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Brasil, la “tierra prometida” de los evangélicos
30 - 04 - 2019 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

Historicamente anti-católicos y anti-comunistas, en la actualidad son anti-“ideología de género”, centrándose en una “agenda moral”, próvida y profamilia. (Lastampa.it)

«Brasil ha sido históricamente un hogar y un refugio para los ‘protestantes’ desde la primera migración europea de los siglos XVI y XVII. El hecho que exista una realidad multicultural en el Brasil con la llegada de los reformados holandeses y la influencia luterana alemana marca el inicio de las relaciones entre religión y política». José Luís Pérez Guadalupe preanuncia un proyecto de investigación (con la participación de 15 especialistas brasileros, latinoamericanos y latinoamericanistas) sobre “Los evangélicos y el poder político en Brasil”, el cual se publicará el próximo año en portugués y castellano. Mientras tanto se detiene sobre el caso brasileño, una especie de ‘tierra prometida’ de los evangélicos.

 

Por cierto, ¿cuál es la razón histórica de esta "predilección evangélica" por Brasil?

«A comienzos del siglo pasado, Brasil y Chile fueron los países donde seminalmente se formó el pentecostalismo latinoamericano, solo que en Chile se ha estancado y en Brasil se han dado nuevas formas como el ‘neopentecostalismo’, que ha sabido aprovechar esa gran sensibilidad espiritual de la sociedad brasilera para seguir creciendo numéricamente y penetrar la sociedad, la cultura y últimamente la política. Pero hay que recordar que el impresionante crecimiento numérico no ha sido gracias a un ‘pentecostalismo de misión’, sino a un pentecostalismo autóctono, criollo y laico, que permitió la tremenda penetración cultural que tiene en la actualidad. Aunque, hay que anotar también que Brasil no es el único caso en el continente, y tampoco tiene los más altos porcentajes de comunidad evangélica, sino Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua; pero sí es el país que mejor ha sabido vincular el factor religioso con la política partidaria. Tanto así que es el único país de América Latina donde las iglesias evangélicas (sobre todo las pentecostales) intervienen normalmente en la política partidaria desde 1986».

 

El censo del 2010, registra 24, 500,000 evangélicos, o el 22,2% de la población total. 17 millones y medio de ellos son pentecostales. Es bastante probable que en los siguientes veinte años el porcentaje de evangélicos esté a punto de aumentar. ¿Cómo traducen los evangélicos brasileños esta fuerza religiosa y social en fuerza política?

«Brasil, con 210 millones de habitantes, es el país con más católicos del mundo; sin embargo, en los últimos años ha tenido un descenso significativo en su catolicidad, que actualmente es menor del 60%, mientras que los evangélicos se calculan en un 32% (según Lapop y Datafolha). Es interesante constatar que, de acuerdo con el censo de 1980, los católicos eran el 89% y los evangélicos solo el 6,6%; mientras que en el último censo del año 2010, los católicos bajaron a 64,6% y los evangélicos subieron a 22,2%. Si comparamos las cifras del censo de 1980 con los cálculos actuales, veremos que el catolicismo descendió casi 30 puntos, mientras que los evangélicos subieron más de 25 puntos en los últimos cuarenta años.

Junto con ese espectacular crecimiento numérico, las iglesias evangélicas en Brasil han sabido rentabilizar su capital religioso en capital político. Históricamente esta participación comenzó a partir del año 1985 cuando la Asamblea de Iglesias Pentecostales de Brasil decidió formalmente participar en política y lanzar candidatos a la Asamblea Constituyente del año siguiente, pasando de 12 representantes (la mayoría bautistas) a 32 (la mayoría pentecostales). A partir de ese año, se volvió normal que las iglesias evangélicas incursionen en política, tanto así que tenemos candidatos evangélicos en todas las listas de los partidos políticos, y actualmente se tiene representantes evangélicos de 26 denominaciones en 22 agrupaciones políticas diferentes.

Vemos pues, que a diferencia del resto de América latina, las grandes iglesias evangélicas brasileras intervienen directamente en política partidaria desde 1986, sea a través del modelo de “facción evangélica” (que permite que postulen en todos los partidos políticos existentes), o dentro de partidos políticos confesionales (PRB, PSC, etc.), y hasta conforman una “bancada parlamentaria”. Además, el ‘modelo corporativo de participación electoral’, con “candidaturas oficiales” dentro de las denominaciones pentecostales, es la estrategia que más éxito ha tenido en toda la región, ya que evita la dispersión del voto de los feligreses.

Sin embargo, es necesario ubicar el “éxito” político de los evangélicos brasileros en su verdadera dimensión, ya que en toda la región existe una sub-representación política de los evangélicos; aunque, si se unieran, podrían conformar una fuerza innegable en cualquier proceso electoral. No obstante, si analizamos el proceso electoral de 2014, vemos que a pesar que tenían aproximadamente un 25% de población brasilera en ese momento, solo pudieron conseguir el 13% en las elecciones federales, el 7% en las estaduales y el 4% en el Senado. En las elecciones del 2018 las cosas mejoraron un poco para los evangélicos, sobre todo por el arrastre de Bolsonaro, pero tampoco llegaron a porcentajes descollantes, tomando en cuenta que ya conformaban casi un tercio de la población brasilera. Para ese año, siendo aproximadamente el 32% de la población, consiguieron 82 Diputados en la Cámara (de 513), que representa el 16% de sus miembros. Pero, como es obvio, el porcentaje de representantes en las Cámaras no es el único criterio para medir el impacto político de los evangélicos en un país.

En conclusión, en el país con más católicos del mundo y con más evangélicos de toda América Latina, en donde existen “partidos confesionales” —o, mejor dicho, “partidos denominacionales”—, en donde existe un “voto denominacional” y los evangélicos han obtenido el mayor “éxito político” del continente, podemos comprobar que los resultados concretos no reflejan —todavía— el gran potencial social y político que tienen los evangélicos y, menos aún, una unidad religiosa o electoral».

 

¿Cómo describiría la orientación política prevaleciente de los evangélicos en Brasil?

«En América Latina históricamente los evangélicos han sido anti-católicos (doctrinalmente) y anti-comunistas (ideológicamente), por eso apoyaron a todos los gobiernos establecidos, sobre todo de derecha, incluyendo las dictaduras. En la actualidad son anti-“ideología de género”, centrándose en una “agenda moral”, próvida y profamilia. En Brasil los evangélicos son muy pragmáticos, por no decir oportunistas. Durante la dictadura militar hubo un apoyo explícito pero discreto al gobierno, posteriormente sus inclinaciones políticas fueron muy dispersas, y luego apoyaron durante años al gobierno de izquierda de Lula da Silva y Dilma Roussef (hasta el empeachment), con el mismo entusiasmo que hoy apoyan al gobierno de derecha de Bolsonaro. Con la gran diferencia que ahora la “agenda moral” evangélica es un gran punto de coincidencia con la “agenda bolsonarista”.

En este sentido, si bien los principales temas que debatieron los candidatos durante la campaña electoral del 2018 fueron tres: la crisis económica, la inseguridad ciudadana y la lucha contra la corrupción, no cabe duda que hubo otros dos temas de trasfondo: el “antipetismo” (PT = Partido de los Trabajadores) y la “agenda moral”, que jugaron un rol más decisivo que los racionales y públicos temas de debate político. Sin duda ninguna, este último tema fue el que inclinó la balanza electoral de la mayoría de evangélicos al momento de emitir su voto, que vieron en Bolsonaro al “elegido de Dios”».

 

La elección de Jair Bolsonaro fue una elección sorpresa. Algo que ha crecido más allá de lo previsible hasta la presidencia. ¿En qué medida se ha beneficiado del voto de los evangélicos?

«Bolsonaro se ha beneficiado del voto de los evangélicos al apelar a una serie de símbolos y discursos lo suficientemente ambiguos que le ha hecho creer a parte del electorado evangélico que Bolsonaro representa políticamente los intereses cristianos. En segundo lugar, Bolsonaro ha tenido gestos concretos de identificación con la “agenda moral” de los evangélicos en torno de la lucha contra el aborto y el matrimonio igualitario. Un buen sector de los evangélicos ha creído que esta “virtud” era razón suficiente para votar por él. En tercer lugar, al afirmarse como un candidato opuesto a los partidos de izquierda, logró convocar esa antigua vena evangélica anti-comunista.

Lo interesante es constatar que en el proceso electoral del 2018 también había una candidata evangélica, de las canteras del pentecostalismo, Marina Silva, que solo obtuvo el 1% de los votos; mientras que Bolsonaro (siendo un católico rebautizado en el Río Jordán por el Pastor Everaldo), sí atrajo el voto de los evangélicos. Lo que nunca había logrado un candidato evangélico en Brasil (unir el voto de los evangélicos para Presidente), lo consiguió Messias Bolsonaro con un discurso autoritario pero conservador, que llenaba las expectativas religiosas de la gran mayoría de evangélicos, y de muchos católicos. Aunque hay que decir también, que en ese proceso electoral se conjugaron una serie de factores complementarios; sino, se podría inferir equivocadamente que basta bautizarse en el río Jordán e invocar la “agenda moral” para ganar las elecciones presidenciales en Brasil».

 

¿Cree que esto puede afectar su presidencia?

«Creo que puede afectar la gestión de Bolsonaro si es que las demandas evangélicas llegan a ser poco estratégicas para la gobernabilidad del país. En el momento que los evangélicos radicalicen sus demandas procurando que el gobierno y el legislativo se tiñan de una teocracia con sabor veterotestamentario, Bolsonaro tendrá que dirimir la línea valorativa de su gobierno. Pero, como “nadie puede servir a dos señores”, tendrá como resultado, o el rechazo de los evangélicos por no cubrir sus expectativas, o el rechazo del resto de la población por apoyar un neoconstantinismo, que es lo que buscan los neopentecostales.

Como hemos constatado, en toda América Latina la fragmentación eclesial de los evangélicos se acentúa cuando incursionan en el ámbito político, entre otras razones, por la vocación fisípara institucional del movimiento evangélico y su endémico ADN atomizador, que les posibilita multiplicarse y crecer, pero que posteriormente les impide unificarse. Lo que constituye una bendición para su crecimiento numérico, resulta una maldición para su unidad eclesial (y política); ellos crecen y se dividen, se dividen y crecen. Lo mismo pasará en su desempeño político, y eso puede afectar al gobierno de Bolsonaro».

 

¿Ves “más política evangélica” en el futuro de Brasil?

«Primero hay que entender que el éxito político de los evangélicos en Brasil no comienza con Bolsonaro, sino que se ubica en un estadio diferente; por eso, Bolsonaro no es percibido como un techo, sino como un nuevo piso desde el cual las plataformas evangélicas de la política nacional comienzan a reorganizarse y obtener mayor protagonismo. Bolsonaro no es el fin ni el objetivo de los evangélicos, sino una estación estratégica en este largo recorrido a la teocracia bíblica o “reconstruccionismo”. En este maridaje (o contubernio) entre Bolsonaro y los evangélicos vemos no solo la histórica manipulación del factor religioso con fines políticos, sino también la novedosa utilización estratégica de la política con fines religiosos; es decir una mutua, consciente y perversa utilización instrumental de ambas partes.

Debemos recordar que el romance con las masas, el discurso populista, los mensajes de miedo hacia la población y la experiencia con los medios de comunicación, los evangélicos ya lo tenían bien organizado antes de Bolsonaro. Por eso creemos que este capital religioso de los evangélicos (ahora convertido en capital político) bien podría terminar al servicio de un candidato evangélico para la presidencia del Brasil, en un futuro no muy lejano. Aunque somos muy escépticos respecto de un posible éxito electoral; o, en su defecto, respecto al éxito que pueda tener un gobierno evangélico, ya que terminarán dividiéndose antes de comenzar a gobernar.

Pero independientemente se estás dificultades y límites, vemos que en Brasil se comienzan a ensayar propuestas de gobierno, más allá de las típicas ofertas de “moralización de la política” y de su difundida “agenda moral”, y se preparan planes de gobierno integrales y escuelas de formación política y gestión pública con miras a formar a su feligresía para el ejercicio del poder. Como se puede apreciar, los evangélicos llegaron para quedarse, se quedaron para crecer y crecieron para conquistar. Pero esa conquista no solo se ha restringido al ámbito religioso, sino que se ha extendido también al ámbito social y político».