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Specola describe los interiores del Vaticano
29 - 03 - 2019 - GENERALES -

Les dejamos un extracto de uno de sus últimos artículos en el que nos enseña el IOR, conocido como el Banco Vaticano. (Fuente: Infovaticana)

Ayer, de nuevo, tuvimos que soportar, ante el silencio clamoroso de las autoridades Vaticanas, otra emisión en horario de máxima audiencia que contenía la segunda parte de la entrevista a Ettore Gotti Tedeschi. Recomendamos de nuevo escucharla, a pesar del problema del idioma. Hoy hemos decidido ser mucho más osados y hemos determinado acercarnos al punto caliente en el Vaticano, el torreón de Nicolás V. Cuando hacemos estas visitas somos conscientes que corremos riesgos y que no gustaría nada nuestra presencia dentro de los sacros muros. Pero debemos acercar a nuestros lectores a los sitios en donde se produce la noticia.

Empezamos con un grato desayuno en Wine Bar De’ Penitencieri, muy conocido en el mundo Vaticano. Nos ponemos las mejores galas y sonrisas, que siempre ayudan a abrir puertas. Hacemos el plan de ataque de cómo acceder hoy hasta lo más alto del famoso torreón. Queremos llegar hasta el que fue el despacho de Gotti Tedeschi cuyos muros guardan tantos secretos.

Entramos por Santa Ana, bulliciosa siempre a estas horas. Son muchos los turistas que intentan robar una fotografía a los suizos que custodian el acceso. Es la imagen más popular del pequeño Estado y los chicos derrochan simpatía. Pasar el control suizo es fácil. La gendarmería tiene orden de estar mucho más vigilante. Tenemos que aprovechar el momento en el que los clientes de la farmacia son más numerosos y mantienes ocupados y distraídos a los gendarmes.

Pasamos con autoridad y mostrando la simple identificación que acredita que tenemos cuenta en el Banco Santo. Pasamos el control sin dificultad. El IOR, el Banco del papa, ocupa un torreón medieval que sirve de base al Palacio Apostólico. Mucho más impresionante por su historia que por su arquitectura. Atravesamos sin dificultad el primer control, donde encontramos al tradicional portero, que parece ser siempre él mismo y tener por oficio no ver, no oír, no hablar. Subimos por la escalera y acedemos a la conocida ‘sala de clientes’. Hacemos una pequeña operación para no levantar sospechas. Los empleados están en silencio, hay pocos clientes y se atiende en voz muy baja.

Nos atrevemos a hablar de la emisión de ayer del que fue su director. Los gestos hablan mucho más que las palabras. El Dottore Gotti era muy querido entre los empleados y nadie duda de su honradez y profesionalidad. Se nota alegría porque hable y cuente lo que ha sufrido, pero a la vez una cierta preocupación por las represalias internas. El actual director solo viene algunos días desde Bruselas y no se deja ver. Cuando llegó, no hablaba italiano, ahora lo ‘francesea’. Viste una continua sonrisa pero es siempre distante.

Nos hacemos los interesantes y pedimos hablar de algunas operaciones más personales y nos dicen que eso es en el piso superior. Accedemos a un diminuto y vacío despacho más parecido a una celda que a una oficina bancaria y nos explican los productos que nos pueden ofrecer. Seguimos más interesados y nos dicen que mejor arriba. La cosa va bien. Estamos a punto de entrar en el sancta sanctorum.

Preferimos hacerlo por un acceso restringido que nos lleva directamente al patio de Sisto V. Es el pequeño y sugerente patio interior del Palacio Apostólico. Nos abren la puerta, subimos en un lentísimo ascensor y llegamos al patio. Hay un cierto trabajo después de la audiencia, aquí está el almacén de los regalos del Papa y algunos empleados están ordenando los de hoy. Vemos con tristeza que lo que fue el despacho de Gotti Tedeschi está cerrado. Nos dicen que ya no se usa, que hubo mucho lío y que después de Gotti trabajó en él Promontory, misteriosa presencia en Vaticano y su misterioso trabajo. En este despacho se instaló el cardenal Pell y al poco tiempo, por problemas de humedad, lo dejó.

Accedemos al nivel noble. Estamos en el corazón. Entramos en una sala abovedada en donde trabajan dos empleados encerrados con una mampara. Sobre el techo un discreto fresco de la umbrela abierta, símbolo de la sede vacante. Parece un mensaje para decirnos que en estas estancias no manda el Papa. Se respira el silencio. Aprovechando un despiste, entramos en la sala de juntas del IOR. Los muros gritan y en el techo vuelve a estar el símbolo de la sede vacante. ¡Cuántos secretos encierran estas paredes! El despacho del Secretario de Estado está justo encima, desde sus ventanas se ve una bella vista de la Plaza de San Pedro.

Intentamos llegar más adentro y vemos el despacho del actual director, no está. Un vacío despacho luce el cartel del ‘Prelado del IOR’. No está. Hemos llegado hasta el corazón y la sensación es de un gran silencio. Tenemos la impresión de que lo importante no se hace aquí. Es un decorado vacío.

Resuenan en nuestros oídos las palabras de la última entrevista. La hemos oído varias veces intentando leer entre líneas. Las acusaciones son gravísimas y la autoridad del acusador indiscutible. Por ahora solo escuchamos un ruidoso silencio oficial. Hoy el Banco de papa, el IOR, parecía muerto y sin vida. Sabemos que las cosas se tratarán lejos para alejar oídos indiscretos y miradas interesadas.