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Los obispos ciegos y el hartazgo de los laicos
01 - 08 - 2018 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

No, no vamos a dejarlo pasar. ‘Tolerancia cero’ no puede ser aceptar la renuncia de un casi nonagenario tras toda una vida de abusos a menores y subordinados, ni aceptar que todo el mundo sabía menos quienes debían saber. (Fuente: Infovaticana)

No, los fieles no vamos a dejar que nos tomen por imbéciles, ni van a hacernos creer que aceptar la renuncia de tres obispos chilenos -del total que la presentó-, uno de ellos tras presentarla tres veces, Barros, pone fin al terrible escándalo del encubrimiento de abusos en Chile.

No vamos a creernos que el Cardenal Donald Wuerl, arzobispo de Washington y, por tanto, sucesor de McCarrick, no sabía una palabra de lo que hacía su predecesor y tantos parecían conocer, incluyendo la Santa Sede, como afirma en una carta enviada a los sacerdotes de su diócesis. La fe no nos lo exige, y el más elemental sentido común lo hace imposible.

También el Cardenal Joseph Tobin, obispo de Newark, hizo pública una declaración condenando la situación e ‘indignándose’ de que hubiera sucedido algo así. Teniendo en cuenta que McCarrick tuvo que usar toda su influencia para que nombraran obispo a Tobin, tampoco acabamos de creer en la sinceridad de su sorprendida indignación, lo lamentamos.

Y nos cuesta, asimismo, pensar que el Cardenal O’Malley, a cuya comisión dedicada a estas denuncias llegó, al menos, una contra McCarrick, se desayuna ahora y cree realmente que con su propuesta de ‘mejorar’ las normas de denuncia se va a arreglar este lamentable asunto.

De Kevin Farrell no hay mucho que decir. Farrell estuvo cerca del criminal fundador de la Legión de Cristo, el pedófilo drogadicto Marcial Maciel, y nunca sospechó nada sobre su doble vida; y luego vivió seis años, seis, en el mismo apartamento con una depredador homosexual como McCarrick y, adivinen, le ha llenado de indignado asombro que fuera lo que sabían tantos.

Farrell, por cierto, a pesar de ese historial de despiste cósmico y del hecho evidente de que su amistad con McCarrick le ha situado donde está, encabeza el vital dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Es saberlo y que nos sorprenda bastante menos que en el Encuentro Mundial de las Familias que se celebra en agosto en Dublín vaya a ser el jesuita proLGTBI padre James Martin una de las figuras estrella.

Ser obispo no es un derecho, ni perder un cargo debería verse como un castigo para quienes, se supone, son hombres de Dios. Tras esta sangría de casos, todos estos nombres que hemos citado -y bastantes más- deberían presentar su renuncia. Si sabían y callaron, por conducta criminal; si no sabían, por una negligencia que clama al cielo. De otro modo, si toda la ‘purga’ va a consistir en quitarle el capelo rojo a un anciano retirado, si va a ser él o cualquier otro procesado por la justicia civil el único que pague -por decirlo de alguna manera- por este horrible y prolongado abuso, será imposible creerles cuando hablan de ‘tolerancia cero’. Será imposible confiar en nuestros pastores.

No dudamos de las excelentes intenciones de Su Santidad, ni cuestionamos su buena voluntad. Pero sí podemos señalar que se ha rodeado y dado su confianza a prelados envueltos en el escándalo y la polémica.

Hizo del Cardenal Mahony -hallado culpable de encubrimiento de sacerdotes pedófilos- su representante en una importante ceremonia, hasta que se denunció; el belga Cardenal Daneels es otro de sus hombres de confianza, también hallado culpable de encubrir curas pedófilos, e incluso ha presumido en televisión de encabezar la ‘mafia de San Gallen’ -su expresión, no la nuestra- que presionó para que Bergoglio fuera elegido en el pasado cónclave.

El Cardenal Errazuriz Ossa, otro hombre de confianza de Francisco, miembro de su exclusivo consejo privado, el C9, ha admitido no haber tomado medida alguna durante años frente a los flagrantes abusos del padre Fernando Karadima. Y otro apoyo clave de Francisco, nombrado cardenal por el actual Papa, el salesiano Ezzati, acaba de ser convocado por la judicatura chilena para responder por casos de abusos.

La lista podría ampliarse, pero ya hemos hablado de otros casos, como el muy notorio de Óscar Rodríguez Maradiaga, y no es nuestra intención repetirnos en exceso. Pero sí en esto: si van a mantenerse en sus cargos pastorales todos estos obispos y cardenales, toda reforma será inverosímil, coja, carente de credibilidad.