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Conflictos impulsan el hambre en Oriente Medio y Norte de África
14 - 05 - 2019 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Pobreza

Más de dos tercios del total de personas desnutridas en estas regiones viven en zonas de conflicto. “Los conflictos y las brechas cada vez mayores entre las zonas rurales y urbanas dificultan los esfuerzos para acabar con el hambre antes de 2030”, advierte la FAO. (Fuente: Forumlibertas)

Los conflictos y el hambre están íntimamente relacionados. Un informe de la FAO advertía recientemente de que el hambre aguda afecta a 113 millones de personas en el mundo e “ilustra en términos crudos el hambre causada por el conflicto y la inseguridad”, entre otros factores”.

Pasado algo más de un mes, otro estudio de esta organización de Naciones Unidas, centrado en Oriente Medio y Norte de África, constata esta tendencia: el hambre continúa creciendo en estas regiones, “donde hay más de 52 millones de personas subalimentadas”.

Así, el hambre en Oriente Medio y Norte de África (NENA, por sus siglas en inglés) y los conflictos y las crisis prolongadas, que se extienden y empeoran desde el año 2011, amenazan los esfuerzos de la región para alcanzar la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 y erradicar la hambruna.

Cabe recordar que los países de la región NENA incluyen Argelia, Bahréin, Egipto, Irán, Irak, Jordania, Kuwait, Líbano, Libia, Mauritania, Marruecos, Omán, Palestina, Qatar, Arabia Saudí, Sudán, República Árabe de Siria, Túnez, Emiratos Árabes Unidos y Yemen.
Los conflictos, principal causa del hambre
En ese sentido, el informe ‘Panorama Regional de Seguridad Alimentaria y Nutrición en Oriente Medio y el Norte de África’, publicado el pasado 8 de mayo, subraya que “el conflicto sigue siendo el principal impulsor del hambre en la región”

De hecho, de los 52 millones de personas hambrientas en estas dos regiones, más de dos tercios, es decir unos 34 millones, viven en países afectados por conflictos, como se puede apreciar en este gráfico, reproducido a partir del estudio de la FAO.
Además, como muestra el gráfico, “la porción creciente de aquellos que sufren de desnutrición en los países en conflicto se puede ver en la brecha cada vez mayor entre la línea gráfica del número de hambrientos en países en conflicto y en los no conflictivos”, detallan los responsables del estudio.

La FAO también destaca que “la mayoría de los hambrientos en la región del NENA viven en los cinco países actualmente en conflicto: Irak, Libia, República Árabe Siria, Sudán y Yemen”.

“Esta no es una situación nueva. Las últimas estimaciones del hambre muestran que entre 1999-2001, el 58% de los que sufren de subnutrición en la región del NENA vivió en los mismos cinco países. Esa parte ha estado creciendo constantemente durante 16 años, y entre 2015–17 se incrementó al 65%”.

“Los conflictos y las brechas cada vez mayores entre las zonas rurales y urbanas dificultan los esfuerzos para acabar con el hambre antes de 2030”, insiste la FAO.

Su director general adjunto y representante para la NENA, Abdessalam Ould Ahmed, afirma que “los conflictos y la inestabilidad civil tienen efectos de larga duración en la seguridad alimentaria y nutricional tanto de los países directamente afectados como en sus vecinos”.

“El impacto del conflicto ha provocado disrupciones en la producción alimentaria y ganadera en algunos países, lo que, a su vez, ha afectado a la disponibilidad de alimentos en toda la región”, añade.

Ould Ahmed considera, además, que “el aumento del hambre va acompañado de un rápido crecimiento demográfico, fragilidad y escasez de los recursos naturales, amenaza creciente del cambio climático, aumento del desempleo, y servicios e infraestructura rural menguantes”.
El hambre se ceba con los niños
El informe de la FAO también subraya que “el retraso en el crecimiento, el bajo peso para la estatura (emaciación) y la malnutrición también son mucho peores en los países en conflicto que en el resto”.

Al mismo tiempo, “algunos de sus países también presentan algunas de las más elevadas tasas de obesidad, poniendo presión en la salud de la gente, su estilo de vida, los sistemas nacionales de salud y sus economías”.

Al respecto, abordar la obesidad requiere sistemas alimentarios que garanticen que la gente tiene acceso a alimentos sanos y saludables y mayor conciencia e información pública sobre los riesgos asociados con la obesidad y el sobrepeso.

Todas estas cuestiones afectan directamente a los niños, el colectivo más frágil ante las pandemias de hambre. Muestra de todo ello son estos datos clave del estudio, que se reflejan en el gráfico que sigue.
“Los indicadores de malnutrición infantil (0–5 años) indican que el retraso en el crecimiento, el debilitamiento y el bajo peso son mucho peores en los países en conflicto”, destaca el informe.

El gráfico muestra que el porcentaje de niños afectados por “debilitamiento progresivo” sobre el total de la población en estas regiones se sitúa entre el 10% y el 15% en el caso de los países en conflicto; mientras en los que no los tirenen está en poco más del 5%.

El segundo indicador, “sobrepeso”, es el único que se desmarca de la tendencia, al mostrar menos afectación en los países en conflicto que en los que no lo tienen, que se aproximan al 10%.

La mayor brecha se observa en los niños afectados por “retraso del crecimiento”, con un porcentaje en los países en conflicto que se puede situar en el 34% sobre el total, doblando de largo el de los que no tienen conflicto (cerca del 15%).

Por último, los niños afectados por “bajo peso” en estas dos regiones se sitúan entre el 20% y el 25% en países en conflicto, en tanto que en los que no lo padecen están en el 5%.

El hándicap de la baja transformación rural
El informe agrega que “los países con niveles bajos o medios de transformación rural tienen mayores niveles de desnutrición infantil que aquellos con un nivel más alto de transformación rural”.

“Los países que no están en conflicto y que han ido más lejos en la transformación de las zonas rurales de forma sostenible, incluida una mejor gestión de los recursos hídricos, han logrado mejores resultados de seguridad alimentaria y nutrición que aquellos en conflicto o con niveles más bajos de transformación rural”, destaca Ould Ahmed.

En este sentido, el informe agrega que “son necesarios más esfuerzos para impulsar el empleo rural, estimular el crecimiento en las zonas rurales, reducir las brechas entre las zonas urbanas y rurales, y mejorar la productividad agrícola y la infraestructura y los servicios rurales”.

Otras brechas de desigualdad
También se subraya que “la brecha aumenta aún más por las diferencias en el acceso a la educación, la salud, así como a la vivienda y otros servicios públicos”.

El informe destaca cómo “el desempleo, especialmente entre la juventud y las mujeres de todas las edades, son un desafío importante en estas regiones y, a menudo, mucho más alto que en otras zonas del mundo”.

A esto se suman las brechas entre las zonas rurales y urbanas, acompañadas de las que afectan a los niveles de vida y de pobreza; y las diferencias de productividad entre la agricultura rural y la industria o los servicios.

Cabe reseñar que “las áreas rurales albergan a alrededor del 40% de la población, donde viven la mayoría de los pobres”. De hecho, “la pobreza rural es casi dos veces superior a la pobreza urbana”.
La necesidad de una transformación agrícola
Los responsables del informe hacen un “llamamiento hacia la trasformación agrícola para alcanzar el Hambre Cero” en estas regiones, dado que “hay oportunidades significativas para transformar la agricultura de una manera sostenible”.

Se trata de “proporcionar mejor acceso a los mercados para los agricultores, promover inversiones en agricultura, transferir tecnología y otras innovaciones, hacer una gestión más eficaz de los recursos hídricos, así como cambios políticos clave que apoyen el cambio de la agricultura de subsistencia a los sistemas de producción comercial y diversificada”.

“Hay una gran necesidad de alentar a nuestros agricultores a producir de acuerdo con la ventaja comparativa de la región”, afirma Ould Ahmed, destacando que la región NENA tiene un gran potencial.

El informe concluye advirtiendo de que “se necesitan mayores esfuerzos y acciones para apoyar el desarrollo y la implementación de políticas y programas para abolir las diferencias entre las zonas rurales y urbanas”.