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Obispos de Venezuela: “Nuestras calles están llenas de muertos”
26 - 09 - 2018 - IGLESIA - América

Jonny Eduardo Reyes y Pablo González fueron huéspedes de las Misiones Don Bosco en Turín. Entre los diferentes dramas que se viven en el país, destaca la inflación: «Una pluma cuesta un dólar. Y media hora después, uno y medio». (Fuente: Lastampa.it)

«Solo nos faltan los disparos para que sea una guerra de verdad. Pero creo que hay más muertos por nuestras calles que en algunas zonas de guerra en el mundo». Lo sostiene el obispo Jonny Eduardo Reyes, venezolano que desde hace tres años trabaja en la frontera con Colombia, en Puerto Ayacucho, en la Amazonía. Lo apoyan muchos ciudadanos que desde hace tiempo viven una crisis profunda, sin saber cómo salir de ella. «Es difícil ver una situación en el horizonte. La diplomacia no ha funcionado. Las fuerzas exteriores son una posibilidad. Pero ya no hay esperanza entre las personas», dijo Pablo González, obispo salesiano de la zona de Apure.

 

Después de la elección de Maduro, no reconocida por los países del G7, la situación empeora día con día. En las últimas elecciones casi nadie votó.

 

La inflación ha llegado a niveles nunca antes vistos y los precios de los bienes de primera necesidad cambian de minuto en minuto. «Necesitas una pluma: cuesta un dólar. Media hora después cuesta un dólar y medio». Y lo mismo sucede con la carne, el pan, la leche… Un bolívar venezolano vale en la actualidad 0,016 dólares estadounidenses.

 

Los dos monseñores fueron huéspedes de Misiones Don Bosco de Turín, porque han participado en un congreso dedicado a Venezuela. Llegaron a Italia a principios de septiembre, cuando unos cuarenta representantes de la Conferencia Episcopal venezolana se reunieron con el Papa Francisco en Roma para hablar sobre la crisis del país. «Ni se nos ocurre irnos. Como nos dijo el Papa, debemos ayudar a que la gente encuentre la esperanza», subrayaron los obispos.

 

La frontera

 

Ambos trabajan en zonas de frontera, aunque sean muy diferentes. Más allá de la Amazonia venezolana, está la selva. La vía, pues, no es la que eligen todos los que huyen del país buscando una vida mejor. En Guasdalito, por el contrario, el flujo es constante. «En la zona de San Cristóba se habla de 38 mil personas al día. Hay tres tipos de personas que atraviesan la frontera: los que quieren ir al otro lado, abandonar el país, los que quieren quedarse en la zona fronteriza y los que quisieran quedarse, pero al final van para adelante y para atrás. Porque compra de una parte y vende en la otra. Porque en Colombia encuentra algunas medicinas. Hay muchísima gente que se va como si fuera a la tierra prometida, pero no sabe qué es lo que va a encontrar», explicó González.

 

Durante años, la frontera era atravesada en sentido contrario y muchos venezolanos se aprovechaban de la condición de sus vecinos colombianos. Ahora todo ha cambiado. Para los que no pueden sacar el pasaporte, que cuesta varios cientos de dólares, llegar sin documentos a otro país implica a menudo condiciones de vida difíciles. «Más allá de la frontera, en Colombia, la guerrilla ha instalado puestos para reclutar a los chicos. La pobreza y la miseria impulsan a muchísimos hacia ellos, hacia la violencia. Impulsan también a muchas jóvenes mujeres hacia la prostitución», dijo el obispo de Puerto Ayacucho.

 

«Según el gobierno, no hay ninguna crisis humanitaria. Se niega la situación», indicó Reyes. «El problema más grave, para nosotros, es la crisis moral: no hay esperanza, no hay motivación», añadió González.

 

La relación con la Iglesia

 

«Como confirma la Conferencia Episcopal, estamos muy unidos. El gobierno ha tratado de dividirnos pero somos la institución más creíble –sostiene Reyes. El papa nos dijo que resistiéramos, en nombre de la solidaridad y de la verdad. Tratamos de que la gente entienda qué sucede, para que vuelva la democracia». El clero trabajaba en estrecho contacto con las personas. Es una religión de calle, un trabajo cotidiano de conocimiento y de ayuda. «No podemos dejar que la gente se muera –explicó González. Como salesianos, hemos activado un proyecto para los niños menores de 5 años y para mamás embarazadas; los médicos voluntarios van por las comunidades ofreciendo medicinas. Incentivamos el trabajo agrícola».

 

En enero, la comunidad internacional deberá decidir si reconocerá el nuevo mandato de Maduro, después de las últimas elecciones. El peligro, para el país, es quedar aislado: «Podría irse hasta el nuncio apostólico. Veremos qué sucederá».