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Las medidas de prevención a la hora de comulgar
26 - 05 - 2020 - IGLESIA - Europa

El pasado domingo, los fieles madrileños pudimos acudir por primera vez en más de dos meses a una misa dominical. La epidemia del coronavirus, y las consiguientes decisiones de la mayoría de los obispos para evitar los posibles contagios, nos habían privado de acudir al sacramento central en la vida de un católico. (Fuente: Infocatolica)

Las medidas de seguridad adoptadas en todas las iglesias para prevenir la propagación del virus están siendo de lo más exhaustivas. Carteles, señales en el suelo y en los bancos, ventilación, distancia de seguridad, geles en las puertas, mascarillas, aforo limitado a un tercio… Medidas de prevención e higiene para asegurar, al fin y a la postre, la salud de los fieles.

Decidí acudir, junto a mi familia, a un pequeño convento situado cerca de mi casa, regentado por una congregación religiosa. La sorpresa que me llevé no fue encontrar todas esas pegatinas y advertencias sanitarias, que esperaba tras semanas de avisos en televisiones, comparecencias del Gobierno y redes sociales.

Mi desconcierto fue, que, además de esos avisos, estas monjitas tenían también, en la entrada de la iglesia, advertencias para la salud espiritual. Bajo el título “Disposiciones para comulgar bien”, las religiosas mostraban las ‘medidas de prevención’ espirituales para poder recibir adecuadamente a lo más grande que el hombre pueda imaginar: Dios mismo.

La primera disposición para acercarse a comulgar, rezaba el escrito, es “estar en Gracia de Dios, es decir, limpios de pecado mortal”. “Nadie puede acercarse a comulgar, por muy arrepentido que le parezca estar, si antes no ha confesado los pecados mortales”, continuaba. “Si alguien se acercara a comulgar en pecado mortal, cometería un SACRILEGIO”, decía más adelante.

El listado mencionaba la necesidad de guardar el ayuno eucarístico, consistente en no comer ni beber -excepto agua- una hora antes de la comunión, y la necesidad de “saber a quién se recibe”. “Puesto que se recibe al mismo Cristo en este sacramento, no podemos acercarnos a comulgar desconsideradamente o por mera rutina, o para que nos vean”, expresaba el texto.

“No pueden acercarse a comulgar aquellos que no están en plena comunión con la Iglesia, los excomulgados, o aquellos que obstinadamente persisten en un pecado grave y público”, terminaba el escrito.

También se hablaba de la importancia de la compostura externa y se aconsejaba “vivamente” la comunión en la boca “por ser la manera más digna de comulgar” y “para evitar pecados, sacrilegios y profanaciones”. A este respecto, con motivo de la epidemia, en la puerta de la iglesia había otro cartel en el que se explicaba pormenorizadamente cómo debía comulgarse con la mano, acompañado de unos textos de san Juan Crisóstomo.

¿Entienden mi sorpresa? ¿Comprenden mi asombro? Estas monjas no sólo se preocupan de que los fieles se acerquen a la eucaristía sin riesgo de contagiar ni contagiarse del temido virus y les ilustran en ese sentido. También se preocupan de la salud espiritual de los mismos. Y eso se ha convertido en algo que, paradójicamente, es ‘políticamente incorrecto’ dentro del catolicismo.

Eso es lo sorprendente. Que, como mínimo, no nos tomemos la vida del alma con el mismo respeto con el que cuidamos la del cuerpo. Sí, lo sé, deberíamos cuidarla más que la segunda. La vida eterna y esas cosas.