Discutir sobre la legalización de la marihuana en México, país con 112 millones de habitantes que comparte la frontera con el principal consumidor de droga, los Estados Unidos, no es lo mismo que hacerlo en Uruguay, pequeño enclave de 4 millones de habitantes ubicado en América del Sur. Pero es precisamente lo que está ocurriendo. Sobre todo –y ésta es la verdadera noticia- con el apoyo de un cardenal, teólogo reconocido y entusiasta elector del Papa Francisco, como Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara (la misma diócesis mexicana donde fue asesinado otro cardenal, Juan Posadas Ocampo, en mayo de 1983, en un más que sospechoso enfrentamiento armado entre secuaces de los carteles del narcotráfico). No hay lugar para equívocos: Francisco Robles Ortega está en contra de la liberalización de las drogas que se denominan livianas y de la misma marihuana, como volvió a afirmar recientemente ante los obispos de la Confrerencia Episcopal, aunque con una nota al margen que hasta ahora no se había escuchado en boca de un prelado de su envergadura.

La propuesta fue lanzada por un diputado del Partido de la Revolución Democrática (PRD), la segunda fuerza política de México después del retorno del Partido Revolucionario Institucional (PRI) a la conducción del país con Enrique Peña Nieto, en julio de 2012. Edgar Enrique Velázquez González, experto en cuestiones legislativas del PRD que se propone presentar un proyecto de ley para despenalizar el consumo de marihuana en México, recibió también una dura réplica de grupos conservadores católicos que lo calificaron de “diputado maricón”, homosexual, por ser autor de otro proyecto para introducir la educación sexual en las escuelas del país.

Robles Ortega, refiriéndose al anunciado proyecto de ley que incluye la despenalización de la marihuana y será presentado en el Parlamento dentro de pocos días, defendió la libertad de todos y la suya propia: “La Iglesia tiene derecho a poner su punto de vista, sus argumentos en el diálogo, entre muchas otras voces y posturas. En eso consiste la democracia, no en la uniformidad y en la unicidad del pensamiento”.