Decía este jueves Su Santidad que “la doctrina cristiana no es un sistema rígido y cerrado en sí mismo, pero tampoco es una ideología que cambie con el paso de las estaciones”, pero la historia de la Iglesia muestra que lo segundo resulta mucho más fácil y tentador que lo primero, y que la tentación de adecuarse a las modas ideológicas del siglo es mucho más poderosa que la de resistirse a ellas.

La semana pasada, con motivo de la institucionalización de parejas del mismo sexo, la Iglesia de Inglaterra hizo pública una “guía pastoral” en la que se afirmaba que “se considera que las relaciones sexuales fuera del matrimonio no se ajustan al propósito de Dios para los seres humanos”, y que quienes conviven en parejas civiles deberían abstenerse de la actividad sexual. No tiene exactamente el tono de un anatema medieval, pero ha provocado una escandalera lo bastante grande como para que los arzobispos de Canterbury y York, máximas autoridades de la Iglesia Anglicana, hayan emitido un comunicado conjunto recogiendo velas.

Justin Welby y John Sentamu han declarado que se hacen responsables de haber emitido una declaración, la citada guía, que “pone en peligro la confianza”, añadiendo: “Lo lamentamos profundamente y reconocemos la división y el daño que ha causado”.

Es oportuno recordar a este respecto las palabras del cardenal arzobispo de Colonia, Rainer Maria Woelki, en el sentido de que el ‘camino sinodal’ emprendido por el episcopado alemán parece llevar a una ‘iglesia anglicana’ en versión teutona.