“A la larga […], las dos formas no pueden coexistir”, asegura Koch, que es también miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe en declaraciones recogidas por Katholische.de. La Misa, insiste, es la “celebración central de la unidad de la Iglesia” y perdería su sentido si es causa de disputas y discusiones, por lo que considera deseable que “en el futuro haya una reconciliación de las dos formas”, en la que “en lugar de dos formas diferentes, se llegue a una única síntesis”.
La paradoja de la Misa tradicional es que, ‘liberada’ por el Papa Benedicto en un motu proprio, goza de una popularidad que va en constante aumento, pese a ser aún extraordinariamente minoritaria, mientras que el rito ya convencional, por defecto en nuestra época, ve disminuir en Occidente el número de los fieles que atienden a las celebraciones eucarísticas.
Los renovadores, que se sienten respaldados por el actual pontífice, han pedido en más de una ocasión la abolición de Summorum pontificum, y un cuestionario recientemente enviado a todas las diócesis del mundo sobre el seguimiento de la Misa Tradicional por Doctrina de la Fe ha animado a muchos de ellos a pensar que el momento está cerca.
Hasta 2007 y la promulgación del motu proprio, la celebración de la Misa Tradicional
precisaba un permiso especial del obispo, pero Summorum Pontificum eliminó este requisito. Se calcula que en torno al uno por ciento de los sacerdotes de todo el mundo celebran la Misa en la llamada forma extraordinaria.