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Genocidio internacional de niños con síndrome de Down
28 - 07 - 2018 - EMERGENCIA ANTROPOLOGICA - Otros

De la interrupción del embarazo al exterminio: el genocidio internacional de los niños con síndrome de Down. (Fuente: Infovaticana)

El hermoso y feliz bebé de la campaña Gerber 2018, Lucas, tiene suerte de estar vivo. La mayoría de los niños diagnosticados de síndrome de Down en el útero materno son asesinados antes de nacer.

Desde 1928, la compañía de alimentos infantiles Gerber ha ilustrado sus productos con el dibujo de un hermoso bebé elegido en un concurso nacional. A principios de 2012, Gerber añadió a su querúbico logo un campaña publicitaria que presentaba a otro niño, elegido también en un concurso a nivel nacional.

Este año, Gerber ha elegido, de entre los 140.000 participantes, a un sonriente niño de dos años llamado Lucas. El mes pasado, Gerber hizo posible que los dos bebés, el de 1928 y el de 2018, se encontraran.

El bebé de este año, Lucas, tiene síndrome de Down. Lucas es feliz. Lucas tiene suerte de estar vivo.

Las estimaciones varían, pero en los Estados Unidos, los abortos de niños con diagnóstico prenatal de síndrome de Down son aproximadamente del 67 por ciento. La letal discriminación llevada a cabo contra estas personas se ha convertido en un fenómeno a nivel mundial. Islandia ha pregonado su éxito en la eliminación de personas con síndrome de Down en la isla. Dinamarca, cuya población salvó heroicamente más del 95 por ciento de los judíos que vivían en el país durante la Segunda Guerra Mundial, ahora se vanagloria de que el 98 por ciento de los niños no nacidos afectos de este síndrome son abortados. Italia, Alemania, Francia, Suiza, Inglaterra y Bélgica tienen índices de aborto que superan el 90 por ciento en estos casos.

Hitler quería que Europa fuera judenrein, un área libre de presencia de judíos. Parece que hoy Europa aspira a ser DownSyndromerein (un área libre de presencia de personas con síndrome de Down).

Pese al hecho que, en los Estados Unidos, la mayoría de los niños con síndrome de Down son abortados, cada año unos 6.000 niños con este síndrome sobreviven al embarazo y nacen. En Europa la situación es peor. En Inglaterra, nacen unos 700 niños con síndrome de Down cada año. En 2017, en Dinamarca, sólo a cuatro niños con diagnóstico prenatal de síndrome de Down se les permitió nacer. En Islandia, prácticamente no hay ningún niño con síndrome de Down.

Proteger a los bebés con síndrome de Down
La humanidad del niño no nacido
¿Qué le da a una persona el derecho a vivir?
Proteger a los bebés con síndrome de Down
El síndrome de Down, o trisomía 21, se produce por la presencia de una copia extra del cromosoma 21 (o una parte del mismo). Parece que hay una mayor incidencia en mujeres embarazadas con edad superior a los 35 años. Los efectos más habituales del síndrome de Down son una estatura más baja, un ligero aplastamiento de la parte posterior del cráneo, ojos ligeramente oblicuos ascendentes, un cierto grado de retraso mental y problemas cardíacos y de visión. Actualmente, la esperanza de vida es de unos 60 años. Hace sólo cuarenta años, la esperanza de vida era sólo de 25 años y en 1929, de 9 años. En general, los niños con síndrome de Down son felices y extrovertidos.

El 22 de diciembre de 2017, el Gobernador de Ohio, John Kasich, firmó la Ley de no Discriminación del Síndrome de Down, que prohíbe el aborto de niños que han sido diagnosticados de este síndrome. En marzo de 2018, el juez de distrito federal Timothy Black, en respuesta a una demanda presentada por la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU sus siglas en inglés), emitió una medida cautelar para evitar que dicha Ley entrara en vigor. Leyes similares en Indiana y Louisiana siguen estando bloqueadas, pero en Dakota del Norte, la ley que protege a niños no nacidos con síndrome de Down ya ha entrado en vigor.

La humanidad del niño no nacido
En los últimos veinte años, en los Estados Unidos, los estados han aprobado una miríada de leyes que dan fe de la humanidad del niño no nacido. Además de las leyes relacionadas con el síndrome de Down, otras son: la ley que prohibe el homicidio fetal, la ley sobre los bebés que son abortados y nacen vivos, la ley de protección del bebé no nacido capaz de sentir dolor, la ley que obliga a la realización de una ecografía previa al aborto, la ley que prohibe el aborto selectivo, la ley que prohibe el aborto después de las veinte semanas de gestación, la ley sobre el consentimiento informado, la ley que prohibe el aborto si se detectan latidos cardíacos fetales, las leyes sobre las oportunidades de asesoramiento y adopción. El próximo paso en la legislación contra el aborto será la lucha para conseguir el reconocimiento fundamental de la humanidad de la persona no nacida, y de la que dan fe todas estas leyes.

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En 1948 se adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos como reacción a los crímenes contra la humanidad cometidos por el nacionalsocialismo en Alemania. Redactada por hombres como el filósofo personalista Jacques Maritain, la Declaración se basaba en la ley natural. Ese mismo año, se aprobó la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio. Parece que, setenta años más tarde, Europa y América del Norte han vuelto atrás, a los tiempos en los que la eugenesia esterilizaba y exterminaba a determinados tipos de seres humanos. Debido a la ideología del aborto, hemos pasado de la interrupción del embarazo al exterminio de la clase de ser humano que no queremos que viva entre nosotros.

La decisión de abortar ya no es un siniestro cálculo utilitarista del tipo: “Para poder llevar a cabo mis expectativas de vida, tengo que destruir totalmente las tuyas”. Ahora es del tipo: “No debes vivir por ser tú quien eres”. Recordemos que el primer grupo de personas que Hitler quiso destruir fue a los gays, por ser quienes eran. En China, se aborta a las niñas por ser quienes son. En Ruanda, los tutsis fueron masacrados por ser quienes eran. En América, tenemos lo que se llama una reducción de embarazo -¡un eufemismo!-, es decir, el aborto de un gemelo o un trillizo, normalmente porque es más pequeño que el otro u otros. Eres más pequeño, te elimino.

Como escribe el columnista George Will, lo que se está haciendo con el síndrome de Down “es, sencillamente, intentar eliminar de manera deliberada y sistemática a una categoría de personas”. En otras palabras, es una forma de genocidio. Va más allá de la eugenesia, ya que las personas con síndrome de Down raramente tienen hijos.

¿Qué le da a una persona el derecho a vivir?
Cuando toleramos el asesinato de personas simplemente porque son quienes son, estamos perdiendo nuestra condición moral de existir. Recordemos lo que escribió Abraham Lincoln respecto a quienes justificaban y defendían la esclavitud: “Usted afirma que A es blanco y B es negro. ¿Será entonces una cuestión de color, de que el sujeto de piel más clara tiene el derecho de esclavizar al de piel más oscura? Cuidado, pues. Según esta regla, podría usted ser esclavizado por el primer hombre que se tope con la piel más clara que la suya.

¿Qué no es exactamente una cuestión de color, dice usted? ¿Y ocurre, más bien, que los blancos son intelectualmente superiores a los negros y, por ende, tienen el derecho de esclavizarlos? Bueno, pues tenga cuidado nuevamente. Según esta regla, corre usted el riesgo de ser esclavizado por el primer individuo que halle con un intelecto superior al suyo.

Pero es, dice usted, más bien una cuestión de intereses y, si consigue usted convertirlo en interés propio, tiene el derecho de esclavizar a otros. Pues bien. Pero, ¿y si esos otros consiguen transformar en un interés propio el asunto, tendrán acaso el derecho de esclavizarle a usted?”.

¿Pierde una persona el derecho a la vida por ser quien es? ¿Por ser gay, o niña, o tutsi, o negro, o judío, o cristiano, o por tener un cromosoma de más?

¿Pierde una persona su derecho a vivir debido a la geografía, al lugar donde vive? ¿Perdía una persona el derecho a vivir en la China de Mao por vivir donde vivía? ¿Mantendría su derecho a la vida si hubiera vivido en Taiwán? ¿La persona no tiene derecho a la vida porque está unos centímetros dentro del canal del parto y, en cambio, gana ese derecho cuando está unos centímetros fuera de él?

¿Es una cuestión de tiempo? ¿Acaso un judío en la Unión Soviética durante el periodo de las persecuciones no tenía derecho a vivir mientras esperaba seis meses su visado de salida? ¿O conseguía ese derecho cuando podía, por fin, salir del país? Un niño al que aún le faltan seis meses para nacer, ¿tiene menos derecho a la vida que un niño que acaba de nacer?

¿Es una cuestión de poder? ¿Acaso un ciudadano de Corea del Norte no tiene derecho a la vida porque Kim Jong-un puede asesinarle en cualquier momento, mientras que un ciudadano de Inglaterra tiene derecho a la vida porque Theresa May no puede matarle? ¿Un niño en el útero materno no tiene derecho a vivir sencillamente porque otra persona tiene el poder de acabar con su vida?

Durante la gran hambruna de Ucrania provocada por el gobierno soviético, Joseph Stalin dijo: “Si un solo hombre muere de hambre, es una tragedia; si mueren millones, es sólo una estadística”. Ese superficial comentario es despiadadamente erróneo. Los millones de muertos causados por la hambruna inducida en Ucrania no fueron una estadística. Fueron una catástrofe moral. El actual exterminio masivo de niños no nacidos es, también, una catástrofe moral. Cada año hacemos un seguimiento de las estadísticas relacionadas con el aborto. Pero detrás de cada uno de los veinte millones de muertos o más que hubo bajo el régimen de Stalin, había una persona. Detrás de cada uno de los abortos que conforman las estadísticas, hay una persona humana individual, única, como usted y como yo, con una vida, como usted y como yo, que nunca jamás será reproducida exactamente igual.

Igual que Lucas.

David F. Forte es profesor de Derecho en la Universidad Estatal de Cleveland. Anteriormente había sido profesor invitado en el Centro para el Estudio de la Religión y la Constitución, en el Witherspoon Institute. Este ensayo es parte de una ponencia escrita en conmemoración de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, patrocinada por el Foro de Derechos y Libertades, en Varsovia, Polonia.

Publicado por David F. Forte en The Public Discourse; traducido por Elena Faccia Serrano para InfoVaticana.