“De algún modo, nuestra teología tiene que actualizarse hasta ponerse donde está el mundo”. La frase, parte de la homilía dada por el padre Alexander Santora, párroco de Nuestra Señora de Gracia en Hoboken, en la Archidiócesis de Newark, durante su “primera misa anual del Orgullo”, resume toda una tendencia teológica que crece en fuerza cada día.

La idea sería que, como solía recordar el Cardenal Carlo María Martini, la Iglesia lleva un retraso de siglos con respecto al mundo (definido, claro, como las ideas de las élites occidentales), y necesita ponerse al día; ese era -según esta línea de argumentación- el núcleo del mensaje del Concilio Vaticano II, que habría experimentado cierto parón en los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI pero que ahora se aceleraba con Francisco.

Su Santidad, de hecho, les ha dado un nuevo motivo de esperanza al cambiar por su cuenta y riesgo el punto del Catecismo que se refiere a la licitud (hoy, ilicitud) de la pena de muerte. Porque, como señalábamos ayer, esa ‘actualización de la doctrina al mundo’ no importa igual en todos los puntos, sino que hoy tiene un claro objetivo: la consideración de las relaciones homosexuales.

Lo hemos visto en la inclusión en el texto preparatorio del Sínodo de la Juventud de las siglas LGBTI -a pesar de que nunca se citaron en las discusiones- o en el ‘fichaje’ del jesuita padre James Martin -abanderado del ‘cambio de actitud’ de la Iglesia hacia los gays- como orador estrella en el inminente Encuentro Mundial de las Familias de Dublin.

Martin, en concreto, ha expresado en alguna ocasión el deseo de que se cambie la redacción del punto del Catecismo referido a la homosexualidad, y que donde pone “intrínsicamente desordenado” ponga “diferentemente ordenado”.

El inconveniente es que el tsunami de escándalos de abusos por parte de clérigos que ha estallado este verano en Estados Unidos, Chile y Honduras deja más claro que nunca que el núcleo del problema está en la infiltración de los más altos escalones del clero por parte de una ‘mafia rosa’. El ex cardenal McCarrick pudo ser condenado por abusos a un menor, pero la abrumadora mayoría de los abusos que cometía regularmente era sobre jóvenes mayores de edad, es decir, la cuestión era el abuso de poder y la homosexualidad, no la pedofilia.

Y su larguísima trayectoria de abusos y los pagos que se hicieron en, al menos, dos ocasiones para acallar el escándalo hacen muy difícil, más bien imposible, pensar que sus colegas en el episcopado no supieran nada, tal como dice. Muy especialmente aquellos a los que favoreció con su influencia, como Farrell -inconcebiblemente, nombrado por Su Santidad para dirigir el megadicasterio de los Laicos, la Familia y la Vida-, Wuerl, Cupich y Tobin. Y es precisamente en las diócesis de esos obispos donde la promoción de la homosexualidad en las parroquias más prolifera.

Como en el caso de Santora, descrito por el ex actor de porno gay converso Joseph Sciambra, que extrae partes de su homilía.

“Ahora tenemos un Papa cuyas cinco palabras indicaron que tenemos que fijarnos en cómo acogemos a nuestros hermanos gays y a nuestras hermanas lesbianas. “¿Quién soy yo para juzgar?”, dijo. Y además hemos sido bendecidos con el Cardenal Tobin, nuestro arzobispo, que hace poco más de un año, gracias a los esfuerzos de David Harvie [un ex sacerdote ahora ‘casado’ con su amante homosexual] , que está hoy entre nosotros, dio la bienvenida a nuestros hermanos y hermanas gays, lesbianas y transexuales a la Catedral para celebrar, por primera vez, una misa de peregrinación… Estos son importantes momentos históricos para nosotros”.

“Pero creo que lo que el Papa Francisco nos invita a hacer es fijarnos en el espacio que se abre entre lo que es como Iglesia y cómo quiere el pueblo de Dios que avancemos. Ahora, hoy, muchos de vosotros marcharéis en el desfile que tiene ya 49 años de vida. Y ese desfile es significativo… Y a lo largo de estas décadas comprendemos cómo Dios nos llama siempre a fijarnos en que somos todos parte de la familia de Dios… ”

“El Papa Francisco va a Irlanda en unas semanas… y, por primera vez, uno de los documentos publicados por el Vaticano usa las iniciales LBTQ. Algunos podríamos decir, bueno, ¿qué signifca eso? Porque en sociedad hemos avanzado mucho. Pero creo que la Iglesia avanza poco a poco en esa dirección, y tenemos que celebrar cada paso que incluya a la gente en vez de excluirla”.

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“Y lo que también está condicionando la nueva preocupación de la Iglesia es que la generación de los millennials rechazan la injusticia y ven anticuada la doctrina de la Iglesia sobre los LGBTQ … Así que la Iglesia tienen que reconocer que desde Stonewall en 1969, primero como comunidad americana y ya como comunidad mundial, estamos “maravillosamente hechos”, como hemos cantado hoy… Y, desde luego, que se nos verá más tarde en el desfile”.