Pero no siempre ha sido así. En julio de 2005, con motivo de la modificación del Código Civil para permitir el matrimonio homosexual, monseñor Osoro (arzobispo de Oviedo por aquel entonces) escribió una carta a los fieles comentando la nueva ley. En ella, el prelado comparte una serie de reflexiones que se oponen frontalmente al discurso que hoy representa.
“En la familia —dice Osoro— es donde comienza a desarrollarse la verdad sobre el hombre y cuando se somete a la institución familiar a presiones de diverso tipo para acomodarle a conveniencias de grupos, y no a la verdad, no puede decirse que estemos ante un hecho de progreso de la humanidad, sino ante la mentira instaurada en la civilización”. Y, más adelante, añade: “El matrimonio, formado por el hombre y la mujer, inicio singular de la familia, es la esencia misma de la cultura de la vida y por tanto del futuro de la humanidad”.
Cualquiera de estas dos afirmaciones no sería de buen recibo ahora, en pleno pontificado de Francisco. Pero en 2005, con otro papa —y no precisamente tradicionalista— a la cabeza de la Iglesia, Osoro aún ejercía de prelado. La conclusión de la carta no es menos sorprendente que los fragmentos antes citados:
“No permitamos que se nos arrebate la riqueza de la familia. No incluyamos en nuestro proyecto de vida un contenido deformado, empobrecido y falseado, a causa de nuestras propias situaciones (…)”.
Al parecer, el actual arzobispo de Madrid no fue siempre tan progresista como insiste en mostrarse ahora.