CRISTO HOY
CRISTO HOY

   Sitios Recomendados
        El Vaticano
        Aica
        Rome Reports
        Noticias Vaticanas
  
Monje copto confiesa el homicidio del obispo Epifanio
28 - 08 - 2018 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

En el monasterio de San Macario intentaron suicidarse el indiciado del asesino y otro religioso. Dolor y aprehensión en toda la Iglesia copta. Especulaciones y posibles operaciones de política eclesiástica alrededor de estos hechos sangrientos. El patriarca Tawadros les recuerda a todos que «no hay que ocultar nada» y que la «fe no necesita protectores». (Fuente: Lastampa.it)

El que asesinó al obispo copto Epifanio, abad del monasterio de San Macario, fue uno de sus monjes. Le destrozó la cabeza con un asta de hierro el domingo 29 de julio por la madrugada, mientras Anba Epifanio, al salir de su celda, se estaba dirigiendo a la iglesia para rezar las liturgias dominicales con la oración matutina.

 

El asesino se llama Wael Saad Tawadros y los medios de comunicación egipcios refieren que él mismo, bajo presión de los investigadores, confesó su crimen e indicó dónde se encontraba el arma que había utilizado, ocultada cuidadosamente en un almacén del monasterio.

 

La sórdida historia está provocando desconsuelo y consternación en toda la comunidad copta ortodoxa. Mientras tanto, el Patriarca copto Tawadros II repite que la Iglesia «no debe ocultar nada» e invita a todos a no dejarse turbar en la prueba, en la confianza de que «la fe no necesita protectores», porque quien la custodia es el Señor.

 

Un homicidio y dos suicidios fracasados

 

Alrededor del trágico fin del obispo-abad han sucedido otros hechos y siguen surgiendo detalles particularmente inquietantes: luchas internas, miserias humanas, complicidades, religiosos que profanan la santidad de la vida monástica y no dudan en tratar de suicidarse, al ver caer sobre ellos las sospechas y las presiones de los investigadores que trataban de esclarecer el homicidio en el monasterio.

 

Wael Saad Tawadros, de 34 años, se convirtió en uno de los monjes del monasterio de San Macario en 2010, con el nombre de Isaiah al Makary, pero el 5 de agosto de este año, en el clima espiritual todavía sacudido por el homicidio de Anba Epifanio, Wael fue expulsado del monasterio y despojado del hábito monástico, con un decreto aprobado por el Patriarca Tawadros, que justificaba esta disposición refiriéndose a actos «incompatibles con la conducta monástica».

 

Un día antes, el mismo Wael había tratado de suicidarse comiendo insecticida. Pero en esos días, el padre Boulos Halim, vocero de la Iglesia copta ortodoxa, declaró que la medida de expulsión contra el ex monje no se relacionaba con las investigaciones sobre la muerte de Anba Epifanio: se trataba, según refirió el padre Halim, del punto de llegada de un proceso canónico disciplinario que ya había comenzado a principios de 2018 y cuya primera disposición punitiva (la expulsión por tres años del monasterio y el traslado a otra estructura) no había sido puesta en marcha puesto que algunos de los demás monjes habían firmado una petición en defensa de Wael.

 

El lunes pasado, otro monje de San Macario, Faltaos al Makary, intentó también suicidarse, cortándose las venas y arrojándose desde uno de los edificios del monasterio, de cuatro pisos de altura. Ahora se encuentra hospitalizad en graves condiciones en uno de los hospitales de El Cairo. Según lo que indican los medios de comunicación egipcios, incluido “Wataninet”, las cámaras de seguridad internas habrían grabado dentro del monasterio escenas de tensión y discusiones entre algunos de los monjes y el abad-obispo Epifanio, pocas horas antes de su asesinato.

 

Muchos indicios sugieren que el trágico final de Anba Epifanio es el resultado de resentimientos personales que fueron creciendo durante los días marcados por los ritmos de la vida monástica, a la sombra del celo religioso. Pero el caso se está convirtiendo en una tormenta para la Iglesia copta, sobre todo por su gran tradición monástica. Con especulaciones que se refieren a divisiones y contraposiciones dentro de la entera compañía eclesial copta y en su jerarquía.

 

Alrededor del monasterio de San Macario se han ido encendiendo desde hace décadas pasiones contrastantes. Allí, al final de los años sesenta, llegó Matta el Meskin, figura de primer plano en el nuevo florecimiento monástico y de toda la espiritualidad copta de la segunda mitad del siglo pasado. Una personalidad fuerte y carismática, que vivió una polémica significativa con el Patriarca Shenouda III, el otro gran protagonista del despertar copto de las últimas décadas. Entre los motivos de la polémica estaban la incompatibilidad de caracteres y un enfoque diferente sobre las relaciones con la política. El monje criticaba la politización de la Iglesia y el excesivo activismo de las jerarquías al oponerse a los poderes constituidos.

 

En el enfrentamiento entre Shenouda y el presidente egipcio Anwar Sadat (que obligó al Papa copto a exiliarse durante años en un monasterio), Matta justificó las decisiones del segundo, sosteniendo que la Iglesia estaba traicionando su naturaleza al concebirse como un partido político, en el cual «el pensamiento ha sustituido la inspiración y la planificación ha sustituido la oración». El punto culminante de este choque fue cuando Shenouda llegó a prohibir la difusión de las obras de Matta el Meskin en las parroquias coptas.

 

Las cosas han cambiado con su sucesor, el actual Papa Tawadros, que puso fin a la “damnatio memoriae” contra Matta el Meskin y ofreció su apoyo para el renacimiento del monasterio de San Macario, en donde los monjes que se habían formado con él (incluido el pobre Anda Epifanio) custodiaban su memoria. Pero en la jerarquía copta, buena parte de los obispos todavía activos fueron ordenados por el Patriarca Shenouda y compartían un sentimiento de contrariedad o, por lo menos, de desconfianza ante las enseñanzas de Matta el Meskin. Ahora, los graves hechos de sangre que se han verificado en el monasterio de Matta son utilizados como pretexto para operaciones de política eclesiástica, que tal vez creará nuevos obstáculos y problemas para el ministerio del Papa Tawadros, pastoralmente abierto, pero también en contraste con una parte del “establishment” copto.

 

El homicidio de Anba Epifanio ha sido advertido como una grave y alarmante señal por la preocupación pastoral del Patriarca Tawadros y sus colaboradores. El viernes 3 de agosto, el comité para los monasterios del Santo Sínodo copto ortodoxo dispuso 12 reglas (ratificadas por el Patriarca) a las que tendrán que atenerse todos los que vivan la condición monástica en la Iglesia copta ortodoxa. Las medidas apuestan por preservar la vida monástica como condición apartada del mundo, y caracterizada por momentos de oración, trabajo y silencio

 

Entre otras cosas, se pide que los monjes y las monjas coptas se alejen de las redes sociales y que cierren sus cuentas personales o eventuales blogs, pues fueron señalados por el Patriarca como instrumentos utilizados para «perder tiempo», difundir ideas confusas y alimentar personalismos. Es evidente la intención de la actual cúpula copta ortodoxa de reaccionar a los procesos de mundanización dentro de sus filas. Pero este deseo no se encomienda medidas disciplinarias o fórmulas retóricas de “tolerancia cero”.

 

En los últimos (tradicionales) sermones de los miércoles, el Papa Tawadros ha utilizado otras palabras para tratar de consolar y confirmar en la fe al pueblo de creyentes coptos: llama a todos a no caer en la turbación, recuerda que el mal siempre ha existido y que Judas se suicidó cuando traicionó a su Maestro; repite que los monjes son hombres, con sus fragilidades, y que muchos de ellos han caído, durante su vida, porque desde siempre Satanás ataca con particular devoción la vida monástica; expresa también su certeza de que las comunidades monásticas seguirán habitando los desiertos egipcios «hasta el fin del mundo». Repite que la Iglesia no tiene nada que ocultar, porque los tesoros que tiene en don y que la mantienen con vida no pueden ser disipados por las debilidades, los errores, los pecados o los crímenes de las personas. Sobre todo, Tawadros invita a todos a reconocer que la fe cristiana es un don custodiado por el Señor y, por ello, «no necesita otros protectores».