Según apunta en una entrevista en “La Contra” de La Vanguardia del 1 de octubre, la profesora Teresa Caldeira, Catedrática de Antropologia Urbana en Berkeley, ya es una realidad la nueva sociedad configurada por la ideología de género y por la marginalidad de la familia compuesta por la unión estable de un padre, una madre y los hijos. Al menos en la gran urbe de Sao Paolo (con una población equivalente a la mitad de España), donde parece que la irresponsabilidad de muchos padres varones ha acelerado este proceso.

Podemos tener dudas del nivel de desarrollo de la transformación que describe la profesora Caldeira, pero no podemos ignorar que la sociedad va por aquí. Había quien confiaba que la sociedad activaría sus defensas y reaccionaria reivindicando lo que los católicos denominamos la familia natural. Pero de momento nada apunta a esta reacción. Ocurre algo parecido con el cambio climático. Vamos siendo conscientes que el problema se hace cada día más grande, pero no parece que quienes mandan estén dispuestos a tomar medidas para cambiar de rumbo. Tampoco parece que la mayoría de sociedad haya tomado consciencia de cuáles son las razones profundas, los fundamentos filosóficos, antropológicos, morales que están provocando esta transformación global de la familia.

Puede iluminarnos leer la exhortación apostólica Amoris Laetitia. Su capítulo Segundo lleva por título “Realidad y desafíos de las familias”, y resume las conclusiones de los dos Sínodos sobre la familia de hace tres años. En su número 37 se afirma: “ Durante mucho tiempo creímos que con sólo insistir en cuestiones doctrinales, bioéticas y morales, sin motivar la apertura a la gracia, ya sosteníamos suficientemente a las familias, consolidábamos el vínculo de los esposos y llenábamos de sentido sus vidas compartidas”. La magnitud del problema es tan grande y sus causas están tan enraizadas en lo que piensa y cree el hombre y la mujer de nuestro tiempo, que sólo una profunda renovación moral y de pensamiento puede revertir este proceso global.

Sólo hay una instancia a nivel global que defiende un pensamiento y sistema moral alternativo, que es la Iglesia católica. Sólo ella puede ofrecer la gracia y la vida espiritual necesarias para revertir la situación. La Iglesia está hoy gravemente cuestionada por el comportamiento inmoral de una muy pequeña parte de sus sacerdotes en unos hechos que en su gran mayoría ya forman parte del pasado. Y está debilitada por sus divisiones internas. Nos conviene que la Iglesia acabe de hacer limpieza, recupere la plena unidad, y se prepare para sostener la que es sin duda la gran batalla de nuestro tiempo.