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La "reconversión" ecológica y la fe
29 - 11 - 2019 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

Europa -que es el nombre abusivo que se le suele dar a la Unión Europea- ha declarado la ‘emergencia climática’, aunque no sepamos muy bien qué significa eso o por qué, en este frío y lluvioso noviembre como suelen ser los noviembres en Madrid, es el clima causa de emergencia alguna. (Fuente: Infovaticana)

El Cambio Climático designa dos conceptos: por un lado, una hipótesis científica según la cual el planeta estaría experimentando un aumento de su temperatura media debido a la actividad industrial, especialmente al consumo de combustibles fósiles. Y, por otro, el pretexto perfecto para un nuevo milenarismo laico, una histeria colectiva, un ‘terror del milenio’ con sus profetas infantiles, sus danzas de la muerte y, cómo no, sus pescadores a río revuelto, esos que no dejan que pase ninguna crisis sin exprimirla en su beneficio, económico o político.

En cualquier caso, es cosa del Mundo -en su sentido teológico-, y la Iglesia, desde el Papa hasta nuestros entusiastas prelados, no dejan de ir a la rastra de una moda y un carnaval en los que son inevitablemente actores muy secundarios. La Iglesia no pisa terreno firme cuando sale del suyo, cuando, en lugar de desarrollar y profundizar en el mensaje de salvación de Jesucristo y anunciarlo al mundo -su misión, al fin y al cabo-, se apunta a las modas ideológicas del siglo, siempre pasajeras.

Cuando la Iglesia anuncia al mundo que el mismo Dios se ha hecho hombre y ha padecido y muerto para salvarnos de nuestros pecados, el mundo puede enfurecerse, burlarse o sentirse atraído por tamaña locura. Pero cuando imita los mensajes del siglo y los hace prioritarios, no puede encontrar otra cosa que indiferencia y condescendiente desprecio en los incrédulos.

He aquí una religión que, al fin, después de dos mil años, reconoce que lo importante, lo crucial, es lo que hemos pensado y desarrollado nosotros, los infieles, los mundanos. ¿Cómo vamos a creerla? ¿Cómo nos va a atraer e interesar una iglesia que nos viene con los mismos mensajes que nosotros le hemos enseñado, y que hace de ellos un eje de su práctica actual, un verdadero ‘ritornello’ de sus prédicas? ¿Cómo vamos a creer que creen que el hombre, cada hombre y cada mujer, vive en este mundo una prueba en la que, cada segundo, se juega una vida eterna de dicha inefable o terrible tormento? Si creyeran algo así, apenas podrían hablar de otra cosa, mucho menos del clima de un planeta efímero y llamado a la destrucción del que, por otra parte, nadie puede decretar cuál es su temperatura media ideal, como si se hablara del termostato de una oficina.

No es, pues, tanto que el Cambio Climático pueda, al final, ser imparable, o beneficioso, o mucho más gradual de lo que pensamos; ni que la Iglesia no tenga nada que decir -cosas más bien obvias, prudentes- sobre el cuidado de la Creación, como que la insistencia en asuntos de esta laya, la vehemencia de conversos que muestran nuestros prelados, por contraste, hace parecer que ese mensaje tan gigantesco y urgente que les ha sido confiado es de mentirijillas, que no creen realmente en él.