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Obispo patriótico chino: “Se debe amar más a la patria que a la Iglesia”
03 - 12 - 2019 - IGLESIA - Asia

El levantamiento de la condena eclesiástica a la Iglesia Patriótica China, fruto de los pactos entre Roma y Pekín, sigue dando sus frutos envenenados. Su presidente, Fang Xingyao, obispo de Linyi, ha subrayado en la Conferencia Política Consultiva sobre religiones que el amor a la patria está por encima del amor a la Iglesia. (Fuente: Infovaticana)

La ironía -sangrante- es doble en este caso. Lo verdaderamente escandaloso, por supuesto, es que un obispo católico aliente a amar la patria, una realidad pasajera y mundana, que a la Iglesia, Esposa de Cristo, que no solo es el único medio de salvación sino que durará eternamente. Es difícil creer que pueda tener fe quien pone la patria por encima de la Iglesia.

Pero, además, resulta paradójico en el sentido de que nunca como ahora habíamos tenido una jerarquía tan recelosa del patriotismo y tan enemiga de las fronteras. El amor a la patria, algo bueno, debido y fomentado por la Iglesia, que lo incluye en las obligaciones del Cuarto Mandamiento, despierta recelos en una Curia papal que promueve, si no la desaparición de las fronteras, sí su creciente irrelevancia. El globalismo es un recurrente motivo en las prédicas de Su Santidad, bien por razón de la lucha contra el Cambio Climático, bien por la necesidad de una ‘acogida’ incondicional por parte de los gobiernos occidentales de cuantos migrantes lleguen a nuestras costas, por cualquier medio y de cualquier manera.

Sin embargo, parece que hay una bula especial con respecto a China. De hecho, si al Papa le preocupa tanto el armamento atómico que quiere declarar ilícita su posesión en el nuevo Catecismo, jamás hemos oído que se lo haya recordado al gobierno de Pekín, dueño de un considerable arsenal, como tampoco ha predicado a sus líderes la ilicitud de la pena de muerte, ni se ha mostrado innecesariamente duro con su respuesta represiva a las protestas en Hong Kong. También es líder China en emisión de esos gases atroces que, nos dicen, han puesto al planeta al bordel del apocalipsis climático, y tampoco ha salido una sola palabra de reproche de Roma hacia Pekín en este sentido. Todo esto, naturalmente, nos lleva a cuestionar lo crucial de un mensaje que se adapta tan cómodamente al público al que se dirige.