaria con un compromiso sereno y responsable”, agregó.

Publicado por Edward Pentin en el National Catholic Register.