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Religiosas unidas contra la esclavitud en África
12 - 12 - 2018 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

“Thalita Kum”, la red de consagradas que lucha contra el tráfico de seres humanos, se vuelve «más africana» y cambia su enfoque para contrarrestar un terrible fenómeno que involucra a cada vez más niños. El testimonio de la coordinadora sor Gabriella Bottani. (Fuente: Lastampa.it)

Según el informe “Global Estimates of Modern Slavery” de septiembre de 2017, las víctimas de la esclavitud moderna en el mundo son alrededor de 40,3 millones de personas, delas cuales 25 millones son explotadas en toda suerte de trabajos forzados y 15,4 millones han sido obligadas a casarse por la fuerza. Por cada 100 habitantes hay 5,4 víctimas; una de cada cuatro es menor de edad. En África el fenómeno está asumiendo dimensiones cada vez más alarmantes, por lo que “Thalita Kum” (la red mundial de vida consagrada femenina en contra el tráfico de seres humanos) ha decidido mantener como prioridad la situación en este continente y cambiar su enfoque para afrontarla. Nos explicó sor Gabriella Bottani, coordinadora de la red, que «hasta hace poco tiempo, la intervención de las religiosas y de la Iglesia para contrarrestar la trata en África era muy fragmentaria, sin una dirección, cada uno iba por su parte, corriendo el peligro de hacer cosas muy bellas pero de poco impacto. En los últimos años nos hemos dado cuenta de las dimensiones que está adquiriendo el tráfico de seres humanos y las características de este macro fenómeno, por lo que ha llegado el momento de dar respuestas globales y articuladas. Por ello, desde diferentes partes de África, religiosas de varias familias, han sentido la necesidad de coordinar los esfuerzos y pidieron que “Thalita Kum” las apoyara. Inmediatamente decidimos salir de la idea de trabajar cada quien por su cuenta y construir redes con diferentes especializaciones, un enfoque integral y multidisciplinario para contrarrestar el fenómeno y apoyar a las víctimas».

“Thalita Kum” existe desde 2009 y está presente en África también desde hace tiempo. ¿Qué ha cambiado ahora?

Hace tiempo ibas a África, ofrecías un curso de entrenamiento y te regresabas. Pero nos dimos cuenta de que no funcionaba y de que teníamos que trabajar más en el liderazgo de las congregaciones y en la concientización sobre el fenómeno. En cierto momento, comenzamos a recibir peticiones explícitas para crear redes y articular una intervención multidisciplinaria. Se pusieron en contacto con nosotras monjas de Mozambique, Camerún, Burkina Faso, Nigeria; luego también de Níger, Kenya y Rwanda. Y así, fue pasando el concepto de que “Thalita Kum” no es Roma, sino África, y que son las monjas de Maputo, de Benin City, de Niamey, de Yaoundé las que son las protagonistas. No nos limitamos a poner a disposición nuestra experiencia y a coordinar. Las peticiones se multiplicaron en poco tiempo, en Bobo Dioulasso, en Burkina Faso, se construyó un núcleo original y de ahí salen las células. Hace tres años, desde que decidimos que la prioridad era el África Subsahariana y desde que comenzamos a trabajar con las lideresas de las congregaciones “in loco”, la situación ha cambiado mucho y se puso en marcha un proceso con cada vez más movimientos.

Usted se ha referido al nuevo enfoque multidisciplinario. ¿Puede explicarlo mejor?

Hasta hace poco, el riesgo era especializarse en un sector: las casas de acogida para las víctimas, la rehabilitación, la repatriación… Después comprendimos que el fenómeno era mucho más amplio y complejo. La situación es dramática y el encuentro con la gran violencia sufrida ha favorecido una mayor concientización. Nos quedó claro que teníamos que afrontar la cuestión con una pluralidad de intervenciones, es decir sí acogida y asistencia, pero también sanidad, pastoral, educación, tanto formal (en la que muchas congregaciones están comprometidas) como informal (catecismos, oratorios…). Hemos comenzado un trabajo capilar de sensibilización entre los líderes tradicionales, hemos visitado el campo, hemos visitado a los jefes de las localidades. Solas nunca habríamos podido hacer todas estas cosas; en cambio, en red todo es mucho más posible. Además, para “Thalita Kum” es fundamental introducir una dinámica de acción que pretende la transformación de la sociedad y afrontar las causas. Por ejemplo, los matrimonios forzados: están las casas para acoger a las víctimas, pero nos preguntamos cómo actuar en la base de la sociedad para remover sus causas. Me sorprendió el nivel de colaboración de las religiosas africanas, la vida religiosa en África se echa al ruedo.

¿Cómo es el fenómeno de la esclavitud en África?

El primer dato es que se trata de un fenómeno principalmente “intra-africano”. Son las mismas monjas las que nos explican que la mayor parte del fenómeno se lleva a cabo entre los países limítrofes y, por lo tanto, dentro del espacio continental. Hay una dramática cuestión de explotación sexual en los campos para refugiados, aumenta la vulnerabilidad en las zonas de conflicto. Desde Camerún, por ejemplo, en la zona anglófona en la que hay enormes tensiones entre los independentistas y el gobierno central, recibimos noticias sobre el aumento del número de chicas traficadas. Muchas de las víctimas acaban en Malí, y es trágico el balance del fenómeno en Libia. Acabamos de ayudar a dos chicas que volvían de Libia para ser repatriadas en Liberia… cuando llegaron a la casa de acogida de Burkina Faso tenían evidentes huellas de tortura y de abusos. También hemos observado que el fenómeno de la explotación y de la esclavitud está más extendido en las zonas más ricas de África. Tomemos el caso de Benin City, la ciudad tristemente famosa en el mundo por el tráfico de jóvenes: se encuentra en el sur de Nigeria, la zona de mayor bienestar, en la que las desigualdades aumentan y las condiciones de degrado social son enormes. Es un bienestar mal distribuido, drogado, que, además, está acabando con el tejido familiar y los valores tradicionales. En este sentido, es de gran aliento el modelo que estamos tratando de sacar adelante partiendo de la gratuidad, buscando los medios necesarios en la sociedad y en el absoluto compartir. Es la mejor respuesta a la constante explotación.