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Málaga recomienda la comunión en la mano contra el coronavirus
02 - 03 - 2020 - IGLESIA - Europa

La Diócesis de Málaga sigue los pasos de las del Norte de Italia, aunque sin justificación, y aprovecha la psicosis de pandemia para recomendar a las parroquias que vacíen las pilas de agua bendita y den la comunión solo en la mano. (Fuente: Infovaticana)

Mientras las autoridades españolas tratan la gripe de Wuhan como si fuera aún más leve que la corriente por estas fechas y quita toda importancia posible a lo que la OMS está a dos dedos de calificar de pandemia, la Iglesia y las iglesias parecen las instituciones más alarmadas.

Así, leemos en su página en Internet que la Diócesis de Málaga (0 casos, a lo que sabemos), “como medida de prevención ante posibles contagios, recomienda a los párrocos que se vacíen las pilas de agua bendita de los templos, y que en las celebraciones eucarísticas se distribuya la comunión sólo en la mano (no en la boca) y se evite el contacto físico en el momento de la paz. Dichos consejos han sido enviados en nota desde la Secretaría General de la Diócesis a todas las parroquias de la misma”.

“Estas recomendaciones -continúa la nota- se han hecho públicas después de que el Ministerio de Sanidad mantenga el escenario de contención acordado por el Sistema Nacional de Salud para frenar la expansión del coronavirus Covid-19 en España”.

Ni tanto ni tan calvo. Ni resulta demasiado prudente la actitud de las autoridades políticas, que insisten en que no hay motivo alguno para la alarma y que no ha tomado medida alguna disruptora de la actividad normal, ni parece adecuado el histerismo clerical de diócesis como las del Norte de Italia -aunque allí sí hay un foco considerable de la enfermedad- o, en este caso, la de Málaga, que parece ponerse la venda antes de la herida.

Da la sensación de que las cosas de Dios, del culto debido a Dios, en vez de ser lo primero fuera lo último, y en lugar de juzgarse como lo esencial se viera como lo superfluo. Ese miedo extremado y pacato ante lo que solo puede herir el cuerpo -a lo que, advertía el propio Cristo, no debemos tener miedo- llama la atención en una institución que debería tener la mirada puesta en la Vida Eterna y en las realidades sobrenaturales.

Por lo demás, y por lo que sabemos hasta ahora de la enfermedad y sus formas de transmisión, no parece que la comunión en la mano vaya a ahorrar muchos contagios, ya que es una forma conocida de adquirir el virus. Pero como excusa para universalizar una práctica deplorable contra la que tan elocuentemente han predicado muchos, muy especialmente el cardenal africano Robert Sarah, parece adecuada.